Por Bernardo López Ríos *
* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las
enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa
Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica
Para quienes nacimos en la década de
los 60's nos es fácil recordar el ambiente social de seguridad en México.
En el Distrito Federal podíamos platicar con el dependiente de una tienda sin rejas de por medio, (como empezó a haberlas desde el sexenio del ex presidente Miguel de la Madrid (1982-1986), cuyo lema de campaña irónicamente fue "por la renovación moral de la sociedad". En este año 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha comenzado a distribuir una muy cuestionada “Cartilla Moral”).
Abordar un taxi en la noche era lo más recomendable sin necesidad de que fuera de "Sitio" y casi nadie tenía algún familiar que hubiera sido asaltado y los "carteristas" no llegaban a ser crueles ni a ensañarse con la víctima como sucede hoy en día.
Reflexionando sobre estos hechos
podemos concluir que el crecimiento de la inseguridad pública en México se debe
fundamentalmente a las crisis económicas provocadas por la corrupción pública y
a la educación pública laica, sin valores éticos universales y trascendentes ni
meta moral última.
Señalar ésta última causa actualmente equivale a referirse a un tema tabú, porque rara vez los analistas hacen referencia a este dato sociológico.
En el año 2009 se publicó la siguiente
nota periodística:
“México,
quinto lugar mundial en delincuencia". La descomposición de las estructuras sociales en México
han propiciado que el país se encuentre hoy en el quinto lugar mundial con
altos índices de delincuencia organizada, y en el decimotercer sitio en delitos
de orden común.
"Esta situación se debe a que uno de cada cuatro mexicanos es víctima de un crimen cada año... De acuerdo con un reciente estudio, la criminalidad aumentó en 107 países que focalizaron la lucha contra la delincuencia organizada con mecanismos represivos y no con preventivos –cómo sucede en México" (Periódico "La Jornada", 24 de enero del 2009).
Los desengaños de un promotor de la
“educación” laica
En unas declaraciones publicadas el 14
de abril de 1999 en el periódico “El Heraldo de México”, el senador
del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alfonso Martínez
Domínguez,
“aseguró que la supresión de la
enseñanza religiosa en las escuelas públicas dejó desamparada de valores a la
niñez”.
Lamentando que la mayor parte de los
delincuentes fueran menores de 35 años y que el 33 por ciento de las madres
mexicanas fueran solteras, el entrevistado sacó una amarga conclusión:
“Hemos formado varias generaciones sin
que reciban los elementales principios morales necesarios para todo ser humano”.
A más de un siglo de distancia, los
hechos vienen dándole la razón al periodista católico Trinidad Sánchez
Santos quien, en 1897, en plena Cámara de Diputados, atacó las
consecuencias de la escuela laica,
señalando que encuestas hechas en Francia entre los criminales que habían
pasado por escuelas laicas y los que procedían de escuelas religiosas,
demostraban que el mayor número de delincuentes provenían de aquellos planteles
donde no se impartía ningún tipo de educación religiosa.
Sánchez Santos, director de “El
País”, uno de los periódicos de mayor tiraje durante el Porfirismo,
demostró con cifras cómo la criminalidad, tanto infantil como juvenil, se había
triplicado e incluso cuadruplicado en Francia desde que se había dejado de
impartir religión en las escuelas.
Sin mencionarlo directamente, Alfonso
Martínez Domínguez, político que había servido al autoritario sistema político
mexicano en todos sus niveles, desde simple recadero hasta gobernador del
estado de Nuevo León –pasando por diputado, senador, presidente del PRI y jefe
de gobierno del Departamento del Distrito Federal- confirmó los temores
expresados por un agudo periodista católico cien años antes.
(Cf. Carlos Alvear Acevedo, Guillermo
Bustamante Manilla, et.al., Historia de la antieducación en México,
Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), México, 2000, pp. 101-102).
En 1955 (hace más de medio siglo) el
gran autor M. Raymond escribió:
"Nadie
puede creer que una educación laica produzca una promoción de santos graduados.
