Para leer la historia de la pobreza
Por
Bernardo López Ríos *
*
Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa
Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II
y del Magisterio de la Iglesia Católica
El hombre es un pobre que precisa pedir todo de Dios
Saint Jean-Marie Vianney, Cura de Ars
La felicidad del hombre no requiere abundancia de bienes; una medianía le basta
Imitación
de Cristo, Beato Tomás de Kempis
Preámbulo
Los pobres, en cuanto tales, habían sido los grandes
olvidados de la historia. Sin embargo, desde su origen, la Iglesia ha acogido a
los pobres y a la pobreza como cuestiones permanentes que la interpelan sin
cesar. Pero ya hace algunos decenios que los historiadores han mostrado su
predilección por el mundo de los olvidados. Los ausentes de la historia
se han visto invitados a entrar en ella: emigrantes, desarraigados, esclavos,
cautivos, víctimas del hambre y de la miseria...
El servicio a los pobres y la búsqueda de la pobreza,
indisociablemente unidos entre sí, forman la trama y la cadena de una inmensa
tarea llevada a cabo por Paul Christophe, profesor en el Instituto
Católico de Lille y en el Seminario de San Sulpicio, quien ha pretendido trazar
unas perspectivas, señalar unos conjuntos y subrayar las evoluciones en la
actitud de la Iglesia ante la pobreza, en su obra Pare leer la historia de
la pobreza (del siglo I al siglo XX), de la cual presentamos la siguiente
reseña que abarca del siglo XI al siglo...:
La primera dificultad de los historiadores ha sido la de
definir qué es un pobre, ya que el contenido de esta palabra ha ido variando
considerablemente a lo largo de las épocas. Michel Mollat ha dado para la Edad
Media una definición que puede ser considerada con validez para todas las
épocas:
El pobre es el que, de forma permanente o
temporal, se encuentra en una situación de debilidad, de dependencia, de
humillación, caracterizada por la privación de medios, variables según las
épocas y las sociedades, de poder y de consideración social: dinero,
relaciones, influencia, poder, ciencia, calificación técnica, nacimiento
honorable, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personal.
Viviendo al filo de cada día, no tiene ninguna oportunidad de elevarse sin la
ayuda de otro. Esta definición puede incluir a todos los frustrados, a todos
los marginados, a todos los abandonados, a todos los preteridos por la
sociedad; no es específica de ninguna época, de ninguna región, de ningún
ambiente.
Tampoco excluye a los que, por ideal ascético o místico, quisieron
desprenderse del mundo o que, por abnegación, escogieron ser pobres entre los
pobres.
Introducción
Los movimientos de
pobreza que se desarrollan del siglo XII al XIV “contenían simultáneamente: la
exigencia del desprendimiento, la contradicción entre el reconocimiento de la
aflicción de la pobreza material y su sublimación espiritual, la paradoja de
una opción por un estilo de vida humillado.
En una palabra, era un desafío lanzado a la riqueza y al poder bajo sus aspectos sucesivos: posesión de la tierra, de la fuerza de las armas, de títulos, de influencia, de dinero y hasta del mismo saber” (M. Mollat).
Hacerse verdadero pobre: obra difícil entre
las que más, que necesita mucho aliento y un esfuerzo continuamente renovado.
De reforma en reforma, los amantes de la pobreza consiguen, con los Hermanos
Menores, ver en la condición del pobre el camino real del anuncio de la
salvación. Queriendo vivir la pobreza, no sólo individual sino colectivamente,
los mendicantes contribuyen a rehabilitar la imagen del pobre y suscitar un
nuevo impulso de generosidad a favor de los necesitados.
Al final de la Edad Media, las
dificultades económicas, el hambre y las guerras multiplican el número de
pobres. Inspiran miedo a los demás. Se refuerzan el orden público, las
preocupaciones sanitarias, el ideal humanista y el espíritu mercantilista... La
Iglesia se ve enfrentada con nuevas y terribles cuestiones.
1. Obras de misericordia y derechos de los pobres
Siglos XI - XIII
Desde mediados del siglo XI se observa una
evolución considerable que afecta al lugar de los pobres en la sociedad. A las
catástrofes naturales se añaden la expansión demográfica, el desarrollo de la
economía monetaria y la urbanización: hay muchos hombres que no logran
insertarse en la sociedad rural.
La primera cruzada representa una
salida para todos los grupos de excluidos o de rebeldes, que viven al margen de
las ciudades y del mundo rural. La llamada de Urbano II sobreviene en pleno
período de miseria y de hambre. La penuria no permite a los monasterios
socorrer a los pobres. Algunas abadías no tienen más remedio que comprar
víveres en el exterior.
A mediados del siglo XII, desde Alemania
hasta España, cada generación conoce nuevas calamidades. Las lluvias, las
inundaciones, la destrucción de las cosechas originan una tremenda penuria de
alimentos. La gente muere de hambre a la puerta de los monasterios. La miseria
alcanza incluso a los señores, que sólo pueden escapar de la miseria gracias a
sus relaciones.
La falta de tierras afecta a los
campesinos sin recursos posibles. No siempre la roturación de nuevas tierras
tiene buenos resultados. Algunos aldeanos no tienen más que sus brazos para
trabajar y llegan a formar una multitud de “jornaleros”. Las deudas les obligan
muchas veces a huir a nuevas tierras. A finales del siglo XII son muchos los
trotamundos. Se refugian en los bosques o acuden a la ciudad a tentar suerte.
Los atrae el desarrollo urbano y la esperanza de sacudir su pobreza.
El rico feliz y el pobre vergonzante
No es extraño ver aparecer a los pobres
vergonzantes en el siglo XII, y masivamente en el XIII, en una época en que se
multiplican los que pierden su condición social. El pobre se avergüenza de no
ser bastante rico para sostener su rango.
La expresión se refiere a los que han
decaído de las capas superiores de la sociedad.
El “Decreto” de Graciano los
recomienda especialmente a la caridad de los Obispos. Su generosidad tiene que
atender de forma privilegiada a los correligionarios, a los parientes, a los
ancianos, a los débiles y a los que han bajado en la escala social...
En los siglos XII y XIII se fundan instituciones y cofradías para aliviar los sufrimientos de los pobres vergonzantes... A medida que se avanza en el siglo XIII, el pobre vergonzante llega a veces a designar al que no se atreve a pedir limosna.
