martes, 30 de julio de 2013

El Humanismo Político de Václav Havel


Exigencias éticas de la práctica política


El Humanismo Político y/o Solidarismo de 

Václav Havel


Por Bernardo López Ríos *
* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica

"Si eres modesto y no anhelas el poder, no sólo eres adecuado para la política, sino más bien debes estar absolutamente ahí".

Václav Havel, Presidente de Checoslovaquia

Introducción


Todavía ocho meses antes de llegar a la presidencia de su país era un intelectual disidente encarcelado por el régimen comunista. Durante más de veinte años, Václav Havel repitió que sólo aspiraba a ser escritor y que no le interesa el poder, pero también afirmó que el interés general está por encima del particular. Cuando se le sugirió presentar su candidatura a la Presidencia de Checoslovaquia, Václav respondió: Si Dios así lo quiere y si la situación evoluciona de tal manera que el único favor que le pueda hacer a mi país sea éste, pues bien, lo haré.[i]

Anne Marie Mergier afirma que definir el pensamiento político de Havel no es nada fácil, pues desafía las etiquetas y rechaza las clasificaciones tradicionales. Para nosotros, en cambio, nos ha sido muy fácil ubicarlo dentro del Humanismo Político o Solidarismo,[ii] en virtud de su énfasis  en que el hombre sea la medida de todas las estructuras, inclusive de las económicas y no que tenga que adaptarse a la medida de estas estructuras (coincidiendo con la Doctrina Social de la Iglesia que afirma que el hombre es necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales),[iii] por su convicción de que la práctica política debe estar subordinada a la ética y por su lucha Noviolenta para defender los derechos humanos.[iv] Además, en una reflexión sobre la democracia, afirma Havel: La experiencia específica a la que me refiero me ha dado una gran certeza: la conciencia precede al ser, y no lo contrario, como afirman los marxistas. Por esta razón, la salvación de este mundo sólo radica en el corazón del hombre, en el poder que tiene para reflexionar, en la humildad y la responsabilidad humanas.[v]

En el presente texto presentamos las ideas fundamentales del pensamiento de Václav Havel, reseñando la colección de escritos publicada bajo el sugestivo título de La responsabilidad como destino,[vi] obra que contiene análisis metafísicos del poder [vii] que, de alguna manera, nos recuerdan el impresionante estilo de Nicolás Berdiaev.[viii] ¿Qué es de hecho la responsabilidad humana y con qué se relaciona? – se pregunta y responde Havel: Es una relación que asume la existencia de dos polos: una persona que es responsable y alguien o algo por quién o por qué es responsable.  Todavía somos incapaces de comprender que la única columna vertebral de todas nuestras acciones – para que sean morales – es la responsabilidad. Responsabilidad que está por encima de mi familia, de mi país, de mi compañía, de mi éxito. Responsabilidad con el orden del ser, en el que todas nuestras acciones son registradas indeleblemente y en donde, y sólo en donde, serán debidamente juzgadas. El intérprete o mediador entre nosotros y esa autoridad superior es lo que tradicionalmente llamamos la conciencia humana. Si yo subordino mi conducta política a este imperativo que me transmite mi conciencia, no podré equivocarme mucho. Si, por el contrario, esa voz no me guiase, ni siquiera diez escuelas presidenciales con dos mil de los mejores expertos en ciencias políticas del mundo podrían ayudarme.[ix]

A la pregunta acerca de si los repetidos fracasos del “socialismo real” deben ser considerados como el triunfo del capitalismo, Havel responde que este es un razonamiento simplista, en virtud de que las causas de las crisis que se sufren en Oriente y en Occidente al final del siglo XX, no deben buscarse en las falla de tal o cual sistema político o económico, sino en el hecho de que nuestra época sufre la pérdida de los valores metafísicos, del sentido trascendental y de toda autoridad moral regida por un objetivo superior.[x]

Václav


Nacido en 1935, de familia rica, Václav Havel vive su infancia en medio de campesinos pobres; en 1948 el Estado confisca los bienes de la familia y en 1951 Václav se ve impedido para continuar sus estudios; por cinco años trabaja en un laboratorio y toma cursos nocturnos, derecho de los trabajadores en el régimen comunista, y concluye el bachillerato. En 1954, luego de ser rechazado en una decena de universidades, Václav es aceptado para estudiar economía en la Escuela Técnica Superior, abandonando los estudios a los pocos meses por aburrimiento, pues su vocación es de dramaturgo. En los cuarteles, durante su servicio militar crea un grupo de teatro. En 1959, desempleado, Václav logra trabajar como maquinista en el teatro ABC. Al año siguiente es contratado por el “Teatro sobre la Balustrada”, en el que permanecerá hasta 1968, el año de la “Primavera de Praga”, en la cual no tendrá un papel protagónico.

