viernes, 2 de agosto de 2013

Un político austero Alcide De Gasperi (1881-1954)

Un político austero
Alcide De Gasperi (1881-1954)


Por Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica

“Austeridad y Trabajo”, lema universitario del Rector Gómez Morín


Introducción

Richard M. Nixon, ex presidente de los Estados Unidos, da cuenta de los grandes contrastes que separaban a Alcide De Gasperi del líder comunista italiano Giuseppe di Vitorio. Este era el secretario general de la Confederación Italiana del Trabajo y uno de los más importantes líderes de la Italia de posguerra. 

Nixon lo visitó en su oficina, la cual estaba lujosamente amueblada con mobiliario de la época, magníficas cortinas de color rojo y una gruesa alfombra del mismo color. En cambio, la oficina de De Gasperi era cómoda pero no lujosa. Así como Di Vittorio era un hombre extrovertido, vibrante, ágil, hospitalario y de risa fácil, De Gasperi era un introvertido típico. Había en sus ojos una mirada casi melancólica. Esta era una característica bastante común entre lo grandes líderes.

Un observador superficial hubiera apostado que Di Vittorio derrotaría a De Gasperi sin dificultad alguna en una campaña política, en virtud de que el primero podía proyectar una personalidad abierta con gran atractivo para la vivacidad del pueblo italiano, mientras que De Gasperi era incapaz de hacer algo semejante.

Sin embargo, el propio Nixon se asombró ante una cualidad que resultaba imposible de definir pero que todos reconocían en él: De Gasperi irradiaba una fuerza interior y, cuanto más baja era la voz con que hablaba, mayor peso adquiría sus palabras. Se notaba que era un hombre con una profunda fe en su pueblo, en su país y en la Iglesia Católica.

Los oradores brillantes triunfan con frecuencia en las campañas políticas, pero De Gasperi, hombre tranquilo y poco impresionante, no era un orador con carisma visible y sólo muy de vez en cuando mostraba su genio político, pues poseía la fuerza, la inteligencia y la personalidad característica de los grandes líderes. 

Su porte era modesto y esta seguro de sí mismo y de su talento. Todos sabían que estaba dispuesto al compromiso con sus adversarios políticos, pero también estaban seguros de que De Gasperi siempre se mantendría fiel a sus principios éticos, morales y políticos fundamentales. 

Aunque se decía que era “el menos notable hombre notable de nuestros tiempos”, Nixon afirma que fue el más grande de los líderes políticos elegidos popularmente con quienes contó Italia desde la caída de la República Romana hace dos mil años.

Un hombre de dos culturas


De Gasperi nació bajo el dominio austriaco y hablaba perfecto alemán. En 1938, De Gasperi, entonces primer ministro de Italia y Robert Schuman, primer ministro de Francia, se reunieron por primera vez para tratar el tema de la unidad europea, de la cual serían, años más tarde junto con Konrad Adenauer en Alemania, sus principales impulsores. 

Católicos al igual que Adenauer, ambos estadistas comenzaron su conversación en francés, pero De Gasperi ya no lo recordaba muy bien. Entonces intentaron platicar en italiano, pero Schuman comenzó a tener dificultades. 

Luego de unos instantes de reflexión, De Gasperi propuso con timidez: “¿Por qué no hablamos en nuestra lengua materna?” Y con un suspiro de alivio ambos comenzaron a hablar con impecable fluidez en alemán.

Al igual que Schuman, que nació en Luxemburgo y se educó en Alemania, De Gasperi creció entre dos culturas. Súbdito del emperador Francisco José de Austria, fue diputado del Reichstag austriaco por su provincia nativa en el bajo Tirol que pasó a formar parte de Italia por el Tratado de Versalles. 

Las opiniones internacionales que lo hicieron campeón de la unidad de Europa, así como de la democracia, nacieron en los días en que combatió a los Habsburgos, luego a la Casa de Saboya y finalmente a los fascistas de Mussolini.

Mística e identidad cristiana


A lo largo de su vida De Gasperi procuraba asistir diariamente a Misa. Paul Johnson recuerda la notable y poética carta en la que le propuso matrimonio a su futura esposa, Francesca Romani, en 1921:

“La personalidad de Cristo vivo me atrae, me subyuga y me conforta como si yo fuera un niño. Ven, deseo que me acompañes, que sientas la misma atracción, como si te asomaras a un abismo de luz”.