En una época en que se multiplican los marginados hasta el punto de constituir una clase amenazadora, el “pobre vergonzante” puede designar al “pobre bueno”, inofensivo, en oposición a los pobres vengativos, a los falsos mendigos contra los que se tomarán en el siglo XIV medidas represivas.
En los siglos XII y XIII se fundan instituciones y cofradías para aliviar los sufrimientos de los pobres vergonzantes... A medida que se avanza en el siglo XIII, el pobre vergonzante llega a veces a designar al que no se atreve a pedir limosna.
En una época en que se multiplican los marginados hasta el punto de constituir una clase amenazadora, el “pobre vergonzante” puede designar al “pobre bueno”, inofensivo, en oposición a los pobres vengativos, a los falsos mendigos contra los que se tomarán en el siglo XIV medidas represivas.
Los septenarios de la misericordia
Ante el aumento de la miseria, los
pastores y los predicadores se apoyan en los datos de la Sagrada Escritura –
especialmente en el C. 25 de San Mateo y en la sepultura de los muertos del
libro de Tobías- y recogen toda una tradición patrística de las obras de
misericordia fijándolas en dos septenarios:
“Visito, doy de beber, alimento,
redimo, visto, curo, entierro.
Aconseja, reprende, enseña, consuela,
perdona, soporta, reza”.
Estos dos versículos mnemotécnicos permiten
grabar en el espíritu de los fieles las siete obras de misericordia corporal y
las siete de misericordia espiritual... No es de extrañar, entonces, que los
laicos multipliquen en los siglos XII y XIII las instituciones de caridad y las
cofradías, dedicadas a poner en práctica los septenarios de la misericordia.
Las obras de misericordia
Los monasterios no son ya suficientes para
atender a una miseria pluriforme. La pobreza engendrada por el crecimiento de
las ciudades permanece de ordinario al margen de la hospitalidad monástica. Tal
es el caso de los arruinados, de los mendigos, de las prostitutas que intentan
abrirse paso en la vida dentro del anonimato de los barrios bajos.
Los clérigos y los laicos se organizan
para responder a las nuevas necesidades de los pobres, que se han hecho
omnipresentes, como lo atestiguan las representaciones del arte románico.
Lázaro solo, sin amigos, figura a menudo grabado en piedra, como el pobre que
ha llegado al grado supremo de la indigencia.
Las casas hospitalarias
Laicos y canónigos fundan hospitales que
corresponden a asilos para pobres, peregrinos y enfermos. Las aldeas de
Biterrois –la región de los valles inferiores del Orb y del Hérault- poseen un
hospital, una “caridad” y también a veces una leprosería.
A partir de 1150
nacen iniciativas individuales de ricos campesinos ligados al ambiente urbano.
El hospital funciona como un hospicio para los pobres y la “caridad” distribuye
alimentos. Muchos feligreses participan en la administración de estas
instituciones que alimentan con sus donativos y sus legados.
Los hospitales se multiplican en las
ciudades, para ofrecer a los pobres, ancianos, prostitutas, niños expósitos,
así como a los peregrinos y los enfermos, alimento y cobijo. También surgió la
obra de los sudarios para los pobres difuntos.
En Roma, el hospital de Santa María in
Saxia, fundado a comienzos del siglo XIII, acoge a los niños abandonados y a
los huérfanos, ocasionalmente a las mujeres encintas y a las prostitutas, y
habitualmente a todas las categorías de pobres: los enfermos que todas las
semanas recoge una carreta, los sanos que se albergan durante algunos días y
los pobres vergonzantes que no se atreven a mendigar.
La Orden del Espíritu Santo, a la que pertenece este
hospital, se extendió hasta Polonia y Escandinavia.
La hospitalidad en los caminos
El renacimiento del comercio, el atractivo
de las ferias y la devoción de los santuarios famosos pusieron en camino a una
muchedumbre de “pies polvorientos”. Para ayudar a todos estos caminantes, se
organizó en los siglos XII y XIII una red de hospitalidad varia.
En el origen de la construcción de un puente
se encuentra a menudo una cofradía, los “fratres pontis”, o sea, los hermanos
del puente, de un puente particular. Esta cofradía reúne a los laicos que
dirigen la construcción del puente y administran la casa del puente, el
hospital y la capilla.
Estaban organizados como instituciones independientes y
no formaron nunca una orden, aunque después de la Edad Media prevaleció la
costumbre de agrupar a estas cofradías con el nombre de “fratres pontífices”.
La redención de cautivos
En una Europa meridional enfrentada con el
islam, la misericordia se manifiesta también en la obra de redención de
cautivos. Hay dos órdenes que aceptan esta misión: la Orden de la Trinidad,
fundada por San Juan de Mata en 1198, y la de la Merced, fundada por San Pedro
Nolasco después de 1218...
La Orden Trinitaria se arraiga en el
movimiento de pobreza de los siglos XI y XII, que impulsa a la vida eremítica a
muchos laicos y clérigos a los que no satisface la vida instalada de los
monasterios tradicionales y quieren parecerse a los pobres involuntarios. Se
funda después de la toma de Jerusalén por Saladino y el regreso de Ricardo
Corazón de León a Occidente; entonces se quedaron en Tierra Santa muchos
cautivos en manos de los sarracenos.
La Orden Trinitaria estableció así
nuevas relaciones entre la Cristiandad y el mundo islámico. Enteramente
dedicada a la obra de la redención, la Orden no depende de los poderosos, sino
que trabaja bajo la dependencia de los Sumos Pontífices.
La regla organiza una vida de pobreza y de
reparto de bienes en beneficio de los prisioneros; no es ya una orden militar
como las que surgieron cuando la Primera Cruzada, sino religiosos consagrados a
la Santísima Trinidad, fuente de amor, para la redención de cautivos en peligro
de perder la fe cristiana...
Cuando murió Juan de Mata en 1213, la Orden
Trinitaria estaba ampliamente extendida en Europa.
Pedro Nolasco y otros laicos, con el apoyo
de Jaime I, Rey de Aragón, fundan en España la obra de la Merced, que consagra
lo esencial de sus recursos a la liberación de los cautivos, expuestos al
riesgo de renegar de su fe cristiana. Los mercedarios se comprometen por un
voto especial a tomar el lugar de un esclavo que se encuentra enfrentado con
ese peligro.