Con treinta y tres años  de edad, Václav es miembro de la Unión de Escritores pero, cosa rara, sin ser miembro del partido comunista checo; viaja mucho y participa en debates y reuniones, en una de las cuales logra conversar largamente con Alexandr Dubcek, defensor del “socialismo con rostro humano”. Por denunciar la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, las obras de Václav son prohibidas en el país; en 1977 Václav se convierte en cofundador de la famosa Carta 77, constituyendo un movimiento pluralista muy activo en defensa de los derechos humanos que progresivamente se convierte en conciencia viva de los ciudadanos. Para Václav, uno de los voceros de la Carta, comienzan los años de represión policiaca, clandestinidad y encarcelamiento; entre 1977 y 1989 pasa más de cinco años en prisión: en ocasiones, el y sus compañeros tuvieron que quemar o comerse importantes documentos; algunos amigos aconsejaron a Václav exiliarse en los Estados Unidos, pero él se negó; ya en la prisión, Václav escribe cartas para Olga, su esposa desde 1964, hija de la clase trabajadora, muy segura de sí misma, sobria, fría, incluso abrumadora y ofensiva – en descripción de Václav – mientras que él es hijo de la clase media y siempre un tímido e inseguro intelectual, aunque sobre esto último la gente piense lo contrario, según Václav. Pronto se dio cuenta de que más abstractas e incomprensibles fueran sus  cartas meditativas, más oportunidad tenían de ser enviadas, porque los censores no permitían ningún comentario que ellos pudieran entender.

En 1989 Václav se convertiría en líder del grupo de oposición denominado “Foro Cívico”, y en Presidente de Checoslovaquia,[xi] después de contribuir a inspirar las masivas protestas públicas que derribaron al régimen comunista; Alexandr Dubcek, iniciador de las reformas de 1968 de la “Primavera de Praga”, sería electo presidente de la Asamblea Federal. En 1990 Havel es confirmado en su cargo.[xii] En 1992, al decidirse la creación de dos repúblicas independientes, la República Checa y Eslovaquia, Václav Havel dimite de su cargo. En 1993 Havel se convierte en Presidente de la República Checa y Michael Kovac en Presidente de Eslovaquia. En 1998 Havel es reelegido Presidente por el Parlamento checo para un nuevo mandato de cinco años. 

Carta a Alexandr Dubcek del 9 de agosto de1969


En esta carta, Havel (quien no está seguro de que Dubcek lo recordará después de haber hablado con él en una sola ocasión) le recuerda a Dubcek que siempre ha confiado en los hombres, en ocasiones más de lo debido, y, por tanto, abriga la esperanza de que aceptará las reflexiones de Havel sin el rechazo lleno de prejuicios con el que se reaccionaba entonces frente a lo que no elogiara la política oficial.

La aprobación de la intervención soviética en Checoslovaquia en 1968 y la aceptación incondicional por parte de los órganos supremos del partido comunista de Checoslovaquia, y por tanto, también del Estado, de la explicación soviética de estos acontecimientos fue cuestión de pocas semanas; la propaganda oficial constituye una preparación demagógica a favor de la intervención soviética que hará de la política checoslovaca un acto de capitulación política ideológica y moral.

Cuando menos tengo la esperanza de que bajo la presión del pueblo, los intelectuales o ciertas fuerzas de la dirección política sabremos conjurar ese paso vergonzoso ocurra lo que ocurra, tanto más cuando los ojos de todos los checos y eslovacos (y con ellos los de toda la opinión pública) se fijan hoy día en Usted y en algunos de sus compañeros, a la espera tensa y contenida de saber cómo – forzados a adoptar una actitud ante el asunto – actuarán. (p. 16)

Havel le muestra a Dubcek las tres posibilidades de acción que el régimen comunista ejercerá sobre este:

La primera posibilidad que tratarán de imponerle a Dubcek, a juicio de Havel, se refiere a la necesidad de efectuar una autocrítica amplia, aceptar completamente la interpretación soviética de la evolución checoslovaca, reconociendo que Dubcek no había comprendido la esencia de esta evolución, que ayudaba a fuerzas contrarrevolucionarias, culminando con la condena de Dubcek a la intervención soviética. Más tarde, insistirán en que Dubcek se ha dado cuenta de la inevitabilidad de la intervención soviética y de que se debería agradecer la “ayuda fraternal” de los soviets, representada por los tanques enviados a Checoslovaquia para salvar las conquistas socialistas.