Ni tampoco que la educación laica universal pueda producir un pueblo temeroso
de Dios y, mucho menos, amante de Dios.
"Aun menos se dará el caso de que quienes jamás han conocido el amor ni el temor, amen ni respeten a su prójimo.
"Por eso precisamente es por lo que se necesitó acuñar ese término -que suena bien, pero que tiene un significado terrible- de "el inadaptado social". ¡Se "educaron" en nuestras escuelas, no lo olvidemos!... ¡Miremos nuestras escuelas!
"En ellas se enseñan todas las
"guías" menos una, en la que, justamente, han de basarse las demás.
Sin ella, todas las otras son como un barco sin timón o una cometa sin cola.
Son peligrosas.
"La sociología sin teología es como un hombre sin cerebro... Una sociología sin Cristo, es como una psicología sin alma y una lógica sin pensamiento... Pero para remachar bien el clavo, me permito recordar que la sociología y la educación, así como la caridad ¡comienzan en el hogar!...
"Lo mismo que cuando aludo al Estado nunca parecemos daros cuenta de que estoy hablando de NOSOTROS. NOSOTROS somos el Estado, y, hasta cierto punto, el sistema educativo... si el mundo ha de salvarse,
"¡NOSOTROS somos quienes habremos de salvarlo!... ... necesitamos un renacimiento del amor. Pero nunca podremos tenerlo hasta que Jesucristo, el mayor Amante de todos los tiempos, ocupe su lugar debido como centro de todos los corazones y se convierta en la única inspiración de todos los hombres".
(Cf. M. Raymond, Un trapense encuentra el valor de "X", STVDIVM, Madrid, 1955, pp. 68-75).
En México la educación laica,
entendida como la actividad docente que prescinde de la instrucción religiosa,
se fraguó en los comienzos del siglo XIX mediante la acción de la corriente
liberal.
Valentín Gómez Farías, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo y Benito Juárez primero y Justo Sierra, Gabino Barreda y Manuel Baranda después, consolidaron su aplicación.
Ineficacia de la “educación” laica
"Aduzco un caso característico
respecto al particular. Se trata del capitán de un gran trasatlántico, que en
cada travesía gana sumas fabulosas de un modo ilegal… y, sin
embargo, es imposible consignarlo por medio de la ley.
"¿Cómo es esto?
"Muy
sencillo. Es cosa generalmente sabida que en los viajes por mar el pasajero ya
paga la manutención, una manutención abundante, que va incluida en el
billete.
"Si alguno se encuentra mal, si se marea y no puede comer durante varios días, naturalmente no se le restituye nada de lo que pagó de antemano.
Pues
bien, nuestro capitán no hace más que esto: a la hora de la comida y de la
cena, dirige el buque hacia las olas… muchos pasajeros empiezan a sentirse
indispuestos… dejan de comer… y queda la gran cantidad de comida, pagada de
antemano.
"¡Ganancia pura! ¿Cómo sería posible meterse en esto por la vía legal? ¿Qué remedio queda si en el mar hay olas?
Lo que pone dique a semejantes casos y
a miles y miles de engaños, es la palabra de la Sagrada Escritura:
“¿No
sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?”
(I Carta a los Corintios 6, 9).
"Con esto queda manifiesta la
necesidad del Séptimo Mandamiento".
(Cf. Monseñor Tihamér Tóth (1889-1931), Obispo de Veszprèm, Hungría, Los Diez Mandamientos, editorial Éxodo, México, 2004, p. 512).
Para
acabar con la inseguridad pública
"El jefe de policía de París,
después de un disturbio comunista, pidió que se aumentara el número de los
policías. Pidió mil hombres más, porque de lo contrario, no podía responder de
lo que pasara. Ya estaba París atestado de policías, policías a pie, policías
ciclistas, policías motorizados…
"Reflexionemos sobre esta noticia:
"El famoso escritor francés, Víctor Hugo, hizo una vez esta solemne manifestación en el Parlamento: Cuántas escuelas abrís, tantas prisiones cerráis. Y empezó la construcción febril… Brotaban las escuelas como hongos.