Incluso cuando era primer ministro, De Gasperi llevaba una vida sencilla y devota. Cuando accedió por vez primera al cargo, tuvo que pedir un adelanto de su sueldo para poder comprarse un traje nuevo. 

De Gasperi comenzaba su jornada de trabajo dando un paseo, acompañado de su secretario de prensa cargado con un bloc de notas y un montón de caramelos que regalaba a los niños que iba encontrando por las colinas de Roma. Trabajaba hasta las nueve y media de la noche y con frecuencia apagaba las últimas luces de las oficinas del gobierno.

Durante varios años a partir de su llegada al poder, De Gasperi vivió con su esposa Francesca y con sus cuatro hijas en el mismo departamento (amueblado a plazos) que ocupaban cuando él era un sencillo funcionario del Vaticano. 

En su dormitorio toda la decoración se reducía a un Crucifijo y un cuadro de la Virgen.

El poder que De Gasperi llegó a tener en sus manos le permitió brindar a su familia un mayor bienestar, pero no llegó a la opulencia, pues cuando Nixon visitó Italia después de la muerte de De Gasperi, fue a visitar a su viuda y la encontró viviendo en un modesto departamento ubicado a las afueras de Roma.

Comienzos de una vocación política


En la Universidad de Viena De Gasperi había admirado a Karl Lueger, el famoso alcalde de la ciudad, pues veía que Lueger había indicado los modos de aplicación a la vida social, económica y política de las encíclicas sociales de los Papas para el progreso y el mejoramiento del pueblo. 

Por consiguiente, su formación pasaba por la vertiente del catolicismo social alemán y sus primeros escritos fueron publicados en el “Reichpost”, periódico católico austriaco.

La pasión política de De Gasperi se remonta al año de 1891 cuando un grupo de socialistas de la cercana Trento se enfrenta en Civezzano con un grupo de católicos, aunque sin mayores consecuencias. 

Sin embargo, Amedeo De Gasperi, padre de Alcide y jefe de la gendarmería austriaca local, fue acusado por los socialistas de no haber sabido mantener el orden público, por lo que tuvo que recurrir a la Magistratura para defenderse.

En 1892 De Gasperi entra en el colegio Obispal de Trento y durante cinco años aprende a regular su vida de acuerdo con los cánones de la disciplina moral más severa.

El eco de los acontecimientos eclesiales también resuena dentro del colegio y Alcide lo siente más cercano cuando regresa a su pueblo. Son famosas las audaces iniciativas del Padre Guetti y de sus colaboradores a favor de los campesinos y de los pobres, mediante la creación de la cooperación. 

Asimismo, el entusiasmo que el Padre Celestino Endrici está suscitando en los jóvenes con la exposición del pensamiento social cristiano expuesto en la encíclica “Rerum Novarum” (1891), despierta en De Gasperi un vivo interés.

En 1898 en Cles y en 1899 en Pergine, De Gasperi, con 18 años de edad, se presenta con el conocimiento de las iniciativas promovidas activamente en la diócesis tridentina para sacar a la población del estado de indigencia y explotación, sobre todo de la usura, y comprende la necesidad de contar con jóvenes energías que se pusieran a disposición de una causa tan noble como la de interesarse por los pobres, con el fin de darles voz y esperanza.

En 1899, en Pergine, De Gasperi se adhiere a la Asociación Universitaria Católica Tridentina (AUCT).

Una vez concluidos los estudios de bachillerato,, De Gasperi se va a Viena con  gran entusiasmo y compromiso social, de lo cual se darán cuenta los trabajadores emigrantes de Viena y los del Volberg.

De Gasperi no se contagió del ambiente de nacionalismo étnico ni de la creencia de que los Estados basados sobre él podían convertirse en utopías. En su primer discurso, pronunciado en Trento en 1902, proclamó: “¡Sed primero católicos, después italianos!” y deploraba el “endiosamiento” de la nación. Su lema era: “¡Católico, italiano, demócrata!, en ese orden.

En 1905, recién licenciado, deja Viena y vuelve a Trento donde al gran Obispo Eugenio Valussi le ha sucedido un amigo: don Celestino Endrici, quien conoce bien a Alcide y a su entusiasmo, pasión política y tenaz temperamento, por lo cual le confía el diario diocesano “La Voce Cattolica”. 