Utilizando mayúsculas para referirse a Dubcek, Václav Havel le hace ver que:

Emprender esa vía significaría negarse a sí mismo ‘en interés del partido’; negar Su verdad, Su convicción, Su labor y Sus ideales; escupir sobre Su propia obra y traicionar todas las esperanzas relacionadas con Su nombre; humillarse a sí mismo y ofender hondamente a la mayor parte de los checos y los eslovacos que conocen la realidad; privar a los hombres de la última seguridad, el último ideal, los últimos restos de la fe en el honor humano – entendido éste como un comportamiento de principios para un futuro mejor, en el sentido de aceptar cualquier sacrificio en pos del todo – arrastrándolos entonces a la más profunda de las miserias morales, acompañada de la pérdida  de todos los valores superiores y encaminada al encumbramiento del egoísmo, la adaptabilidad, el arribismo y la indiferencia ante el los destinos de los demás.  

De proceder así, Usted, evidentemente, ayudaría mucho a la dirección actual del partido, pero sólo al precio de propinar un duro golpe a la consistencia moral de nuestras naciones; el choque tras la caída del último ideal solamente podría desembocar en una modorra y un marasmo moral tales que, posiblemente, no nos recuperaríamos durante una generación entera... Es probable que a Usted le permitieran – por un tiempo determinado – desempeñar funciones de aparente importancia dentro del partido y del Estado (naturalmente sin una influencia política real); mas nuestros pueblos le condenarían como un traidor sin par en la historia de la política checa y eslovaca (por lo menos, yo no recuerdo un solo caso en el que un representante de una política determinada de nuestro país haya aprobado activamente una intervención militar en contra de la misma). (p. 21)

La segunda posibilidad ofrecida a Dubcek será la de callar; no haría autocrítica ni entablaría polémicas; simplemente se sometería a la decisión adoptada, esperando los próximos acontecimientos.

No creo que sea una alternativa real, pero admitamos que sí. ¿A qué conduciría? Usted sería eliminado de las funciones dirigentes mucho más rápidamente que en el primer caso y, posiblemente también, antes y sin miramientos, sería condenado como el principal culpable. Pero Su situación no mejoraría a los ojos de la gente; quizás Su ‘solución’ no provocase conmociones tan fuertes e inmediatas como en el caso de una aprobación activa de la ocupación; no obstante, Usted no conservaría la confianza del pueblo: el apurado intento precario de esconderse en la multitud y salir regateando sin heridas, difícilmente despertaría otra cosa que un desprecio general. Usted no ayudaría mucho a la dirección del partido, ni le haría mucho daño, y Sus empeños por engañarse a sí mismo mediante el acuerdo tácito y salir ileso de los reveses de la historia al estilo de Shveik, podrían desembocar en una crisis moral idéntica a la descrita en la primera alternativa. (pp. 21-22)

Havel recomienda a Dubcek que asuma una tercera actitud, la más exigente y que parece esperar la mayoría de la gente:

estriba en la posibilidad de que, pese a todas las presiones, Usted volviera a explicar una vez más, concreta, abierta y verídicamente Sus intenciones, Su política y Su concepción del desarrollo de los acontecimientos posteriores al mes de enero, y expresara con especial énfasis Su firme convencimiento de que el proceso de democratización no significaba una amenaza para la existencia del socialismo, sino, todo lo contrario, prometía su regeneración; y en cuanto a la intervención soviética, Usted debiera exponer clara y verazmente su opinión al respecto: desde el principio la comprendió, y seguirá comprendiéndola, como una intervención injusta e inmotivada contra el proceso de democratización (intervención que, además, estaba en brutal contradicción con los principios de convivencia de los países socialistas y con el derecho internacional, según lo señaló la declaración de agosto de la presidencia del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia...

O sea, en otras palabras, hay que decir la verdad, insistir en ella y rechazar todo lo que intente ponerla patas arriba.

¿Qué ocurrirá si Usted procede de esta manera más exigente y, al mismo tiempo, también más natural?

Si Su actuación no lograse suscitar la retirada total del problema del orden del día – cosa muy poco probable -, Usted, inmediatamente después de la aprobación de la ocupación por el Comité Central, será excluido (junto con varios otros que lo respaldarán) del mismo, y con toda probabilidad también del Partido Comunista; y será condenado...

Pero Usted habrá asestado un duro golpe a la dirección del partido y a su política, puesto que habrá demostrado la tergiversación sin principios e imposible de ser perdonada incluso a base de tácticas políticas; con todo ello agravará seriamente el proceso de consolidación en la forma en que se entiende actualmente; es probable que hasta provoque una nueva ‘crisis’, y puede ser que estallen disturbios y se efectúen huelgas en Su apoyo. Mas, a fin de cuentas, todo ‘volverá a tranquilizarse’ de alguna forma; los disturbios se solventarán mediante el uso de la fuerza (por ese motivo serán destituidos otros funcionarios y varias decenas de personas encarceladas); y al cabo de algunas semanas, toda la situación desembocará en las acostumbradas relaciones, que de sobra conocemos hasta poderlas imaginar.