"Pero… no se permitió hablar en ellas de Dios, ni de religión, ni de vida eterna, ni de responsabilidad ante el Señor… Y así iban las cosas desde el año 1882.
"Llegó a su madurez esa generación de “educación” laica sin Dios y, a pesar de las escuelas, se pedían para contenerla mil policías más.
"¿Podrán
lograr mil policías a fuerza de violencia el respeto a la ley que sólo Dios
puede dotar de autoridad? ¿Serán suficientes en momentos de conmoción?
"Por sobrada experiencia sabemos que no. Si la autoridad y el respeto a la ley no son sostenidas por la fe anclada en Dios, entonces nada es capaz de sostenerlos.
"¡Ni la cultura! ¡Ni la escuela! ¡Ni la policía! ¡Ni las ametralladoras!... sólo puede sostenerlos la ley divina, el cuarto Mandamiento".
(Cf. Monseñor Tihamér Tóth (1889-1931), Obispo de Veszprèm, Hungría, Los Diez Mandamientos, editorial Éxodo, México, 2004, p. 272).
“Si
el Señor no construye la casa, en vano se esfuerzan los albañiles, si el Señor
no protege la ciudad, en vano vigila el centinela” (Salmo 127).
El
Padre Juan Jesús Priego hacía esta reflexión:
Si yo hiciera la pregunta, podría ser
tomado por sospechoso, pero no soy yo quien la hace, sino un sociólogo inglés
de altísimos vuelos llamado Anthony Giddens:
“Cómo
vivir en un mundo en el que ya nada es sagrado?”
Con la desaparición – y la probable
muerte – de 43 muchachos normalistas, algo ha acabado en México, y esto que ha
acabado no es sólo la ilusión, la confianza y la paciencia de los mexicanos, sino
sobre todo la ya vieja y siempre
estúpida creencia de que no necesitamos a Dios para organizar y ordenar las
sociedades.
Durante mucho tiempo nuestros
gobernantes se han esforzado - ¡y vaya que lo han hecho! – por expulsar a Dios
de todos los ámbitos de la vida, y diríamos que casi lo han conseguido.
Pero con lo que no contaban – ni que
fueran tan listos – es que, al eliminar a Dios, eliminaban también al hombre,
dejándolo, por decirlo así, como a la intemperie. Si lo sagrado no existe,
entonces tampoco la vida es sagrada, y entonces…
Saque el lector las conclusiones
pertinentes al caso…
¡Qué fracaso nuestra educación
nacional! ¡Qué fiasco nuestro laicismo!
A nuestros jóvenes les hemos quitado a
Dios, pero no les hemos dado nada a cambio.
Y si ahora estos jóvenes se ponen a
jugar al tiro al blanco ante objetivos vivientes, ¿de qué nos espantamos? ¿No
les hemos dicho machaconamente que lo sagrado no existe?
Hemos construido la ciudad sin Dios,
pero en esta ciudad tampoco hay sitio para el hombre.
Según Werner Plum – famoso sociólogo
alemán -, el pecado de los constructores de Babel fue éste: haber querido
expulsar a Dios de la ciudad.
“La
torre – escribe – en uno
de sus libros - no estaba
consagrada a ningún Dios… Desprecio hacia Dios y desprecio hacia el hombre: eso
es lo que alentaba en el espíritu de aquellos modernos constructores de
ciudades”.
Cuando Cristo nació, con qué crudeza
dice el evangelista que no hubo para Él sitio en la posada. Pues bien, han
pasado los siglos y sigue sin haber sitio para Él. ¡Lo hemos expulsado de todos
los ámbitos de nuestra vida! De la economía, de las escuelas, de las
universidades y de los hospitales…
La
nuestra ha sido una infatigable labor de exculturación de Dios. Pero no
contábamos con una cosa: que si no hay lugar para Él, nuestra tierra queda
baldía, y la vida humana se vuelve tan intrascendente y tan pequeña que cabe
incluso en una bolsa negra de basura.
Ha sido de propósito que no he querido
citar aquí a ningún autor católico, para que no se diga que es ésta una
reflexión sesgada.