Así comienza la misión del joven de Gasperi a la edad de 24 años. Una misión que no sólo constituiría una profesión sino una toda una “vocación”.

Experiencia y madurez


De Gasperi era el antípoda natural de Mussolini y tuvo un debate con éste en 1909 sobre “el socialismo en la historia”, en una cervecería de Merano. Mussolini subrayaba la necesidad de la violencia y De Gasperi la necesidad de fundar la acción política en un principio absoluto, o como diría Giulio Andreotti: lo definieron genio del compromiso, lo que en él quería decir intransigencia férrea en los principios y líneas estratégicas, pero gran paciencia y flexibilidad en la búsqueda de mayor consenso. 

De Gasperi siempre pensó que Mussolini era un extremista destructivo en términos de “el bolchevismo de negro”.

Militante de l’Unione política popolare, de inspiración católica, es elegido diputado de la Cámara Austriaca por el Colegio de Val di Fíeme, ubicándose constantemente en la oposición y pronunciando valientes discursos para defender la italianidad de su provincia. 

Paul Johnson señala que su “Partido Popolare Triestino fue bien recibido por Don Luigi Sturzo en el Partido Popular Católico, que quizás hubiera gobernado a Italia entre las dos guerras, de no haber sido por el putsch de Mussolini”. 

Después del regreso del Trentino (de donde Alcide era originario) a Italia, De Gasperi es llevado a la presidencia del Partido Popular Italiano por el primer congreso de Bolonia en 1919. En 1921 es elegido diputado y preside en la Cámara al grupo de los popolari.

Dando muestras de una gran valentía, De Gasperi combatió al gran Estado totalitario de corte fascista. En 1925, durante el último Congreso del Partido Popular Italiano, De Gasperi resaltó: 

“Los principios teóricos y prácticos del fascismo son la antítesis del concepto cristiano del Estado, que establece que los derechos naturales de la personalidad, la familia y la sociedad son anteriores al Estado”. El fascismo es “el antiguo Estado policial disfrazado, que pende sobre las instituciones cristianas como la espada de Damocles”.

De Gasperi fue obligado a comparecer ante un tribunal fascista en 1926 e insistió: “Lo que no puedo aceptar es el concepto mismo del Estado fascista. Pues existen derechos naturales que el Estado no puede pisotear”. 

Después de la disolución de los partidos políticos y del derrocamiento de los miembros de la oposición de sus cargos de elección en 1926, el dictador Mussolini lo envió a la cárcel de Regina Coeli y es condenado a cuatro años de prisión en 1927. 

A su esposa, Francesca Romani, la encarcelaron no muy lejos, en Mantellate, lugar en donde permanecería durante veinte largos días con prostitutas y delincuentes.

En 1928, desde la clínica Ciancarelli de Roma, donde continúa detenido, reflexiona sobre su vida comenzando por la experiencia de la prisión que Alcide describe a su mujer, de acuerdo con la información recogida por el Padre Tito Sartori, postulador de la causa de canonización de De Gasperi:

“En mi vida de soledad hay que distinguir dos periodos. En el primero fui eremita – y el yermo estaba dedicado a la Reina del Cielo -. Entonces , por la particular solicitud del Gobierno, gocé de una soledad tan completa y de un silencio tan profundo que me pude dedicar con todo mi ser a la vida interior y a un trabajo de instrospección. (...) 

Al principio, yo estaba en el centro y todo lo demás se hallaba en la circunferencia: Dios, la familia, los amigos. ¿Dios? ¿Por qué había dejado que me tratasen así? ¿Qué hará la familia sin mí? ¿Qué dirán de mí los amigos? 

Este era entonces el modo de ver las cosas, como se ven normalmente en la vida, desde el centro del propio yo, es decir, desde nuestro punto de vista personal. (...) Luego, lenta, fatigosamente, gimiendo y suspirando bajo la presión de la experiencia, el centro se movió: ahora en el centro estaba Dios y yo me hallaba en la periferia, con el resto del mundo; una partícula de polvo en un torbellino inexplorable. Entonces traté de explicarme los acontecimientos desde su punto de vista. (...) 