Vemos, pues, que desde el punto de vista de la situación inmediata, Su acción no aportará beneficios, antes al contrario, se abusará de ella para nuevas represiones. Y sin embargo, todo es completamente despreciable en comparación con el inmenso significado moral – y también desde una perspectiva también social y política – de Su modo de proceder para el destino futuro de nuestras naciones: la gente se daría cuenta de que siempre se pueden conservar los ideales y su núcleo esencial; que es posible hacer frente a la mentira; que hay valores por los que vale la pena luchar; que aún existen líderes en quienes confiar; que ninguna pérdida política inmediata justifica un escepticismo histórico total, si los afectados son capaces de soportar dignamente su derrota...

Usted no sería olvidado, sino todo lo contrario, persistiría – aunque retirado – como una esperanza viva y continua para todos los hombres honestos y, al mismo tiempo, como un reproche, permanente e indestructible, contra todos los arribistas que trataran de sacar provecho de la ocupación... Al cabo de varios años (especialmente en el caso de cambios en el poder del Partido Comunista de la URSS), Usted, casi con certeza, sería rehabilitado... tarde o temprano, el tiempo le daría la razón. Y al abrirse un día de nuevo las posibilidades – puede ser que más lentamente, pero tanto más de modo consecuente – para volver a lo que fracasó en el año 1968, la sociedad podría aprovecharlas productivamente gracias al enorme potencial moral y político que – merced a Su firme postura – se conservaría, activaría y desarrollaría. (pp. 23-25)

Havel reconoce que es fácil aconsejar sin estar en la situación de Dubcek, pero la mera circunstancia de no ser Usted, no me libera – por lo menos no ante mi conciencia – del deber de adoptar una posición y de hacérsela conocer... experimento ahora una necesidad natural de tomar también en los malos tiempos mi modesta parte de responsabilidad por su destino... Pero pese a que trato de ponerme en Su lugar... tengo que hablar tal como estoy hablando y recomendarle como único camino sensato el que es para Usted - desgraciadamente – el más difícil y el más peligroso: el camino de la verdad.

Havel concluye en esta importante, reflexiva y profunda carta, que la política postula mayores exigencias a las calidades humanas y morales de quienes la ejercen; cuanto mayor poder tiene el político, tanto superiores son, asimismo, dichas exigencias como parte integral y consecuente de su profesión.

Carta a Gustáv Husák

En esta carta escrita en 1975 y dirigida al secretario general del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia, hombre de la línea dura opositora al espíritu de la “Primavera de Praga”, Havel analiza el significado de la “consolidación” del país, criticando el uso reduccionista de estadísticas y de informes oficiales, los cuales no podrían cuestionar la “consolidación” del país. En cambio, si nos preguntamos por cosas más sofisticadas, no tan fácilmente computables, incluyendo en el término “consolidación” el estado interno real de la sociedad, ¿Qué sucederá si nos preguntamos, por ejemplo, qué se ha hecho por el desarrollo de dimensiones verdaderamente humanas de la vida, por elevar al hombre a un nivel superior de dignidad, para que se pueda realizar de forma libre y auténtica en el mundo?… ¿Acaso después de esto podremos considerar que nuestra sociedad está consolidada?

Me atrevo a afirmar que no. Me atrevo a afirmar que, pese a todos los hechos exteriores y placenteros, en lo interior, nuestra sociedad no está consolidada, en cambio, se está sumergiendo en una crisis cada día más profunda, en una crisis incluso más peligrosa que todas las que podamos recordar en nuestra historia moderna. (p. 34)

La demostración de esta afirmación comienza por una cuestión fundamental, al preguntarse por qué la gente se comporta cómo lo hace, dando la imponente impresión de que se trata de sociedad totalmente unida que respalda plenamente a su gobierno. Havel señala que para cualquier observador imparcial la respuesta está en el miedo como motivación.

Por ejemplo, el miedo que siente el maestro a perder su puesto y enseña cosas en las que no cree; por miedo a su futuro, el alumno las repite, etc. El sistema de coerción existencial circunda perfectamente a toda la sociedad, envolviendo a cada ciudadano y no podría funcionar con éxito si no fuera por la policía del Estado, omnipresente y omnipotente, que Havel compara con una horrible araña que tiene tejida su invisible telaraña sobre toda la sociedad; es el punto final donde convergen todas las líneas del miedo y la prueba irrevocable de la falta de esperanza (aquí no podemos menos que recordar el interesante y profundo diálogo entre Atreyu y el Gumork, importantes personajes de la película La historia sin fin, obra de Michael Ende) en las tentativas de los ciudadanos por enfrentarse al poder.