Si sus recursos no son suficientes para realizar una redención, el
mercedario debe estar dispuesto a quedarse como rehén... De un gran valor y muy
apreciados, los mercedarios se implantaron por toda España y por los puertos de
Francia, de Italia y de África del norte.
San Ramón
Nonato
Se le llama Nonato
(no-nacido) porque nació después de morir su madre. En
efecto, el calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón por el
hecho de haber sido extraído vivo del vientre materno, por medio de una cesárea,
gracias a una incisión, inspirada y urgente, que la daga del vizconde de
Cardona practicó en el vientre de la madre muerta, para que el niño pudiera
nacer.
Ramón Nonato nació en el año 1200 en Portell, cerca de
Barcelona. Descendía de padres nobles y virtuosos, emparentados con las
ilustres familias de Fox y de Cardona. A los 24 años ingresó en la Orden de las
Mercedes, dedicándose a la liberación y redención de los esclavos en una España
todavía ocupada por los moros. Luego de un viaje a Roma, volvió a España y de
allí fue a Argelia.
Se hizo esclavo para mantener viva la fe con la palabra pero
también con su propio ejemplo. El gesto en sí estuvo orientado para la
liberación de un cristiano cuya fe vacilaba (él tomó su lugar como esclavo).
Tuvo que soportar torturas muy crueles por su nueva condición. Pero su actitud
tenía un alcance aún mayor: llegar con su prédica hasta los mismos
musulmanes calando hasta lo más hondo.
Sus perseguidores, para que no hablara, le perforaron los
labios con hierro caliente y se los cerraron con un candado. Pero su profunda
fe no le hizo caer, y como pudo siguió exhortando a los cristianos, caídos en
la esclavitud, a perseverar en la fe y a practicar aún entre los infieles el
amor fraterno.
En 1239 fue liberado y el Papa Gregorio IX quiso nombrarlo
Cardenal y llamarlo a Roma como consejero, pero durante el viaje se enfermó y
murió el 31 de agosto de 1240 en Cardona. San Ramón Nonato es el abogado de las
mujeres que van a dar a luz.
El derecho de
los pobres a la educación
En el Concilio Lateranense III (1179), el
Papa Alejandro III establece el principio de la gratuidad de la enseñanza para
que los estudiantes pobres puedan aprovecharse de él y reconoce el derecho a
enseñar de todos los maestros capacitados para ello:
La Iglesia de Dios tiene la obligación de
atender como una madre solícita a los necesitados, tanto en lo que corresponde
al sustento corporal como en lo que contribuye al progreso del alma.
Por eso,
para evitar que los pobres sin fortuna familiar se vean en la imposibilidad de
estudiar y de progresar, se designará en cada iglesia catedral, al maestro
encargado de enseñar gratuitamente a los clérigos de esa iglesia y a los
estudiantes pobres, un beneficio conveniente para remediar las necesidades del
profesor y abrir a los estudiantes el camino del saber.
En las otras iglesias o
monasterios, donde existía una fundación para ello, se la restablecerá... (Concilio Lateranense III, canon 18).
El Papa
Gregorio VII
Hildebrando fue un
monje de gran fe e iniciativa que llegaría a ser el papa Gregorio VII. Nació
entre 1019 y 1030. Se educó en un monasterio de Roma y pasó al servicio del
Papa. Entró en la Abadía de Cluny, pero el Papa lo llamó a Roma. Aquí
Hildebrando se hizo de muchos amigos que deseaban la renovación de la Iglesia.
Fue muy estimado por los Papas. Mientras se desarrollaban los funerales de su antecesor, Hildebrando fue elegido Papa. Siendo ya Papa, defendió la vida monástica con su mentalidad abierta, abrazó a todos bajo un gran ideal.
Pensaba que la autoridad suprema era el Papa y no el emperador y que todos los cristianos estaban llamados a luchar por la paz, la justicia y el amor de Dios. Se preocupó, por eso, de todo el Occidente cristiano y se sintió responsable de todos.
Fue muy estimado por los Papas. Mientras se desarrollaban los funerales de su antecesor, Hildebrando fue elegido Papa. Siendo ya Papa, defendió la vida monástica con su mentalidad abierta, abrazó a todos bajo un gran ideal.
Pensaba que la autoridad suprema era el Papa y no el emperador y que todos los cristianos estaban llamados a luchar por la paz, la justicia y el amor de Dios. Se preocupó, por eso, de todo el Occidente cristiano y se sintió responsable de todos.
Renovación de
la pobreza voluntaria
A finales del siglo XI y comienzos del XII,
la atención monástica a los pobres se ve desbordada por la afluencia de
mendigos y no puede tampoco llegar a los nuevos pobres: los excluidos,
desterrados, marginados refugiados en los bosques o agregados a la población de
las ciudades.
Los ermitaños y
la pobreza compartida
Alrededor del año 1100, muchos ermitaños se
unen en los bosques a los desterrados y a los marginados, llevados por el deseo
de servir a Cristo pobre... Viviendo en una choza de ramas o en una cueva, el
ermitaño ha escogido vivir, como un pobre, de un trozo de tierra cultivado, del
trabajo en el bosque o de la alfarería. Estos solitarios son en su origen
clérigos o monjes, pero también laicos. Se asiste a un deslizamiento en el vocabulario,
que traduce muy bien el éxito de los ermitaños que se han hecho pobres por el
amor de Dios. La apelación “pobres de Cristo” (o “espirituales”), reservada
largo tiempo a los monjes, se aplica ahora a los pobres involuntarios.
Los Obispos y los dignatarios eclesiásticos
tienen en gran consideración a estos seguidores del pauperismo integral, que
son los ermitaños, los reclusos y las reclusas... Muchos de estos grupos de
ermitaños llevan una vida dura y se entregan a veces a la predicación. Pero su
existencia es efímera. Otros se arraigan profundamente para dar origen a nuevas
órdenes.
El Cister y la
pobreza laboriosa
Roberto de
Molesmes deja el monasterio que había fundado y escoge la vida eremítica. En el
año 1098 se retira con unos veinte compañeros a un lugar solitario, en CITEAUX,
cerca de Dijon.
Roberto y sus compañeros observan una
ascesis muy severa. En un lugar pantanoso (“cistels” = juncos) funda el nuevo
monasterio (“novum monasterium”), cuya novedad esencial quiere ser el retorno a
la observancia literal de la regla de San Benito.