Con gran esfuerzo y algunos intermitentes extravíos, intenté ver y explicar las cosas desde dentro. La vida de aquí abajo... un breve trazo de una trayectoria larguísima que se pierde en un diseño eterno, que se prolonga más allá de todo horizonte y de toda experiencia”.

El 27 de julio de 1928, gracias a la mediación de Monseñor Endrici ante el rey, llega por fin la liberación, pero llena de fuertes deberes y con una vigilancia a veces asfixiante. Además, debe quedarse en Roma y no puede establecerse en Trento o en Borgo Valsugana, con su mujer y sus hijas. No tiene dinero para pagar el hotel y comienza el calvario de buscar empleo. 

Las traducciones del alemán no rinden suficiente salario y recuerda los días en que, a los veinte años de edad, hacía fila en el convento de los frailes para recibir un pedazo de pan y un plato de sopa.

Alcide tiene un amigo joven y valiente: Igino Giordani, quien se compromete a buscarle un puesto en la Biblioteca vaticana. 

La firma del Tratado de Letrán, en 1929, permitió que S.S. Pío XI rescatara de la custodia a De Gasperi y lo enviara a la Biblioteca del Vaticano, donde estuvo refugiado durante los siguientes catorce años. Así, un impasible señor de cuarenta y ocho años comienza desde el último puesto la carrera de bibliotecario con un salario mensual de mil liras para él y su familia.

Alcide medita todos los días con la lectura de “La Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis y dirige a Dios su agradecimiento pleno. Cuando comienza a preparar la exposición mundial de las revista católicas en 1934, su familia está integrada por Francesca, su esposa y por sus hijas María Romana, Lucía (quien posteriormente vestiría el hábito de las Hermanas de la Asunción), Cecilia y Paola. 

De Gasperi coopera libremente en la Ilustrazione Vaticana y consigue, usando un seudónimo, publicar un libro sobre la encíclica Rerum Novarum.

Democracia Cristiana

 

En 1942, De Gasperi comienza a tomar parte en reuniones clandestinas antifascistas, preparando el documento conocido como Ideas Reconstructoras de la Democracia Cristiana, que sería como el acta de nacimiento del nuevo partido católico.


La retirada de la estepa Rusa en 1942 y el desembarco en Sicilia de julio de 1943 terminan con la caída de Mussolini el 25 de julio de este año. El 8 de septiembre de 1943 se proclama el Armisticio y al día siguiente los partidos democráticos constituyen el Comité de Liberación Nacional (CLN), pero en Roma los miembros de la cúpula deben esconderse. 

Durante la dictadura, De Gasperi se había dedicado a reconstituir el Partido Católico Popular que desde la liberación tomará nuevamente su antiguo nombre de Democracia Cristiana. Secretario general de esta formación, De Gasperi figura entre los miembros del CLN surgido de los diversos grupos de resistencia.

“Cuando el fascismo se derrumbó, De Gasperi – afirma Paul Jonson - era la única figura importante que no estaba manchada y que podía ofrecer al pueblo italiano una alternativa que no fuera otra forma de estatismo”. 

En 1944, a sus sesenta y cuatro años de edad, Alcide fue llamado a vivir la tercera y más sorprendente fase de su intensísima vida: reconstruir un país destruido para garantizar la libertad a millones de ciudadanos que lo invocaban desde lo más hondo de sus corazones, después de tantas lágrimas y de tanta sangre.

Mussolini había sometido a los italianos a un régimen retórico y duro, por lo que De Gasperi sentía que los italianos preferían en aquel momento que Il Professore les diera conferencias – afirma Nixon – a seguir soportando las exhortaciones que habían sufrido durante veintitrés años con Il Duce

Cuando hablaba en público, De Gasperi se perdía a menudo por las ramas y pronunciaba los discursos como si estuviera aturdido y en lugar de amplios ademanes del brazo, hacía gestos de corto alcance, casi agarrotados; en lugar de matáforas floridas, llenaba sus discursos de razonamientos meticulosos e impecables. 

A veces hacía una pausa para buscar entre sus papeles el dato exacto para confirmar sus palabras. Si, tras unos momentos, no lo encontraba, suspiraba y murmuraba: No importa, sigamos. Sin embargo, De Gasperi compensaba sus limitaciones como orador con su brillantez en el manejo democrático de los votos.