Por lo general, no vemos a nuestro alrededor gente temblando de miedo como hojas al viento, sino ciudadanos que simulan alegría y autosuficiencia. Se trata del miedo en el sentido más profundo de la palabra, yo diría en el sentido ético: consiste en una penetración, más o menos consciente, en la conciencia colectiva de la amenaza constante y omnipresente… La coacción actual reviste formas más sofisticadas… pero representan tan sólo la amenaza máxima, mientras que, por el contrario, el peso principal se ha trasladado al sector de la coacción existencial… todos tienen algo que perder y el abanico de lo que se puede perder es amplio… Cuando el miedo está detrás del instinto del hombre por salvar lo que tiene, podemos observar con mayor frecuencia que el egoísmo y el arribismo se convierten en fuerza motriz del afán humano por obtener lo que todavía le falta…

Finalmente, tampoco es casual que la corrupción de los funcionarios haya alcanzado el nivel más elevado que se recuerda en los últimos decenios y que estén dispuestos a recibir abiertamente y por cualquier motivo sobornos, aplicando descaradamente en su toma de decisiones los criterios que les dictan sus más mezquinos intereses personales.

Los que más abundan son los hipócritas, y, en cierta medida, dice Havel, todos se ven obligados a ser hipócritas; incluso, puede afirmarse que todos somos abiertamente sobornados.

La indiferencia es el espacio entre la defensa ante el mundo provocada por el miedo y su conquista agresiva motivada por el afán de ventajas personales. Parece como si la gente hubiera perdido la fe en el futuro, en la rectificación de los asuntos comunitarios, en el sentido de la lucha por la verdad y el derecho, después de las recientes conmociones históricas y de la forma en que el sistema se estabilizó en el país. Se resignan en todo lo que quede más allá del margen de la atención diaria a su seguridad personal; buscan las más diversas formas de evasión; caen en la apatía, el desinterés por los valores superiores, se desinteresan del prójimo, se vuelven espiritualmente pasivos y les agobia la depresión. (p. 41) Quien trate de resistir, es considerado por su entorno como un ser raro, un loco o un Don Quijote.

En este entorno, el poder social del totalitarismo emite un comunicado, un “consejo realista”: no te preocupes de la política en la medida de lo posible - es asunto nuestro; haz sólo lo que te digamos, no filosofes, ni metas las narices en lo que no te corresponde, calla, haz tu trabajo, ocúpate de ti mismo y serás feliz -. Y la gente, acata el consejo; no se necesita mucha imaginación para comprender que esto sólo conduce a la corrosión paulatina de todas las normas morales… Sólo puede rebajar la existencia al nivel de vegetación biológica, es decir, a esa desmoralización “de profundidad” que se deduce de la pérdida de la esperanza y de la crisis perceptiva del sentido de la vida… a la pérdida del horizonte absoluto y que podría calificarse de crisis de la identidad humana. Se llega incluso al entorpecimiento de la capacidad de darse cuenta de este embrutecimiento. La sociedad es reprimida por el dominio totalitario en el ámbito de la cultura: es un mundo en donde se entiende por política cultural primordialmente policía cultural. (pp. 46-47)

Havel concluye diciéndole a Husák la dirección de hoy tiene la posibilidad de influir en la sociedad para fomentar lo bueno que hay en nosotros y no lo malo, recurriendo para ello a su política. Por el momento, han escogido el camino más cómodo para ustedes, pero el más peligroso para la sociedad… En mi calidad de ciudadano de este país, con esta carta le pido abierta y públicamente a usted y a los demás dirigentes responsables del régimen actual, que presten atención a todas las circunstancias que he tratado de presentarles, para sopesar a la luz de éstas la magnitud de su responsabilidad histórica y actuar en conformidad con ella. (p 70)

La Política y la Conciencia

Yo viví durante un tiempo en el campo de pequeño, y recuerdo claramente una impresión de ese entonces: mientras atravesaba los campos hasta una aldea cercana para ir a la escuela, solía observar en el horizonte la gran chimenea de una fábrica rápidamente construida y que, con toda probabilidad, servía para la guerra. De la chimenea salía un humo pardusco, denso, que se dispersaba por el cielo azul. Al verlo experimentaba siempre una sensación intensa de algo profundamente inadecuado, que se concretaba en la pregunta de por qué la gente ensuciaba el cielo. No sé si la ecología existía ya en ese entonces como una disciplina científica, pero de existir yo no la conocía… creía que el hombre cometía un delito con ello, que destruía algo importante, que arbitrariamente alteraba el orden natural  de las cosas y que semejantes acciones tomarían su venganza en él… Si el hombre medieval hubiera avistado de repente algo parecido en el horizonte - durante la caza, por ejemplo -, lo hubiese considerado como una obra diabólica, se hubiese arrodillado y hubiera rezado por la salvación de sí mismo y de sus prójimos.

