viernes, 19 de julio de 2013

MANUEL GÓMEZ MORÍN: Precursor de la Economía Social de Mercado en México


MANUEL GÓMEZ MORÍN

(1897-1972)



Precursor de la
Economía Social de Mercado en México

Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica

“Pocos hombres en la historia de México - dice Enrique Krauze - han tenido la claridad de ideas y de horizonte que tuvo Gómez Morín. Por claridad, quiero decir una noción muy precisa de lo que es posible y de lo que es utópico; de los instrumentos para lograr lo posible; del desdén por el romanticismo fácil, por la filantropía sentimental y, más bien, estar buscando en todo momento una obra sólida, consistente, que trascienda, que sobreviva”.[1]

Es también Gómez Morín, a juicio del historiador, el primer economista moderno mexicano.

En efecto, es realmente sorprendente que Gómez Morín haya cristalizado los ideales económicos y sociales de la Revolución Mexicana en su obra. Y con toda modestia y al mismo tiempo con aplomo, afirma él mismo en la valiosa entrevista que le hicieron los historiadores y esposos Wilkie:

Yo puedo hablar con cierta autoridad de la Revolución, porque, aunque nunca tuve un rifle en la mano, ni la hice en los campos de batalla, creo que contribuí en algunos de los aspectos principales de la Revolución.

Por ejemplo, en la instauración de un nuevo orden económico en México. Me tocó desde muy joven trabajar en esas cosas, y es un orgullo para mí haber participado en la primera reforma fiscal, en la introducción de sistemas nuevos como el impuesto sobre la renta, en la formación de un régimen de presupuestos y de ley de ingresos moderno y eficaz; en la creación  del Banco Central y en la organización del primer banco de crédito agrícola. Todos esos son pasos importantísimos en la marcha de México para su crecimiento, de los que la Revolución se enorgullece con razón.[2]

Además, dice Gómez Morín, de 1915 a 1919 trabajé, desde corregir pruebas hasta escribir editoriales, en diarios revolucionarios de México.[3]

A diferencia del llamado Partido “Revolucionario” Institucional (esa cosa de monopolio revolucionario, como si la Revolución perteneciera a un grupo nada más),[4] Gómez Morín sí define con toda claridad y trata realmente de llevar a la práctica el programa de la Revolución, que sigue básicamente fundado en las mismas ideas iniciales: una vida mejor para todos, un mejor aprovechamiento de los recursos humanos y naturales del país, un arreglo justiciero de la distribución de la riqueza y sus productos, una mejor y más difundida educación y, en la base de todo ello, una organización política fundada en el juego real y respetado de las instituciones democráticas… Yo sí creo que se ha seguido y que se seguirá todavía, por fortuna, el esfuerzo de revolución social. Estamos lejos de haber llegado a las metas.[5]

Sobre la Constitución de 1917 señala Gómez Morín que poco a poco fuimos pudiendo apreciar mejor lo que vale y creo que será permanente en la vida de México, como el Artículo 123, como una parte del Artículo 27, y lo que debe ser obviamente modificado, como el 130. Entonces no se había  hecho el remiendo monstruoso del Artículo 3º que se reformó después, en 1934.[6]

Es importante recordar que Gómez Morín, entonces estudiante de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, asistió a las últimas sesiones del Congreso Constituyente de Querétaro, gracias a Don Fernando Lizardi y a Don José Natividad Macías, quien fuera Rector de la Universidad Nacional de México, Constituyente del ’17 y uno de los redactores del Artículo 123, artículo inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia.

En cuanto a la función del Estado, señala Gómez Morín:

El gobierno es el rector, es el director, es el orientador, es el juez. En el mundo moderno, claro, el gobierno tiene, además, una capacidad económica inmensa que debe ser puesta al servicio de esta causa.

¿Hasta dónde llega la posible actividad del gobierno, y hasta dónde debe ser esa actividad de los particulares? 