El gobierno de la Italia de posguerra fue un auténtico ejercicio de perseverancia. A diferencia de Alemania Occidental y de Japón, Italia quedó abandonada a sus propios recursos casi inmediatamente. 

No obstante, a pesar de los gravísimos problemas económicos y de las tácticas salvajes empleadas por los comunistas, el astuto y decente De Gasperi fue capaz de mantenerse en el poder desde 1945 hasta 1953, periodo durante el cual formó ocho gabinetes sucesivos basados en coaliciones dominadas por el Partido Demócrata Cristiano.

Cuando De Gasperi se convirtió en primer ministro en 1945, la producción agrícola e industrial se encontraba en niveles peligrosamente bajos y había un tremendo desempleo. Las reservas de alimentos llegaron a ser suficientes sólo para dos semanas. Sin embardo, al término de sus seis años de liderazgo, el sector agrícola se había recuperado y la producción industrial era más elevada que antes de la guerra. 

En efecto, mejoró la legislación social y para granjearse el apoyo de la clase media de pequeños propietarios, opera una reforma agraria que a partir de 1950 expropia más de 600 mil hectáreas en beneficio de campesinos sin tierra. También logró estrechar lazos con los Estados Unidos y con los otros países de Europa Occidental.

Al igual que Adenauer, De Gasperi creía que la única forma de proteger la libertad de sus respectivos pueblos consistía en la creación de una Europa unida capaz de resistir a la amenaza del comunismo de Europa oriental. 

También pensaban que una Europa unida podría reducir la amenaza interior a la paz europea derivada del nacionalismo y de la xenofobia. De Gasperi se reunió en múltiples ocasiones con Robert Schuman y Konrad Adenauer, como él demócratas cristianos de formación germánica, para dar el impulso definitivo a las primeras etapas del proceso de integración europeo. 

Junto con Charles de Gaulle, estos titanes europeos constituyen la maduración del activismo católico en la política.

Durante “la era De Gasperi” (1945-1953) Italia alcanzó prestigio político como miembro centrista de la sociedad europea (tanto para Adenauer como para De Gasperi, la política cristiana era centrista por naturaleza), aceptó el Plan Marshall, ingresó en la OTAN, se incorporó al Consejo de Europa y a la Comunidad Europea del Carbón y el Acero y promovió su propio “milagro económico”. 

El éxito de De Gasperi contribuiría a allanar el camino de Konrad Adenauer en Alemania. De Gasperi fue para la Italia contemporánea el presidente de la reconstrucción.

En 1945 De Gasperi tenía sesenta y cinco años de edad y Adenauer sesenta y nueve. Ambos provenían de las regiones de fronteras, hombres que reverenciaban a la familia como unidad social y estaban convencidos de que la característica más importante de la sociedad organizada debía ser el imperio del derecho, que a su vez debía reflejar el Derecho Natural, es decir, el predominio de valores absolutos.

De Gasperi sentía que su obligación mayor era la de construir un país moralmente renovado. 

Desde sus años juveniles, bajo el imperio austriaco, estaba convencido de que la democracia nacía del sentimiento de fraternidad, la cual tenía su fuente más importante en el Cristianismo. A su hija Romana le decía que “el sistema democrático necesita hombres de fe y de integridad moral”.

El 20 de noviembre de 1948, De Gasperi pronunció estas palabras en Bruselas:

“Si – como escribía Bergson – la razón de ser de la democracia es la fraternidad, hemos de admitir como hacía él que ‘la democracia es por esencia evangélica’. Podemos, pues, estar seguros de que en un régimen democrático libremente realizado, el fermento evangélico fecundará la democracia y renovará la civilización. 

Por consiguiente es nuestro deber ofrecer a la democracia la contribución de nuestra filosofía, de nuestra moral y de nuestra tradición”.

De Gasperi estaba convencido de que se debería dar la primacía a la conciencia moral, entendida como lealtad al patrimonio de valores que el Cristianismo había transmitido de generación en generación. 

Por este motivo quiso que fuera claramente escrito en el programa de la Democracia Cristiana, redactado mientras todavía se escuchaban los estruendos de las armas de la Segunda Guerra Mundial:

“Las reformas políticas, sociales y económicas, las garantías constitucionales, los controles administrativos, e incluso las mismas sanciones penales son ineficaces si no está viva y obra la conciencia moral. 