¿Qué hay en común entre el mundo del hombre medieval y el de un muchacho pequeño? Creo que es un asunto sustancial: los dos están arraigados, más que la mayoría de los hombres modernos, en lo que los filósofos llaman “el mundo natural” o “el mundo de la vida”. No se han emancipado todavía del mundo de sus experiencias reales y personales… en el que las nociones de hogar y extrañeza, el bien y el mal, belleza y fealdad, cercanía y lejanía, el deber y el derecho, significan algo muy vivo y claramente definido… Significa que el mundo natural entraña por su misma esencia una premisa de lo absoluto, que lo crea y limita, espiritualiza y dirige, sin lo que sería impensable, absurdo e inútil, y que debemos respetar; todo intento de despreciar, subyugar o hasta reemplazar por algo diferente, representa en las dimensiones de este mundo una manifestación de orgullo que el hombre ha de pagar caro, como Don Juan Y Fausto.(pp. 71-73)

Un torbellino llamado “colectivización”, que hace 30 años pasó por el campo checoslovaco, barrió con la institución de la granja tradicional, no dejó piedra sobre piedra y tuvo un saldo de decenas de miles de encarcelados sacrificados en el altar de la utopía científica. Ahora, la ciencia, pasmada, constata lo que hasta los semianalfabetas campesinos sabían en sus tiempos (como diría el célebre Chesterton: “qué cultos eran esos analfabetas”): es insensato tratar de tomar la naturaleza en su totalidad en las manos humanas y burlarse de sus secretos.

La ciencia moderna, al interpretar al mundo natural sólo como una cárcel de prejuicios, rompe la esencia de aquel, prescinde de Dios y se sienta sola en su “trono”; en pocas palabras, destituye a Dios y juega a él, pero todo intento semejante se vengará del hombre. La culpa no la tiene la ciencia como tal, sino el orgullo del hombre de la era científica. En pocas palabras, el hombre no es Dios y el juego a serlo se venga de él cruelmente. (pp. 77-78)

Por otra parte, los monarcas y los líderes eran todavía personalidades idénticas consigo mismas y ellos en persona respondían por sus actos buenos o por sus crímenes ante la gente. En los tiempos modernos han sido sustituidos por empresarios, burócratas, funcionarios; los hombres se han ido convirtiendo en conjuntos estadísticos de electores, de consumidores, de turistas, de soldados y hasta el bien y el mal, como categorías del mundo natural, han llegado a perder su sentido real en la práctica política.

Es en los sistemas totalitarios en donde el poder impersonal encuentra su más perfecta manifestación; en ellos se encuentra un poder impersonal, burocrático, de represión, de miedo, que estatiza e inhumaniza el pensar, la moral y la vida privada y que no tiene que recurrir a la verdad.

Es indispensable reconstruir de alguna forma el mundo natural como terreno propio de la política, rehabilitar la experiencia personal del hombre como medida básica de las cosas, sobreponer la moral a la política y la responsabilidad a la finalidad. (p. 87)

Soy partidario de “una política antipolítica”. Es decir, de una política que no equivalga a una tecnología del poder y la manipulación con él como una forma de dirección cibernética de los hombres o como un arte de finalidades concretas, prácticas o intrigas, sino de la política como una de las formas de buscar y de conquistar el sentido de la vida; cómo protegerlo y cómo servirle; una política como moralidad practicada; como un servicio a la verdad; como preocupaciones por nuestros prójimos, preocupaciones auténticamente humanas, que se rigen por medidas humanas. Es una forma muy poco practicada en el mundo de hoy y difícilmente aplicable en la vida cotidiana. No obstante, yo no conozco otra alternativa mejor.

Cuando fui condenado y luego cuando cumplía la pena, conocí en mi propia carne la importancia y la fuerza benéfica de la solidaridad internacional. Jamás dejaré de estar agradecido por todas sus manifestaciones… La experiencia fundamental es el hecho de que lo que yo llamé “una política antipolítica” es posible y puede tener su efecto, aunque por su misma esencia no se puede calcular de antemano. Dicho efecto tiene, naturalmente, otro carácter distinto de lo que en el Occidente entienden como un éxito político… vemos - y creo que se trata de una experiencia de relevancia principal y general - que un solo hombre aparentemente impotente, que se atreve a gritar en voz alta una palabra verídica, y quien la defiende arriesgando toda su vida y está dispuesto a pagar duramente por ella, tiene, increíblemente, un poder mayor, aunque formalmente no tuviera más derechos, que miles de electores anónimos en otras condiciones. (pp. 94-95)