No se puede definir en cifras sino en conceptos: todo aquello que los particulares no puedan hacer y sea indispensable, lo debe hacer el gobierno indudablemente.[7] … nosotros creemos en el Principio de Subsidiaridad… lo que el Estado puede hacer, no lo tiene que hacer la Federación. Por eso somos anticentralistas… Creemos en la subsidiaridad y en la descentralización.[8]

el Estado en un papel de rector, de director, de impulsor en materia de educación, como en todo lo demás.[9]

El Estado (es) el árbitro en las relaciones económicas como en todas las demás que forman la vida social.[10]

En el capítulo que escribió sobre Estado y Economía, Gómez Morín, con su acostumbrada claridad, rechaza tanto al colectivismo marxista como al liberalismo económico, por ineficaces. Afirma contundente:

De paso conviene señalar que toda una sección, por lo menos, de las llamadas tesis de “economía dirigida”, la sección marxista, está menos alejada de los conceptos anti-intervencionistas fundamentales, liberales, “científicos” - como se hubiera dicho en México hace treinta años -, de lo que generalmente se cree. Ambas posiciones arrancan de un concepto igualmente fatalista. Una, por la creencia en el cumplimiento de leyes sociales naturales tan ineludibles como las astronómicas; otra, por la creencia en la fatalidad del desarrollo dialéctico; las dos se alcanzan en su paralela ineficacia para dar a los hombres la posibilidad de una convivencia adecuada a la dignidad de la persona humana.[11]

Sobre la política de empleo, dice Gómez Morín: Nuestra tesis es muy clara en ese sentido: hay que asegurar la firmeza de una economía que permita realizar el ideal de ocupación plena, y no tratar de dar limosna a los que estén desocupados a causa de una política inepta del gobierno… Por otra parte, crear una economía sana y robusta es verdadera tarea de estadistas.[12]

Gómez Morín, en la línea del Artículo 123, se pronuncia por la justicia en el salario, por la intervención del Estado conforme con el Principio de Subsidiaridad, y por la creación de un seguro social universal, con base en el Principio de Solidaridad:

… la visión iluminada del más noble atributo temporal de la persona humana: el trabajo… salario familiar justo… queda al Estado que quiera justificarse, el ancho campo de la gestión: aumento de oportunidades de trabajo, de facilidades de vida, de ocasiones de aprendizaje, de elevación o de recreo; creación sobre todo, del remedio para el mayor mal, la inseguridad, que aflige al que tiene como patrimonio fundamental su trabajo.[13]

Creación de un seguro social universal, comprensivo de todos los riesgos… Un seguro social rigurosamente técnico, manejado por un organismo de autonomía inquebrantable… Seguridad social, amplio y fino sistema indispensable para evitar el abandono y la miseria. Amplio para cubrir todos los riesgos que agoten o mermen la capacidad de obtener ingresos del responsable de sí mismo y de los suyos, o que cubra el incremento que esa responsabilidad tenga… no clasista, ni limitado, sino extendido a todos y por todos entendido, sostenido, vigilado, utilizado… lo que sólo puede ser obra de claro sentido de solidaridad.[14]

Habiendo concebido al Banco de México como un auténtico Banco Central, autónomo del gobierno, recuerda Gómez Morín:

Redacté la nueva ley monetaria y las reformas a la ley del Banco de México, para que quedara ya estrictamente como un banco central y no como un banco parcialmente comercial, y se dedicara a cubrir las funciones de banco central: la regulación de la moneda, la regulación del crédito… Fue en 1936, a raíz de la tormenta agraria desatada por Cárdenas, sin programa, sin sistema, y de la intervención del Banco de México para financiar directamente todas las aventuras del gobierno, cuando vino otra grave crisis: la segunda grave crisis que yo he visto en México después de 1925.[15]

En la valiente y directa crítica a la política del general Lázaro Cárdenas, Presidente de la República en funciones en ese momento, Gómez Morín le dice de frente:

Estamos pendientes de una decisión del Secretario del Tesoro Americano… ¿Es debido que México dependa así, de una voluntad extraña que obrará siempre por sus propios motivos y no por los nuestros?… Pudiendo hacerlo sobradamente, México no produce siquiera lo necesario para cubrir sus más urgentes necesidades… teniendo la posibilidad de crear y desarrollar una economía próspera y autónoma, se ha sacrificado todo al cumplimiento de planes sectarios o simplemente deshilvanados y sin substancia.[16]

Como se ha mostrado, Gómez Morín, profesor libre de economía y uno de los promotores de la fundación de la Escuela de Economía, es precursor de un modelo de Economía Social de Mercado aplicado a México, con base en las auténticas aspiraciones sociales y hasta ecológicas, diríamos hoy, de la Revolución Mexicana.