En 1112, la llegada de Bernardo, joven señor de Fontaines-LES-Dijon, con unos treinta compañeros, asegura a CITEAUX un rápido impulso. Se multiplican las fundaciones y su irradiación, sobre todo desde Clairvaux, resulta prodigiosa...
En 1112, la llegada de Bernardo, joven señor de Fontaines-LES-Dijon, con unos treinta compañeros, asegura a CITEAUX un rápido impulso. Se multiplican las fundaciones y su irradiación, sobre todo desde Clairvaux, resulta prodigiosa...
El monje tiene que suprimir en su
alimentación la grasa y los manjares delicados. Los cistercienses dormirán
vestidos, acostados en un saco de paja, en un dormitorio común.
Siguiendo el ejemplo de CITEAUX, los
monasterios tendrán que establecerse en un lugar desierto, apartado de los
hombres, en ruptura total con el mundo. La Orden del Cister quiere volver a la
pobreza laboriosa y se niega a vivir del trabajo de los otros.
Por tanto, no acepta ni las tierras dadas en beneficio, de las que sólo tendría que percibir las rentas, ni los diezmos ni los sirvientes. Los mismos monjes explotarán sus tierras. Se establecen en lugares sin cultivar para desbrozarlos. Renuncian a poseer molinos y hornos comunes, o rentas que los asemejen a los señores laicos.
Por tanto, no acepta ni las tierras dadas en beneficio, de las que sólo tendría que percibir las rentas, ni los diezmos ni los sirvientes. Los mismos monjes explotarán sus tierras. Se establecen en lugares sin cultivar para desbrozarlos. Renuncian a poseer molinos y hornos comunes, o rentas que los asemejen a los señores laicos.
San Bernardo
Bernardo nació en
Dijon, en los límites de Francia y Alemania, el año 1090. En el castillo de sus
padres pasó los primeros años. Su madre, cuando aún esperaba el nacimiento de
su hijo, tuvo un sueño: su hijo estaba llamado a una gran misión en la Iglesia.
Por eso, cuando su hijo comenzó a crecer, ella trató de inducirlo a una vida de
oración y hacia la carrera eclesiástica.
Pero Bernardo no le hacía mucho caso:
le agradaba la vida del castillo y las cabalgatas y cacerías por los
alrededores. Asistió a la escuela. En 1103 murió su madre. A los veinte años,
Bernardo se preguntó sobre su porvenir, entre dudas e indecisiones.
Finalmente,
en la noche de Navidad tuvo una visión del Niño Jesús. De inmediato decidió
hacerse monje, pero no se fue solo, sino que convenció a cuatro de sus hermanos
y a veintiséis parientes y conocidos. En 1112 llegaron al monasterio del
Císter.
En 1115 Bernardo
partió en dirección a Claraval para fundar un nuevo monasterio. Aquí
construyeron una iglesia románica, muy sencilla, y la dedicaron a la Santísima
Virgen María, de quien Bernardo era muy devoto. Terminada la construcción del
monasterio, Bernardo fue consagrado como Abad.
Como Abad de
Claraval, Bernardo fue uno de los abades que en 1119 firmaron la regla de la
orden cisterciense aprobada por el Papa. En este documento recalcaron su
voluntad de observar la regla de San Benito en su espíritu original.
Se
introdujo de nuevo el trabajo manual, se insistió en el alejamiento del mundo y
se dedicó una mayor atención a los pobres y a los humildes. Bernardo fundó personalmente
unos sesenta y seis monasterios y con su prestigio facilitó la difusión de la
Orden por toda Europa..
San Bernardo
deseaba que el arte fuera sencillo, sin demasiados ornamentos. Así nació el
“románico cisterciense”: se preocupó de que los monasterios e iglesias fueran
sencillos y pobres; procuró, además, que las decoraciones e imágenes no fueran
demasiado numerosas, sino pocas y llenas de sentido, para que ayudaran a la
meditación de los monjes y de los fieles; dio una notable preferencia a las
imágenes de la Santísima Virgen María.
Era, además, un hombre de gran cultura.
Fue el mayor representante del movimiento conocido como “humanismo monástico”.
La Cartuja y la
pobreza escondida
Alrededor del año
1100, especialmente por los deseos de renovación en la Iglesia, se difundió en
diferentes clases de la población cristiana el deseo de vivir en una forma
sencilla, de acuerdo con el Evangelio. Muchas personas se retiraron a la
soledad. Fue un movimiento que se organizó lentamente y que dio origen a nuevas fundaciones religiosas. También San
Bruno participó en ese movimiento de búsqueda de la soledad.
“La Gran Cartuja”
fue fundada en el año 1084 por San Bruno, sacerdote de Colonia (Alemania). El
dirigía la escuela de la Catedral de Reims (Francia), donde tuvo como alumno al
futuro Papa Urbano II.
Bruno se fue con unos amigos al valle de Chartreux, una
región de Francia (de donde viene el nombre da “la Cartuja” y de monjes
“cartujos”). En el sur de Italia, San Bruno fundó el Monasterio de Santa María
de la Ermita.
La decisión de Bruno era la consumación de
la lenta maduración de un proyecto contemplativo. No se trataba tanto de huir
del mundo como de encontrar a Dios.
Con esta finalidad, Bruno buscaba una forma
de vida religiosa más despojada que la de las grandes Abadías benedictinas.
Deseaba centrar su vida en la oración personal y en el ideal de pobreza.
La pobreza de los cartujos no intenta ser
testimonial ni estar presente en el mundo. Al contrario, procede de un
desprendimiento completo de todo lo terreno para glorificar a Dios con una vida
totalmente consagrada a la contemplación. El espíritu de pobreza cartujano
corresponde más a la simplicidad, al ocultamiento.
Lo atestiguan muchas de sus
prácticas: la de no poner sobre la tumba de los religiosos difuntos más que una
simple cruz de madera sin nombre, la de no publicar ninguna obra más que bajo
el anonimato, la negativa de los priores a aceptar la dignidad de abad o la
púrpura cardenalicia, la indiferencia de la orden por la canonización de sus
miembros, la orden impuesta a los muertos de no hacer milagros cuando la
atracción de una tumba corra el peligro de turbar la paz del monasterio.