Havel recuerda los notables ejemplos de Alexandr Soljenitsin,[xiii] y de Lech Walesa:[xiv] Se demuestra que la verdad y la moralidad pueden fundar un nuevo punto de salida para la política y tener una fuerza política indudable hasta en nuestros días: la voz de alarma de un solo científico valiente, situado en una provincia y aterrorizado por los instigados vecinos, se oye por encima de las fronteras de los continentes; y se dirige a la conciencia de los más poderosos de este orbe, más fuerte de lo que todas las brigadas de propagandistas asalariados puedan convencerse a sí mismos Se enseña que la política no tiene que ser para siempre un asunto de expertos profesionales en la técnica del poder, y que un simple electricista con un corazón valiente y puro, que sabe estimar algo superior a sí mismo y no tiene miedo, puede cambiar la historia de su pueblo.

Sí, “la política antipolítica” es posible. La política “desde abajo”. La política del hombre y no del aparato. La política creciente desde el corazón y no de la tesis. (p. 95)

Anatomía de una reserva

En 1985, en tiempos de la “guerra fría”, Václav Havel se preguntaba: Contra quien se lleva cabo en nuestro país esa “lucha oficial por la paz”? Naturalmente, contra los imperialistas occidentales y sus armas. Por consiguiente, la palabra “paz” no significa en nuestro país otra cosa que un acuerdo incondicional con la política del bloque soviético y la actitud unívocamente negativa ante Occidente. (p. 109)

En el intento por resumir puntos comunes y característicos para todas las ideas independientes de Europa del Este sobre la paz y el movimiento de paz, Havel enumera los siguientes:

1. Cierta simpatía elemental con la ética de las personas que, en medio de la sociedad de consumo, dan prioridad a las preocupaciones por el destino del mundo, antes que a las simples preocupaciones por su propio bienestar.

2. Una convicción claramente política: la causa del peligro bélico no la constituyen las armas como tales, sino las realidades políticas de la Europa y del mundo dividido, que requieren la fabricación de esas armas. Es imposible una paz duradera rechazando una u otra arma, ya que este rechazo está relacionado sólo con las consecuencias y no con las causas.

3. Las negociaciones sobre el desarme, por más exitosas que sean, no pueden solucionar la crisis actual.

4. El único camino sensato hacia una paz europea real (no sólo un estado de armisticio armado o de la “no-guerra”), es la transformación de las realidades políticas. Es decir, ambas partes deben renunciar radicalmente a la política de defensa y a la división de Europa en bloques y buscar empeñosamente el ideal de una Europa democrática como entidad amistosa de naciones libres e independientes.

5. Sólo puede haber naciones libres e independientes con ciudadanos libres, dignos y soberanos.

Sin la paz  interior, o sea, la paz recíproca entre los ciudadanos y entre los ciudadanos y el Estado, no hay ni garantías de paz exterior: el Estado que no respeta la voluntad y los derechos de sus ciudadanos no ofrece garantía alguna de estar de estar dispuesto a respetar la voluntad y los derechos de otros hombres, naciones y estados… El Estado que niega a sus ciudadanos los derechos humanos fundamentales se hace peligroso incluso para sus vecinos… La supresión de los derechos naturales de los ciudadanos y los pueblos no garantiza la paz, sino que la amenaza… Por lo visto, la reflexión de las experiencias amargas de cada día del ciudadano del Este totalitario tiende, siempre de nuevo y lógicamente, hacia un solo punto de vista: una nueva comprensión del significado de los derechos humanos, de la dignidad humana y de las libertades civiles… Nos parece simplemente incomprensible que alguien pueda confiar en la posibilidad de un desarme que eluda al hombre o incluso sea redimido por su avasallamiento. (pp. 132-133)

El disidente es un poco quijote; critica y publica sus análisis solo frente al poder gigante del Estado, invocando la ley sabiendo que tarde o temprano será encarcelado; no opera en la esfera del poder real, no sueña con el poder ni lucha por los votos de los electores; no intenta embelesar al público ni promete algo, sólo ofrece su propio pellejo porque no tiene otra posibilidad de corroborar la verdad que respalda. Mediante sus actividades está únicamente articulando su dignidad de ciudadano, sin tomar en consideración lo que cosechará a cambio. El punto de salida propio de su actuación “política” estriba, pues, en la esfera moral y existencial. Todo lo que hace, lo hace en el primer plano sólo por sí mismo: algo se ha sublevado en él y él no es capaz de “vivir más en la mentira”. Exclusivamente detrás de este motivo totalmente existencial, y a la zaga de éste, va y puede ir el punto de vista “político”. O sea la esperanza - confusa, poco clara y difícilmente verificable en su justificación - de que semejante actitud comienza para algo en general. Que incluso “la política fuera del poder”, tenga su sentido; aunque sea por una vía más oculta y complicada,, que al menos también ésa origine algo, alcance algo, impresione mediante algo… Ve su misión más centrada en la defensa del hombre ante la presión del sistema que en la invención de sistemas mejores. En cuanto al futuro, se trata más bien de los valores morales y políticos en que debería estribar, que de las especulaciones completamente anticipadas sobre cómo y por quién serán garantizados dichos valores a los hombres… Puede ocurrir que sea un mundo de sueños e ideales, pero jamás utópico.