Termino, pues, con las palabras que,
poco antes de morir, el sociólogo polaco y marxista de confesión Leszek
Kolakowski dejó escritas en ese libro honrado y sincero que es “La Modernidad
siempre a prueba”:
“Se
dirá que de pronto despertásemos para advertir cosas que los humildes párrocos
llevan tres siglos diciendo en sus sermones dominicales.
“No
dejan de explicar a su grey que un mundo que ha olvidado a Dios ha olvidado la
distinción misma entre el bien y el mal, ha hecho que la vida humana carezca de
sentido y se ha hundido en el nihilismo.
“Y
ahora nosotros, orgullosamente atiborrados de conocimientos sociológicos,
históricos, antropológicos y filosóficos descubrimos la misma sencilla verdad,
que procuramos expresar en un lenguaje un poco más refinado”.
(Cf. Padre Juan Jesús Priego, “México ha expulsado a Dios, ¿de qué nos
espantamos?”, en periódico Desde la
Fe, Semanario católico de formación e información, No. 925, del 16 al 22 de
noviembre, México, 2014, p. 3).
Testimonio de Lech Walesa
En 1998, Lech Walesa, ex presidente de
Polonia, afirmó durante una conferencia en México:
“Se equivocan quienes piensan
que las soluciones a los problemas de orden social está en la ley y el derecho,
pues la ley sólo castiga a quien se deja capturar.
“La gente no trabajará rectamente si
no hay Dios. Basemos la ley en el Decálogo y en la conciencia, y no harán falta
policías ni tanques para vigilarnos”.
Al hablar acerca de los problemas, de
la injusticia y de la mala distribución de la riqueza, señaló que:
“las revoluciones no traen nada bueno.
Ni la revolución bolchevique ni la de Castro elevaron el nivel de vida de los
pobres.
“Para lograr el milagro de los
cambios, se requiere, -dijo
citando su propia experiencia bajo el régimen totalitario comunista- creer
en Dios y creer en lo que se hace, y entonces el aprovechamiento depende de
uno”.
Interrogado acerca del papel del Papa
Juan Pablo II en la caída del comunismo, Walesa señaló que:
“Fue el factor principal del cambio en
Polonia, pero no fue un conspirador. Él, en 1979, simplemente nos reveló
verdades y nos exhortó a que no tuviéramos miedo.
“Con las verdades de Juan Pablo II
organicé el sindicato “Solidaridad” (el primer sindicato independiente en el bloque
socialista).
“Duramos un año en hacerlo, y la lucha
parecía sin posibilidad, pero con fe en Dios, las armas que nos amenazaban no
tuvieron poder para doblegarnos, aunque ciertamente la victoria tardó diez años
en llegar… en la vida pública no pueden dejarse aparte los valores básicos”, concluyó.
(Cf. Periódico Nuevo Criterio,
año X, no. 8, (233), 2ª quincena de abril, México, 1998, p. 1).
Y en una entrevista para el diario
italiano “La Stampa”, el Papa Juan Pablo II afirmó
en 1993:
“En el Este, ciertos valores se han
devaluada menos. Si un hombre vive en un sistema que es programáticamente ateo,
incluso en un país como Polonia, percibe mucho mejor el significado de la
religión.
“Percibe algo que no siempre se
percibe en Occidente: que Dios es la fuente de la dignidad del hombre,
la fuente única, absoluta.
“El hombre en el Este lo percibía, y
lo percibía un prisionero del “gulag”, lo percibía Alexander Soljenitzyn.
“En Occidente, el hombre no es tan
consciente de esto. Es consciente sólo hasta cierto punto. En gran parte, su
conciencia se ha secularizado”.
(Cf. Yas Gawronsky, “El Papa
en entrevista: El capitalismo salvaje no debe destruir lo bueno del
comunismo”. El derrumbe socialista, por el mensaje cristiano; hoy se
requiere una tercera vía, dice a “La Stampa”, en revista Proceso,
no. 888, 8 de noviembre, México, 1993, p. 42).
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