San Bruno no dejó
ninguna “regla” escrita. Sin embargo, el Abad de la Cartuja, inspirado en la
vida de San Bruno, hizo un reglamento, basado en la vida solitaria y en la
absoluta pobreza.
La fundación de
los premostratenses
Norberto de Xanten (1085-1134), Capellán del
emperador Enrique V, se hizo predicador itinerante después de haber distribuido
todos sus bienes. Lo acompañaron algunos discípulos y penitentes.
En 1120, la
presión de las autoridades diocesanas le obligaron a una vida estable. Fundó en
Prémontré, no lejos de Laon, una comunidad de ermitaños que renuncian a toda
propiedad individual y ponen en común todos sus recursos.
Norberto hizo que le dieran la regla de San
Agustín, pues quería vivir la vida apostólica que había practicado ya en sus
predicaciones, y había visto que este Santo, siguiendo a los Apóstoles, a había
organizado y destacado... El gran número de hermanos obligó a buscar un sitio
definitivo para establecerse.
Era un sitio muy salvaje, totalmente sin
cultivar, lleno de maleza, de pantanos y de barrancos. No había ningún motivo
para instalarse allí, excepto una capilla, una huerta junto a ella y un
estanque alimentado hasta el día de hoy por el agua de la lluvia y las
filtraciones del pantano...
“¿Quién es –se preguntaba la gente
asombrada- ese hombre cuya fe parece desafiar a la razón? ¿Qué porvenir hay
para una fundación en este desierto? No se ha establecido sobre la roca y la
tierra firme. Esto es sólo un pantano”.
En efecto, el terreno era tan pantanoso que,
a pesar de los montones de piedras que echaron, se tardó mucho en afianzarlo.
Pero la empresa no fracasaría, puesto que lo que planta el Padre celestial no
puede perder nunca las raíces. Los albañiles eran unos alemanes y otros
franceses.
Los dos equipos emulaban en el trabajo, trabajando cada uno a un
lado de la iglesia. El edificio se levantó muy pronto. Se acabó en nueve meses,
y Bartolomé hizo la dedicación (F. Petit, en “La réforme des PRETRES au
Moyen Age. Cerf, Paris 1968, 65-68).
Grandmont y la
pobreza colectiva
Esteban de Muret había escogido el eremitismo.
Hasta su muerte en 1124, la vida en común con los compañeros que se habían
visto atraídos por su ideal no había cesado de improvisarse.
Convertidos en una
Orden, los ermitaños de Grandmont fueron organizados por Esteban de Liciac
(1139-1163), cuarto Prior, según la inspiración de Esteban de Muret.
La regla de Grandmont quiere realizar la
orden de la pobreza. Rechaza las rentas del campo y los derechos parroquiales,
es decir, las fuentes de la riqueza de otras órdenes. Prohíbe poseer tierras
fuera del recinto monástico.
Recomienda a los monjes los trabajos más
humildes, como el acarrear estiércol o cortar leña y no admite la posesión
de rebaños que exijan mucho espacio... La regla expone de esta forma a los
monjes a la penuria, ya que tienen pocas tierras y pocos aperos de labranza.
Cuando llegan las épocas difíciles, dos hermanos van a pedir limosna para los
monjes.
Así, pues, Grandmont quiere para los monjes una pobreza comparable a la
de los pobres involuntarios, expuestos a la escasez de recursos y que viven de
un trabajo humilde o de la limosna.
Roberto de
Arbrissel
El deseo de dirigirse prioritariamente a los
excluidos de la sociedad mueve también a Roberto de Arbrissel (hacia los años
1060-1117) a abandonar su comunidad de canónigos regulares para ir a predicar
la penitencia... Vestido de harapos, recorre Anjou, Turena, Poitou y arrastra
tras de sí a multitudes de penitentes, de mendigos, de enfermos, de prostitutas
arrepentidas.
Todos los ambientes están presentes entre los hombres y mujeres que
abandonan sus casas para compartir con él la vida de nómadas por Cristo. Los
penitentes viven de las ofrendas de la población y residen en los bosques.
Su número se convierte en un problema para
las regiones que atraviesan... Roberto de Abrissel tiene que ceder a la presión
de las autoridades eclesiásticas y transformar a sus marginados nómadas en
ermitaños sedentarios que vivan del cultivo de la tierra.
Confía a tres
compañeros el cuidado de los hombres, y él mismo da a las mujeres una
organización original. Crea en Fontevrault un convento para las damas, una casa
de penitencia para las prostitutas arrepentidas y un hospital parta los
enfermos.
Coloca también allí algunos hombres para su protección y para que
trabajen la tierra, poniéndolos bajo la jurisdicción de la Abadesa.
La Universidad,
un fruto medieval
Durante los
primeros años del siglo XIII ocurrió un hecho extraordinario: el nacimiento de
las primeras universidades (París, Bolonia, Oxford, etc.).
En el siglo XII,
maestros famosos habían contribuido a la ampliación de la cultura,
estableciendo contacto con la cultura árabe. Además, los “canónigos regulares”
habían fundado escuelas en las ciudades, que estaban muy relacionadas con las
catedrales. Antes del año 1150, para estudiar había que ir a los monasterios;
pero desde esa fecha se podían frecuentar las escuelas de la ciudad.
Las más
famosas fueron París, Bolonia y Oxford. A estos centros de estudio llegaban
maestros y estudiantes de todo el mundo cristiano en tal cantidad, que tenían
que alojarse en casas de las familias del lugar. Se fundaron hospicios y
colegios para los estudiantes más pobres.
Roberto de Sorbon funda en París, en 1257,
con la ayuda de San Luis, un hogar para estudiantes, un colegio para los
necesitados, que encuentran allí cama y mesa. Alimentado con ricas donaciones,
el colegio de Sorbon está en el origen de la Universidad de la Sorbona. Su
“librería mayor” (biblioteca) contaba ya en 1290 con 1,017 volúmenes.
París se había
convertido en el centro estudiantil más famoso de Occidente. El rey libró a los
estudiantes de la jurisdicción civil y eclesiástica. Roma, por su parte,
concedió un reglamento particular a todos los maestros y estudiantes de París.
En esta forma, la escuela se convertía en una institución autónoma, y los
maestros y estudiantes formaban un cuerpo social oficialmente reconocido y con
una legislación propia. Los maestros tenían que pertenecer al Clero.