El carabinero, el policía, el revisor, el juez no son suficientes para frenar y acabar con la corrupción. Es necesario que controladores y controlados, custodios y custodiados, gobierno y gobernados se sientan responsables ante el supremo Creador y Moderador de todas las cosas.

“Los conflictos sociales no se pueden arreglar sin el sentimiento de fraternidad que es fermento de la civilización cristiana; los pactos internacionales son papel mojado si no tienen la salvaguardia de la conciencia moral. 

La libertad política de un pueblo sucumbe sin los frenos de una vida moral, porque si estos frenos no entran en acción, el gobierno estará obligado a una constricción excesiva e incluso a una dictadura férrea y sangrienta para llevar a cabo sus reformas”.

Un año crucial para Italia, para Europa y para el mundo lo fue 1948. El partido comunista italiano era el más numeroso y más rico de todo el mundo fuera del bloque soviético y los analistas predecían una victoria de los comunistas en las elecciones.

En México, la revista “La Nación” daba cuenta en ese importante año de lo ocurrido en Italia: Todo el domingo 18 y la mitad del lunes 19 de abril votaron los italianos. 

Desde los primeros recuentos se empezó a ver que el Frente Popular formado por los comunistas había sido derrotado en toda la línea y que no sólo no había logrado la mayoría necesaria para llegar al poder sino que ni siquiera había obtenido una mayoría suficientemente numerosa para exigir una participación en el gobierno. En cambio, la victoria de los demócrata cristianos era aplastante.

En estas cruciales elecciones el pueblo italiano dio al Partido Demócrata Cristiano, y por lo tanto a su coalición anticomunista, una abrumadora victoria de doce millones de votos que llevaron a De Gasperi a formar un gobierno demócrata cristiano con mayoría absoluta en el Congreso.

El victorioso Premier Alcide De Gasperi habló ante 30,000 personas congregadas frente a las oficinas del Partido Demócrata Cristiano:

“Acabamos de dar el ejemplo de un gran pueblo libre y nuestra victoria ha sido la de la dignidad de todo un pueblo... Esta manifestación triunfal no debe ser homenaje para un solo hombre sino para la causa por la cual hemos luchado y la que queremos seguir defendiendo. 

Las fuerzas del orden estuvieron al servicio del pueblo. Este es el camino que hemos seguido hasta ahora y el que pensamos seguir: libertad para todos los partidos, para todas las reuniones, para todos los organismos sindicales.

“En materia de política exterior buscaremos siempre la colaboración económica de Italia con los pueblos más fuertes y la solidaridad con todas las naciones democráticas. No somos reaccionarios porque no miramos hacia atrás sino hacia delante; queremos reformas sociales y las realizaremos. 

Los obreros italianos nada tienen que temer por nuestra victoria, pues no somos reaccionarios y por el contrario el Partido y sus hombres se proponen lograr reformas en gran escala, inclusive la reforma agraria, y garantizar el orden y la disciplina necesarios para la rehabilitación de la nación”.

Luego, a los jefes de los grupos juveniles obreros del Partido Demócrata Cristiano, les dijo De Gasperi:

“Todos vosotros luchasteis e hicisteis frente a las mayores dificultades y riesgos. Vuestro espíritu y vuestros sacrificios pueden compararse a los de los primeros cristianos”.

S.S. Pío XII y la Acción Católica


Un factor clave de las elecciones fue la decisión de S.S. Pío XII de movilizar a los voluntarios de la Acción Católica de las 24,000 parroquias de toda Italia en apoyo de De Gasperi y del anticomunismo. Nixon recuerda que se entrevistó con el Papa y comprobó que, al igual que De Gasperi, combinaba una intensa compasión humana con una comprensión realista de los asuntos de la política secular. 

En sus conversaciones, Nixon comprendió que el Romano Pontífice consideraba al comunismo como una amenaza para la Iglesia y para la libertad política italiana.

A medida que se acercaban las elecciones – reportaba en México la revista “La Nación” – cada día se hacía más evidente que la fuerza que podía decidirlas no era el Partido Demócrata Cristiano de Alcide De Gasperi sino la Acción Católica, cuyos miembros recorrieron casa por casa y pueblo por pueblo urgiendo a la población a que votara por los demócrata cristianos o por otros partidos anticomunistas, pero sin apoyar a los neofascistas.

