Un
Partido con Alma *
En
primer lugar, quiero agradecerles a todos ustedes todo lo que ha pasado hoy. En
segundo lugar, quiero decirles que había muy queridos amigos míos dispuestos a
tomar ahora la palabra, pero prefiero asumir mi responsabilidad en la victoria
o en la derrota, porque yo soy el que estoy encabezando. No le quiero dejar a
nadie herencias de ninguna especie en estas materias. No se las he dejado a
nadie nunca y no lo voy a hacer hoy.
No
creo, señoras y señores consejeros, que en este momento esté en juego la unidad
del Partido. Ninguno de nosotros tres, ni Rodolfo, ni Alfredo, ni yo, hemos
imaginado que de este Consejo saliéramos con una crisis institucional. La
decisión previa tomada por mí era más radical que otras porque sé le cuestan al
Partido las crisis institucionales. Y si en mi primera intervención yo dije, y
dije muy claro, que nunca he fundado una capilla enfrente, menos lo haría ahora
que tenemos una basílica, no una capilla. Y esta basílica, que no es una
capilla, no se va a disociar en capillas.
Esta
basílica sí se sostiene por el sentido institucional, pero ¿en dónde está la
raíz del sentido de la institucionalidad?,
¿lo
está acaso en esta manera de pensar según la cual ya estamos fatalmente
condenados a lo que ya hicimos?
Sería
un fatalismo ajeno al concepto de libertad que tenemos en Acción Nacional y que
hemos defendido a capa y espada en México y dentro del Partido. A diferencia de
Juan Miguel, creo firmemente que nunca ha sido anti-institucional un voto de
reflexión. Yo no les vengo a pedir que voten “institucionales”; ese apellido no
lo tiene Acción Nacional, lo tiene otro Partido.
Estimo
que precisamente porque no tenemos ese apellido, ni lo queremos, en este
Partido todos los votos deben ser de reflexión, ninguno no debe ser de
reflexión. Todos los votos deben ser de razón. Así se crean en la historia las
instituciones: a punta de razonar lo que se hace y no de cegarse por la
institución. Porque institución sin razón, institución sin visión, institución
sin mirada y que ni siquiera tome en cuenta el sentido de lo que dice el
reglamento y los estatutos para casos como éste, sería una pobre institución.
Dicho
esto, permítanme describirles el Partido que con muchos jóvenes a lo largo de
mucho tiempo he soñado, en un México de 40 millones de pobres.
En
un México de ecuaciones macroeconómicas casi perfectas, que dan como resultado
40 millones de mexicanos pobres, sueño con un Partido que asuma esa causa. Ésa,
la de los agraviados económicamente; la de aquellos que ni siquiera pueden
pensar en votar; porque antes tienen que pensar en comer. A esos quisiera yo
que sirviera Acción Nacional, porque además son la mayoría, y son los que dan
los triunfos. Los triunfos que posiblemente pueda dar una maquinaria, tal vez
no sean los triunfos de los pobres, sino de los maquinistas.
En
un México agraviado políticamente, sistemáticamente agraviado políticamente, en
donde los agraviados hemos sido nosotros, no pienso en un Partido que pase una
factura. Sería elegir la venganza en el criterio de acción de un Partido que es
noble y que tiene la generosidad en su propio lema. Pienso en un Partido que
para resolver el agravio político pueda decir claramente lo que es a esos 40
millones de mexicanos, para que no los engañen con solidaridades ficticias de
programa, sino para que vivan la generosidad como virtud que es la bandera de
Acción Nacional. En ese Partido sueño.
Sueño
en un Partido claro y bien organizado por claro: porque la claridad viene de la
reflexión. La reflexión que muchas veces hemos dejado de hacer por sentido
“institucional” o porque nos comen las campañas electorales y nos neurotizan
las escaramuzas políticas.
Un
Partido que se siente a pensarse a sí mismo frente a retos nuevos, pues cuando
aún no hemos resuelto los problemas de ayer ni los de hoy, ya están aquí los de
mañana.
¿Qué
vamos a decir de la nación, que sí tenemos como apellido, en un mundo que se
integra en bloques?
¿Qué
vamos a pensar de la variedad de culturas cuando necesitamos tener la
suficiente capacidad de universalidad para que haya ley, para que haya derecho,
si no nos desperdigamos y nos “yugoslavizamos”?
Sueño
con un Partido al que no lleven al baile con el chantaje político de los
recientes conversos a la democracia, o con el apapacho de quienes apenas
empezaron a hablar de política y mueren por el apapacho de un recién
converso a la democracia. Somos o no somos. Sueno con ese Partido. En un
Partido que no se sienta en una mesa a ver qué hace, sino que va a la mesa
porque antes supo qué tenía que hacer. Y sueño con el Partido, como les dije
por la mañana, con ustedes.
No
desconozco, nadie puede desconocer hoy, lo que vale, lo que pesa y lo que
cuenta una organización. Pero una organización sin alma se muere de sí misma,
se carcome a sí misma: es una serpiente que se muerde la cola. Y hoy vengo aquí
a defender una opción.
Y
sépanlo claro para que, si el voto de ustedes es por mí en la que será la
última votación –porque asó lo he decidido: si voy abajo me retiro-, piensen en
esta opción.
Piénsenla
bien, señores consejeros, porque yo la tengo bien pensada y por eso hice esta
campaña: el Partido que tiene maquinaria pero no tiene alma; el Partido que
descuida el alma por crear la maquinaria; el Partido que se juega la
institucionalidad, o el Partido que le va a decir a México como le dijo Gómez
Morín, con cincuenta años de anticipación, cómo iba a ser su futuro.
Si
no le damos futuro al Partido y si no le damos futuro al pueblo, de nada nos
sirven 50 mil comités municipales. Eso les invito a pensar. Ésta es mi opción.
La defenderé si gano y la defenderé si pierdo. Pero yo creo que es la opción
que debe hacer Acción Nacional. No me voy con la ilusión de que la organización
lo resuelva todo.
He
visto organizaciones gigantescas, como el Partido Comunista de la Unión
Soviética, desmoronarse en unos minutos porque ya no tenían alma.
Porque
el ideal del refrigerador fue más fuerte que la organización y yo no quiero eso
ni para Acción Nacional ni para México. Decidan.
* Publicado en Palabra,
revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Núm.24,
abril-junio, México, 1993 y transcrito de Carlos Castillo Peraza, El
Porvenir Posible, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, pp. 496-499
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