En aquella escuela
se enseñaban “todos” los conocimientos de entonces, y por eso se le llamaba
“universidad”. París fue la primera universidad en la historia. En el año 1200
tenía cuatro facultades: Filosofía, Derecho, Teología y Medicina.
La
Universidad de París estaba dividida en cuanto al origen de sus estudiantes,
que provenían de todas las naciones cristianas. La presencia de tan diversos
maestros y estudiantes y el intercambio entre las distintas universidades
enriqueció enormemente la vida cultural del siglo XIII.
2. Pobreza
mendicante y rehabilitación del pobre
Siglos XIII - XV
Una nueva
pobreza
En 1206, Domingo
de Guzmán se presentó ante el Papa Inocencio III para pedirle permiso de
predicarle a los herejes. Nació entonces un nuevo tipo de orden religiosa, no
alejada del mundo, sino en íntima relación con las personas.
Los dominicos
serán estudiosos y predicadores: la Orden de Predicadores.
Santo Domingo y sus compañeros están en el
origen de la Orden de Predicadores que tienen una misión universal;
predicadores llamados también mendicantes, porque tendrán que vivir pobremente,
sin poseer nada y recurriendo a la limosna.
El capítulo general, que se celebra
en Bolonia el mes de mayo de 1220, decide adoptar resueltamente el régimen de
mendicidad para la Orden de Predicadores. No sólo el predicador recurre a la
mendicidad durante sus misiones, sino que el mismo convento de hace mendigo...
... Santo Domingo, que quería para sus
hermanos una sólida formación doctrinal, tomó la decisión de dispersarlos,
enviándolos a las ciudades en donde las antiguas escuelas se organizaban como
universidades: París y Bolonia...
Al escoger la pobreza en su forma más
humilde, mendigando en el corazón de las ciudades, donde los pobres llevaban la
vida más dura, los predicadores mendicantes exaltaron la condición de los más
desfavorecidos, de los “nuevos pobres” del siglo XIII.
Esto predisponía a los
dominicos en predicadores muy eficaces entre las multitudes urbanas... su
opción se sitúa en todo lo contrario de las órdenes monásticas, que buscaban el
“desierto”.
Los dominicos se pronuncian por los lugares
habitados. A partir de 1230 se encuentran en el corazón de las ciudades que
deben escuchar de nuevo el Evangelio.
En efecto, la ciudad respira un nuevo
paganismo, que le viene de su enriquecimiento. Es el teatro de contestaciones
heterodoxas. Es el centro de los estudios y de los cuestionamientos. Es el
crisol de la mentalidad del siglo XIII.
A la nueva sociedad urbana responde un nuevo
apostolado. Puede aparecer como un fruto tardío de la reforma gregoriana del
siglo XII.
Efectivamente, concilia la vida apostólica, pobre y común, con la
tarea pastoral. Los dominicos se encuentran en contacto con todo un pueblo de
marginados, de campesinos endeudados, víctimas de la usura, del incremento
demográfico, del desarrollo de la economía monetaria, señores arruinados, prostitutas,
etc.
La pobreza de los dominicos revela el valor
eminente de todos los abandonados. Al buscar una pobreza radical, al hacer de
la ciudad, refugio y fábrica de los pobres, su lugar escogido, al participar de
las reformas de la vida urbana, al hacerse consejeros de los príncipes, los
dominicos contribuyen a rehabilitar la condición del pobre.
Francisco de Asís
es el santo que dio mayor vida al ideal de sencillez y pobreza cristiana.
Obtuvo del Papa la aprobación de un reglamento para él y sus compañeros.
Francisco vive en el contexto de las
ciudades italianas en donde el contraste se hace cada vez más agudo entre unos
patricios que nadan en la abundancia y un pueblo en vías de proletarización.
Oye la llamada de la pobreza a través de las palabras evangélicas (Mt 19, 21;
Lc 9, ).
Estas le bastan como regla... con sus hermanos, Francisco quiere
guardar una sumisión total a las autoridades de la Iglesia. Accede a los deseos
de Inocencio III de integrarlos en la clericatura: el diaconado para él mismo,
la tonsura para los hermanos... Inocencio III le autoriza a proseguir la
búsqueda de la pobreza, que lo lleva muy lejos.
Francisco y sus compañeros se
llamarán “hermanos menores”... que sean los más pequeños...
San Francisco de Asís no desea inclinarse
sobre los pobres, sino ser él mismo pobre. El y sus hermanos adoptan un hábito
vil. Como los pobres, obtienen sus medios de vida del trabajo manual y
cotidiano y recurren a la limosna en caso de necesidad. En cambio de su trabajo
no aceptan más que unos donativos que comparten.
Rechazan el dinero y lo
excluyen de toda función en su vida... No tienen más que sus hábitos y los
instrumentos de su trabajo. Levantan unas cabañas o unos chamizos en los
barrios pobres y se niegan a proteger sus posesiones...
En la primera comunidad reunida en torno a
San Francisco, hay hombres llegados de todos los horizontes sociales, sin
exclusiva. Hay burgueses como Francisco, caballeros como Ángel Tancredo,
patricios como Bernardo de Quintavalle, pobres como Juan el Simple. La unidad
de la comunidad se basa en la exigencia del desprendimiento absoluto...
Las predicaciones de los hermanos atraían no
solamente a hombres, clérigos y laicos, sino también a mujeres. La palabra de
San Francisco convenció a una joven, Clara Offreduccio, para que abrazara la
vida de pobreza. Pertenecía a una familia de aristocracia de Asís y huyó del
castillo paterno en compañía de su prima; San Francisco les cortó los cabellos,
les dio un sayal y les buscó un refugio en un monasterio de benedictinos.
Luego
se les juntó Inés, hermana de Clara, a pesar de las resistencias de la familia.
Recibieron la iglesia y el convento de San Damián, y Francisco redactó para la
orden de “damas pobres” una regla parecida a la de los menores, en la que
ensalza a la “santa pobreza”.
Santa Clara tuvo que luchar constantemente
contra todas las presiones, para mantener su propósito de no aceptar
propiedades. Su combate se revelaba aún más difícil que el de San Francisco,
debido al contexto de la época, que imponía a las mujeres una organización
monástica más estructurada que la de los hombres.
Al morir San
Francisco su Orden contaba con 10,000 miembros.