En México, el régimen del PRI-gobierno prohibió la transmisión por radio de cualquier ceremonia religiosa durante la Semana Santa y se impidió la retransmisión del discurso de S.S. Pío XII glosado por la revista “La Nación”:

“En este año de zozobra y peligros, en este momento, heraldo de acontecimientos mundiales, tal vez definitivos o irreparables, sobre esta multitud de la Roma creyente, ciérnese una gran sombra de singular gravedad, un sagrado sentido de expectación. 

El que no está ciego ve; el que no es espiritualmente insensible siente; Roma, madre, maestra, heraldo de la civilización y de los valores eternos de la vida... se encuentra ahora frente, o más bien dentro de un cambio de los tiempos que exigen de la cabeza y miembros de la Cristiandad vigilancia suprema, preparación incansable y actividad incondicional. 

Ha sonado la gran hora de la conciencia cristiana... Vosotros sabéis lo que esa encrucijada significa y entraña para Roma, para Italia, para el mundo”.

A estas grandes acciones también se unieron las predicaciones radiofónicas del Padre jesuita Ricardo Lombardi, conocido popularmente como “el micrófono de Dios, lo cual nos da una mejor imagen de aquel intenso ambiente electoral.

Oscar Luigi Scalfaro, presidente de la República Italiana de 1992 a 1999, quien era un joven magistrado y presidía la Acción Católica en 1946, agradece a la Divina Providencia por haber puesto en su camino a dos grandísimas figuras: S.S. Pío XII y Alcide de Gasperi. Del Papa Pacelli ha dicho que tenía una inteligencia y una caridad extraordinarias, un hombre amable y extraordinario. 

Sobre De Gasperi afirma que es uno de los padres de la Constitución italiana y del proceso de integración europeo, forma parte de su vida y le reza todos los días. Trabajó por el bienestar de la gente, sobre todo de la gente pobre y en servicio de la paz. 

Fue un pensador y n estratega político de altísima estatura, reconocido por Italia, por Europa y por el mundo. De Gasperi dijo en una ocasión a los parlamentarios de la Asamblea Constituyente que tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial que “Es necesario que vuestra vida personal también sea coherente con los principios que afirmáis en la vida pública”.

No sólo de pan vive el hombre


De Gasperi comprendía el hambre que sufría su pueblo y los comunistas apenas les hablaban de otra cosa. Sin embargo, la gente del pueblo estaba acostumbrada a cantar, por lo cual, consciente de que no sólo había necesidad de alimentos, De Gasperi aprovechó una parte del presupuesto para restaurar el símbolo de la tradición cultural italiana: La Scala de Milán. 

No solamente hacía falta sustento para los cuerpos, sino también para los espíritus de los italianos.

Un hombre de Dios


El 17 de agosto de 1954 en su casa a la sombra de los Alpes Dolomitas, el anciano estadista llamó por teléfono al primer ministro Mario Scelba que iba a Bruselas a la conferencia de la Comunidad de la Defensa de Europa (CDE). De Gasperi, quien había sido primer ministro de Italia durante siete decisivos años después de la guerra, le imploró con lágrimas que se mantuviera firme en su defensa del Tratado. Al día siguiente cayó en cama presa de preocupación y aprensión. 

El jueves, pocas horas antes de la conferencia de la CDE el gran estadista católico murió a los 73 años de edad. Su muerte provocó sincero duelo en el pueblo italiano y en todo el mundo católico.

En sus últimos días – relata el Padre Tito Sartori -, la enfermedad de De Gasperi empeoraba y se quedaba en la cama mucho tiempo. En su prado había mandado poner, muchos años antes, un gran Crucifijo de madera de unos dos metros. 

Durante esos días pidió que le colocaran la cama de manera que pudiera verlo desde la ventana. Y aquella noche del 19 de agosto de 1954, después de repetir el dulce nombre de Jesús, se “encontró en un abismo de luz “. Como bien lo afirmó Santo Tomás de Aquino: “moriremos contemplando la Cruz de Cristo”.

Algunos pensamientos


La revista “La Nación” publicó una selección de pensamientos y expresiones de De Gasperi:

Sobre Europa unida: “Es necesario despertar y nutrir la idea de una Europa unida. Debemos tomar la ofensiva en la propaganda”.