Se ha definido a la Economía Social de Mercado como “un orden social, económico y político integrado, inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia y centrado en el hombre, en el que, a diferencia del neoliberalismo, la política económica y la política social son simultáneas”.[17]




La Economía Social de Mercado ha sido aplicada con éxito en varios países de la Europa Continental,[18] y se contrapone a las economías socialistas de planeación y a las formas de economía de tendencia liberal.

Así, antes de que Ludwig Erhard (1897-1977) - nacido en el mismo año que Gómez Morín - llegara a ser  Ministro de Economía en el régimen de la posguerra del gran Canciller Konrad Adenauer (1876-1967), artífice de la recuperación económica de Alemania Occidental, Gómez Morín ya había escrito sobre la construcción de una economía mexicana al servicio del hombre, con fundamento en los Principios Éticos de la Doctrina Social de la Iglesia, los cuales constituyen también la base de la Economía Social de Mercado, buscando la justicia social y el bienestar para todos:

La justicia social es flor de convivencia humana ordenada y libre, segura y suficiente, fraternalmente solidaria; es “la tranquila convivencia en el orden”, de la definición inmejorable.[19] … una acción económica de fondo, capaz de dar a la economía mexicana ímpetu para el crecimiento y al mismo tiempo evitar la inflación y todas sus consecuencias.[20]

Y anticipándose a la globalización, Gómez Morín apuntaba: … cada día son más interdependientes los pueblos… El mundo es demasiado pequeño ya; no podemos dejar de tener esa vinculación de interdependencia… ni psicológica, ni biológica, ni económicamente podemos vivir independientemente. Ya se acabaron las islas. Eso no tiene remedio.[21]

Considerando los aspectos jurídicos, Rafael Preciado Hernández recuerda que Gómez Morín nos exhortaba “a tener fe en los valores más altos del espíritu como la nobleza, la bondad, la justicia, el derecho. ¡Cómo se entusiasmaba Don Manuel hablando de la dignidad del Derecho, de la imponente majestad del Derecho auténtico, del Derecho justo!” [22]

En este sentido, Walter Eucken (1891-1950), - uno de los principales pensadores de la Economía Social de Mercado, junto con Alfred Müller-Armack (1901-1978) -, pide un Estado fuerte, que imponga un orden constitucional que garantice el orden de la competencia.

Por tanto, al igual que en el pensamiento económico de Gómez Morín, la Economía Social de Mercado exige: un Estado de Derecho, un orden político democrático, un orden económico libre con estabilidad monetaria y, hoy en día, con promoción de la ecología.

Con el paso de los años, el Partido Acción Nacional propondría la cogestión (participación en la empresa), característica clave de la Economía Social de Mercado. Por cierto que la editorial JUS, fundada por Gómez Morín, es un ejemplo práctico de los principios de cogestión y copropiedad que revelan un profundo sentido del trabajo.[23]

Paradójicamente, hasta los Presidentes de México reconocieron, de hecho, al gran economista que fue Gómez Morín, quien relata:

Después, en varias ocasiones, el Presidente en turno me ha llamado algunas veces; unas veces en lo personal, otras veces como miembro del PAN, para pedir opinión, por ejemplo, sobre las desvalorizaciones monetarias, cuando ya se han efectuado, o sobre otros problemas de orden económico, social o político. Yo he mandado los memoranda que me han pedido y los he discutido con quien me han dicho que los discuta, y se acabó.[24]

Recordemos también que durante su estancia en Nueva York, unos tres meses, en 1920, el joven agente financiero mexicano aprovechó su estancia para tomar unos cursos de economía en la Universidad de Columbia.[25] Fue condecorado en Ecuador con la Orden del Mérito por sus trabajos como ponente de la Comisión Revisora del Banco Central del Ecuador y de la Leyes de Crédito y Moneda. La Nación publicó, entre otros temas económicos abordados por Gómez Morín, una respuesta a las declaraciones, nada menos que del entonces Secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, en 1965.