Los deberes con
los pobres
Santo Tomás de
Aquino (1225-1274) comentó
los Mandamientos de la Ley de Dios y reprobó por ello el hurto, la usura, el
fraude y otras maneras de enriquecerse pecaminosamente. Principalmente en
el Tratado de la Justicia.
... disperso por varios lugares de la Suma
Teológica (sobre todo la 2-2), el pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre
los problemas de la pobreza vivida se expresa también con claridad en las
respuestas que da a las consultas de confesores y de príncipes en varios
sermones y obras de Circunstancia (De emptione et venditione. Contra
impugnantes).
Así, cierta parte del pensamiento económico
de los escolásticos concierne, al menos en forma negativa, a la defensa de
los más pobres, por ejemplo a propósito de la usura, del acaparamiento, de la
especulación sobre los precios, de los abusos fiscales y jurídicos, del salario
justo. De forma positiva, los escolásticos recogieron y precisaron muchas veces
las posiciones de sus predecesores... la limosna no puede provenir más que de
los bienes y renta legítimos; queda excluido el producto del robo, lo que
proceda del hurto, de una sustracción de herencia o dote, de una violencia, de
una injusticia, de una especulación ilícita y lógicamente de la usura. Lo que
da el usurero es la “sustancia” del pobre. La justicia ha de preceder a la
limosna. (M.
Mollat, “Les pauvres au Moyen Age”, Hachette, Paris 1978, 162-164).
Ejemplos
contagiosos
Raimundo Lulio (+
1315), teólogo, pedagogo, sabio, místico y misionero español, desea que la
Iglesia reforme la sociedad creando procuradores de los pobres.
Revitalizadas por el dinamismo de los
mendicantes, las órdenes recientes –consagradas a la redención de los cautivos,
como los trinitarios y los mercedarios, o al servicio de Tierra Santa, como los
hospitalarios y los templarios- establecen capellanías para pobres y aseguran
el relevo de la beneficencia en lugar de las antiguas órdenes, cuyos recursos
disminuyen.
Algunos Obispos instituyen capellanías permanentes para organizar
la distribución regular de víveres. Las encontramos en Francia (Bourges, Rouen,
Angers), en España (Barcelona y Valencia), en Italia (Bolonia), etc.
Los Papas de Avignon no se olvidan de que
son también “Padres de los pobres”. Juan XXII, fijado en Avignon, funda un
servicio de reparto de limosnas llamado Pignotte... La Pignotte proporciona a
los pobres alimentos y vino, vestidos y medicinas.
En tiempos de Juan XXII,
distribuía por semana 67,5000 panes. En 1344, el aumento del número de
necesitados obligó a ensanchar los edificios de la Pignotte. Bajo Clemente VI,
distribuía cada día a los pobres un total de 32,000 panes.
En los siglos XIII y XIV, todas las cortes
tenían una limosnería real. Para el Rey de Francia Luis IX, San Francisco de
Asís era un modelo. San Luis veló por el funcionamiento normal de la limosnería
o capellanía real, que controlaba los hospicios, los hospitales y las enfermerías
de la fundación real. Hay muchas anécdotas que ilustran la generosidad del Rey.
Cuando se lo criticaban, respondía: “Si a veces gasto mucho dinero, prefiero
gastarlo en obras hechas por amor de Dios que en frivolidades y cosas
mundanas”.
Los parientes del Rey de Francia imitan su
misericordia. Encontramos un servicio de limosnería en la corte de su hermano
Alfonso de Poitiers, en la de su cuñado Enrique III de Inglaterra, en la de su
sobrino Eduardo I y en la de su primo Fernando III de Castilla.
El relevo de
los laicos
A través del desarrollo de las limosnerías
reales, los laicos parecen asegurar una especie de relevo en las obras
tradicionales de asistencia eclesiásticas, transformadas a menudo en
beneficios. Este relevo se da claramente en el caso de los hospitales y de las
leproserías... Los mendicantes aconsejan vivamente la limosna a los mercaderes,
cuyo oficio es a veces objeto de reprobación. Al desafío del dinero, cuya
difusión no aprovecha sin embargo a todos, responden con un sistema regular de
limosnas y con una red de casas hospitalarias. En Florencia, los terciarios
franciscanos y la compañía de oro de San Miguel aseguran la distribución
regular de víveres y de ropa.
Las cofradías de oficios se organizan como
sociedades de ayuda mutua para socorrer a sus miembros necesitados. Extienden
además su acción caritativa a los pobres y a los enfermos, sobre todo en las
ciudades... En las aldeas, las cofradías de campesinos reconstruyen las granjas
incendiadas e indemnizan a los labradores que ven destruidas sus cosechas.
Los burgueses fundan hospitales o les dejan
legados en su testamento, según les aconseja el clero o los mendicantes. Todos,
los ricos y los menos ricos, se las ingenian para dejar algo a los pobres. A
comienzos del siglo XIV, París contaba con unos sesenta establecimientos
hospitalarios. En el imperio, en Hungría, en Polonia, en los reinos de España y
en Italia, se desarrolla la hospitalidad urbana. Algunas pequeñas fundaciones,
establecidas en la casa de un patricio, pueden ofrecer seis camas; en otras hay
hasta 250.
A partir de los Concilios de París (1212) y
de Rouen (1214), celebrados ambos bajo la presidencia del legado del Papa
Roberto de Courson, y también del cuarto Concilio de Letrán (1215), se redactan
no pocos estatutos hospitalarios. Para la acogida de los pobres se inspiran
sobre todo en los que se establecieron en el siglo XII por obra de los
hospitalarios de San Juan de Jerusalén, en las costumbres de los hermanos del
Espíritu Santo y en la regla de Aubrac.
Nuevos retos
En 1347, después de una serie de años
lluviosos, se declaró el hambre en Italia, en Lyon, en Aquitania. En el reino
de Navarra, los campesinos no disponen ya de semillas para el año 1348.
Arruinados, se van por otros pueblos a mendigar un poco de pan. Las tierras
abandonadas se quedan incultas y en barbecho, ya que los campesinos que se
quedan en las aldeas ni siquiera tienen con qué sembrar sus campos.