Acerca de la democracia: “Estoy segurísimo de que si el Partido Demócrata Cristiano se desmoronara, la democracia caería por tierra en Italia e Italia estaría en peligro”.

A los comunistas: “Sigan silbándome. Las broncas son una demostración de democracia”.

Respecto a su catolicismo: “Yo no oculto en el misterio mi devoción a la Iglesia. Si triunfo será la idea la que habrá triunfado. Si caigo se deberá a mi propia incapacidad”.

La Fundación “Alcide De Gasperi”


El 13 de febrero de 1999, S.S. Juan Pablo II dirigió un mensaje a los miembros de esta importante fundación, en el cual, entre otras cuestiones les dijo:

Desde hace más de un cuarto de siglo, vuestra fundación, inspirándose en el pensamiento y en la obra del gran estadista italiano Alcide De Gasperi, se esfuerza por promover la paz y la cooperación entre los pueblos, con el estudio de los problemas de la sociedad internacional y colaborando con instituciones análogas presentes en Europa y en el mundo. 

En vuestras meritorias iniciativas habéis elegido como punto de referencia fundamental los perennes valores de la fe cristiana, esmerándoos por conjugarlos con la clara conciencia de que el camino de la paz pasa por un fuerte y constante compromiso cultural, realizado en unión con cuantos comparten vuestros nobles objetivos...

En el reciente Mensaje para la Jornada de la Paz, recordé que «ningún derecho humano está seguro si no nos comprometemos a tutelarlos todos. (...) Es indispensable, por tanto, un planteamiento global del tema de los derechos humanos y un compromiso serio en su defensa. 

Sólo cuando una cultura de los derechos humanos, respetuosa con las diversas tradiciones, se convierte en parte integrante del patrimonio moral de la humanidad, se puede mirar con serenidad y confianza al futuro. (...) 

El respeto integral de los derechos humanos es el camino más seguro para estrechar relaciones sólidas entre los Estados. La cultura de los derechos humanos no puede ser sino cultura de paz» (n. 12: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de diciembre de 1998, p. 7).

Bibliografía

Enciclopedia Universalis, Enciclopedia Universalis France, Editeur a Paris, 1975. Artículos consultados:
Volume 18, (Thesarus Index), Alcide De Gasperi
Volume 5, Démocratie Chrétienne
Volume 9, Italie
Volume 6, Europe, Histoire de I’idée europénne
Volume 1, Konrad Adenauer
Volume 20, (Thesarus Index), Robert Schuman

Gianni Valente, El arte de la mediación, Entrevista al senador italiano Giulio Andreotti, en revista 30 Días, año VII, No. 70/71, Madrid 1993, pp. 50-54

Giulio Andreotti, Dossier 1948, una transición memorable, en revista 30 Días, año XVI, No. 3, Madrid 1998, pp. 4-7

Gumersindo Galván Jr.  Vaticano, Italia, en revista La Nación, al servicio de México, año VII, No. 338, 3 de abril, México 1948, pp. 14-16

- Italia, en revista La Nación, al servicio de México, año VII, No. 341, 24 de abril, México 1948, pp. 14-15

- Italia, en revista La Nación, al servicio de México, año VII, No. 342, 1 de mayo, México 1948, pp. 14-15

- Muere el gran estadista católico italiano Alcide De Gasperi, en revista La Nación, al servicio de México, año XIII, vol. XXVI, No. 672, 29 de agosto, México 1954, pp. 14-15

Paul Johnson, Tiempos modernos, La historia del siglo XX desde 1917 hasta la década de los 80, Javier Vergara Editor, Buenos Aires 1992

Richard M. Nixon, Líderes, Perfiles y recuerdos de los hombres que han forjado el mundo moderno, Planeta, Barcelona 1983

The New Encyclopaedia Britannica, Encyclopaedia Britannica, Chicago 1995
Volumen 5, Alcide De Gasperi

Tito Sartori, Historia de un político católico, El postulador de la causa de canonización rememora la vida del estadista fallecido hace 40 años: su fe, los años de la guerra, la Reconstrucción, su muerte en olor de santidad, en revista 30 Días, año VIII, No. 84, Madrid 1994, pp. 50-56

www.elvaticano.com (sección de discursos de S.S. Juan Pablo II)

www.ewtn.com (sección en español de noticias católicas)


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