Finalmente, en Acción Nacional, con Gómez Morín:

Nosotros creemos que toda acción que se hace por la comunidad está amparada por una corriente teologal. No se puede trabajar por la comunidad sin fe; no se puede trabajar sin caridad; caridad es fundamentalmente donación y acto de entrega a la comunidad. Las amparamos con los nombres tradicionales de las virtudes en México, porque son los nombres que todos entendemos.

Hablamos de salvación en todos los sentidos: en el sentido económico, en el sentido social, en el sentido político, en el sentido espiritual también. No creemos que un país se pueda salvar nada más en lo económico, o nada más en lo político. Si no hay una salvación integral, es muy difícil pensar en otra salvación.

Yo no concibo un México de abundancia y de riqueza, si no se admite la vigencia de un núcleo de valores básicos en los cuales se apoye la vida colectiva. Ese núcleo es el reconocimiento de que el hombre es cuerpo y alma, es portador de valores eternos; tiene una dignidad eminente.

El hombre tiene necesidades qué satisfacer; pero también tiene anhelo qué cumplir, y destino qué realizar. Yo no puedo concebir al hombre sin esa mezcla inextricable de necesidad, anhelo y destino.[26]






[1] Los valores de Manuel Gómez Morín, en el centro de lo que los mexicanos queremos ahora para salir del pantano: Enrique Krauze, en Revista Proceso, No. 1060, 23/febrero, México 1997, p. 28
[2] Wilkie, James y Monzón de Wilkie, Edna. México visto en el Siglo XX: Entrevistas con Manuel Gómez Morín, editorial JUS, México 1989, p. 112
[3] Ibid., p. 16
[4] Ibid., p. 15
[5] Ibid., pp. 13-14
[6] Ibid., p. 20
[7] Ibid., p. 81
[8] Ibid., p. 123
[9] Ibid., p. 117
[10] Gómez Morín, Manuel. Conferencia pronunciada en la reunión de grupos en el local de “Acción Nacional”, 30/junio/1939, en La Nación y el Régimen, Biblioteca de “Acción Nacional”, México (s.f.), p. 76
[11] Ibid., p. 72
[12] Wilkie, op. cit., p. 110
[13] Gómez Morín, Manuel. Diez Años de México, EPESSA, México 1996, p. 97
[14] Ibid., pp. 97, 98, 131, 251
[15] Wilkie, op. cit., pp. 36 y 39
[16] Gómez Morín. Diez Años de México, op. cit., pp. 31-32
[17] La Economía Social de Mercado y América Latina, en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 5, No. 20, abril-junio, México 1992, p. 93
[18] Cf. Albert, Michel. Capitalismo contra capitalismo, editorial Paidós, México 1992
[19] Gómez Morín. Diez Años de México, op. cit., p. 154
[20] Wilkie, op. cit., p. 79
[21] Ibid., p. 104
[22] Enseñó al pueblo mexicano a hacer valer sus propias convicciones, Oración fúnebre pronunciada por el maestro Rafael Preciado Hernández en el sepelio de Manuel Gómez Morín, en La Nación, Órgano Oficial del Partido Acción Nacional, Año XXXI, No. 1350, 30/abril, México 1972, p. 15
[23] Cf. Sánchez Navarro, Juan. La Ética del Empresariado Mexicano y la Doctrina Social de la Iglesia, en Blancarte, Roberto J. (compilador). El pensamiento social de los católicos mexicanos, Fondo de Cultura Económica, México 1996, p. 218
[24] Wilkie, op. cit., p. 26
[25] Cf. Castillo Peraza, Carlos (compilador). Vida y Obra de Manuel Gómez Morín (Estudio Introductorio), en Manuel Gómez Morín: Constructor de Instituciones, Fondo de Cultura Económica, México 1994
[26] Ibid., p. 122

No hay comentarios:

Publicar un comentario