La peste negra de 1348 hace morir a la
tercera parte de la población europea, especialmente a los habitantes de los
barrios pobres, debido sobre todo a su deficiente nutrición. Es verdad que, una
vez pasado el azote, la falta de trabajadores provoca un aumento de los
salarios. En Florencia, de 1350 a 1360, los salarios conocen un “decenio milagroso”.
Pero a finales del siglo XIV, con la guerra de los Cien años, las pestes, el
hambre y los impuestos duros, provocan un agravamiento de la pobreza rural, una
cerrazón en las categorías sociales, el paro, la escasez y los consiguientes
motines.
La cólera de los pobres origina
insurrecciones en Florencia, Gante, Rouen, Londres, Hamburgo y Gdansk. Se
manifiesta en el movimiento de “remensas” catalanes: los campesinos se niegan a
aceptar las concesiones que se les concedieron en otros tiempos...
Los pobres aumentan cada vez más en número,
“braceros” y “jornaleros”, víctimas de la distribución de tierras, de los malos
salarios y de los impuestos. Se multiplican los términos para designar a los
mendigos: truhanes, caimanes, pillos, bribones, pícaros...
Para designar a las
gentes que no poseen nada y se hacen sospechosos, el vocabulario se carga de
desprecio en Polonia, como en los demás países de Europa: “hultaj” designa a
las personas sin fortuna, “golota” se dice de los que no tienen casa o de los
nobles arruinados.
A mitad del siglo XV, el mendigo,
delincuente en potencia, es comparado a menudo con el malhechor. Se tolera al
pobre conocido, se detesta al vagabundo “sin fuego ni lugar” y “sin honor”...
El número creciente de pobres es un motivo de inquietud... En 1474, el consejo
de la ciudad de Poitiers decide expulsar a “los que piden limosna sin
necesidad”.
La desconfianza frente a los más desvalidos
les prohíbe el acceso al saber. A finales de la Edad Media, se constituye una
casta de enseñantes que intenta hacerse con los estudiantes de poco dinero que
son una carga para la universidad.
La asistencia a
los pobres
Los predicadores populares, como Bernardino
de Siena, Vicente Ferrer, Francisco de Paula, invitan insistentemente a sus
oyentes a que escuchen sus gritos...
Al acercarse a su muerte, algunos ricos
mercaderes dejan sus bienes a los necesitados...
Muchos no se contentan con
dejar legados en testamento para las instituciones caritativas, sino que
responden también a las llamadas urgentes; así, en Florencia, en 1348 atienden
a ellas de forma puntual o de forma duradera mediante la fundación de
hospitales.
En 1339 hay unos treinta hospitales en Florencia, con una capacidad
total de unas mil camas, en parte para los pobres no enfermos.
Lyon cuenta con unas veinte instituciones,
que representan doscientas camas. Habitualmente, los burgueses fundan pequeños
centros hospitalarios de doce a quince camas. El canónigo de Poitiers, Pierre
Dile, en 1364, instala una limosnería de quince camas. Un burgués de Niort crea
otra destinada a recibir a doce pobres.
La limosnería de Cholet tiene cuatro
camas en 1406. Jean de la Cambe, llamado el Gantés, funda en Lyon un hospicio
en su propia residencia, en 1466; está destinado a recibir a trece pobres
enfermos, hombres o mujeres, que tengan más de 60 años de edad.
Las distribuciones periódicas realizadas por
estas limosnerías revelan el gran número de necesitados que hay. En Niort se había anunciado una
distribución de grano durante una semana. Tuvo lugar el 3 de mayo de 1488.
Había proporcionado pan a 7,940 pobres.
Los franciscanos fundan Montes de Piedad en Italia, el primero de ellos en Perusa en 1463. Estos
establecimientos, sin finalidad
lucrativa, conceden préstamos con garantías.
Tropiezan con la oposición
de los banqueros, que ven allí una forma de competencia, pero también de los
teólogos y de los canonistas, que no admiten el préstamo a interés, ni siquiera
en el caso de que sirva únicamente para cubrir los gastos de administración.
La
Constitución “Inter multiplices” (4 mayo 1515) del Concilio V de Letrán pondrá
punto final a esta controversia.
León X aprueba los Montes de Piedad y los
limpia de toda acusación de usura. Desea sin embargo que sean enteramente
gratuitos en el interés a los pobres. El apoyo del Papa permite a esta
institución desarrollarse a través de Europa.
Se crean Montes de Piedad en
Roma, en Brujas, en Lille, en Madrid, en París. Contribuyen a liberar a los
indigentes de los préstamos usureros.
Esta época conoce además una forma de dedicación
especialmente meritoria: la asistencia a los apestados y la sepultura de los
pobres. Los “caritativos de San Eloy” se organizaron en Béthune en 1188.
La
peste negra dio origen a numerosas cofradías a partir de 1348. En Avignon,
Clemente VI, que se había quedado en la ciudad, manifestó su solicitud pagando
médicos para que atendiesen a los enfermos y reclutando carreteros y
sepultureros para enterrar a los muertos.
También afluyen los donativos, bajo la forma
de limosnas o de legados, para responder a las necesidades de las órdenes
religiosas consagradas a la redención de cautivos, los trinitarios y los
mercedarios.
A su lado, las órdenes religiosas de caballeros combatientes,
nacidas en el contexto de la lucha contra el islam en la península ibérica o en
Tierra Santa, trabajan también en la liberación de prisioneros...
A pesar de todos estos esfuerzos, las
instituciones caritativas se ven incapaces de enfrentarse contra el progreso de
la miseria. Las ciudades crean “oficinas de pobres” o “limosnas generales”.
En
1505, París municipaliza los hospitales. Por razones a menudo financieras y a
veces disciplinares, los hospitales y las obras de asistencia pasan a estar
bajo el control de las ciudades en Castilla, en Inglaterra, en Italia, en el
Imperio. Desde 1491, cada cantón suizo tiene que encargarse de los pobres.
Su gran número provoca temor y hostilidad...
Las ciudades sólo aceptan dar de comer a sus propios pobres. Siguiendo el
ejemplo de Siena y de Milán, las ciudades se orientan hacia la reclusión de los
pobres.
Bibliografía
*
Paul Christophe, Para
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Bibliografía
complementaria
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- Historia
Gráfica de la Iglesia, Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., México 1990
- Las páginas
más bellas de San Bernardo, Monte Carmelo, Burgos, 2000
- Un Cartujo
habla, editorial Verbo Divino, Navarra, España, 1958
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