Antecedentes de la Carta 77

La invasión soviética, la represión y la vuelta a la “vida normal” había traumado a la sociedad checoeslovaca que como respuesta se repliega en sí misma; todas las voces inconformes son silenciadas. Havel sobrevive gracias a los pagos por derechos de autor enviados por sus editores extranjeros.

A mediados de los años setenta –recuerda Havel – surgieron “minorías significativas” como signos de un despertar social, pues muchos ya estaban “cansados de su cansancio”. Los jóvenes no traumatizados con la experiencia de la ocupación soviética entraban en la edad consciente.

En efecto, en 1976 Václav conoce en un bar a Ivan Junius, director artístico del grupo de música rock, los “Plastic People”, y fundador de un movimiento clandestino. Aunque Václav no sabe nada de rock ni le gusta, escucha la música y las explicaciones de Jirus, lo que se convierte para Václav en toda una revelación, pues comprende que se trata de una expresión auténtica de jóvenes aplastados por la miseria de este mundo, una expresión libre de una experiencia existencial comprensible para todos los que aún no estaban totalmente embrutecidos: esa música hablaba de angustia metafísica y de deseo de salvación.

Dos semanas después, Jirus con sus músicos y sus amigos son detenidos por la policía “acusados”, prácticamente sin pruebas, de pandillerismo. Václav se escandaliza y siente que el poder dejaba ver sus intenciones de “uniformizar la vida”, como lo reflexiona en detalle:

En 1976 fueron encarcelados los miembros de la banda de rock The Plastic People of the Universe. Con ello, el poder no atacó a sus adversarios políticos como a comienzos de los años setenta, sino a la vida misma, esto es, a su voluntad de manifestarse con libertad, a su estilo, con autenticidad y plenos derechos. El carácter peligroso de ese ataque fue reconocido rápida y generalmente y la campaña de solidaridad, que nació en ese momento, fue un espejo claro de esa transformación a que me refiero, y una prueba material de todos sus rasgos, desde la voluntad de varias comunidades de cruzar su propia sombra hasta la conciencia cada vez más honda acerca de la indivisibilidad de la libertad. El movimiento de esas “minorías significativas” que surgió en ese entonces no nació de la nada y de repente, sino que era una respuesta lógica de la conciencia social que se iba despertando ante dicho acto del poder estatal. Es obvio que el despertar se iba acelerando mediante la solidarización con los afectados: las barreras fueron superadas y la atmósfera de una colectividad más amplia nacía rápidamente. (p. 157)

En efecto, a pesar de terribles dificultades, Václav crea un movimiento de solidaridad con los jóvenes del “Plastic People”, en el que participan intelectuales, juristas y exfuncionarios del partido; el asunto trasciende las fronteras de Checoslovaquia y el gobierno se ve obligado a capitular, liberando a los encarcelados. Para Václav es una gran victoria y de esta lucha nacerá la Carta 77.

Sobre el sentido de la Carta 77

La Carta 77 constituyó un movimiento checoeslovaco en favor de los derechos humanos y de mayores libertades civiles y políticas desde 1977 (año en que aparece el Manifiesto que pedía al gobierno comunista de Checoslovaquia su adhesión a los tres acuerdos internacionales sobre derechos humanos: el Acta Final de Helsinki de 1975 y los dos convenios de la ONU) hasta 1990, periodo conocido como “La Revolución de Terciopelo”. Sus partidarios propiciaron los acontecimientos de 1989 que contribuyeron a terminar con el régimen totalitario comunista que durante cuarenta años oprimió a los ciudadanos checoeslovacos.

La Carta 77 es una respuesta a la invasión de la URSS a Checoslovaquia en 1968. En protesta contra la línea dura de Gustáv Husák, quien había sucedido en el poder a Alexander Dubcek en 1969, más de 200 intelectuales, académicos y miembros de la Iglesia firmaron la Carta 77 (siendo Havel uno de los fundadores del movimiento), con el objetivo de denunciar las violaciones a los derechos humanos y de mantener un diálogo constructivo con el gobierno; en respuesta, el grupo fue duramente golpeado por el gobierno y muchos de sus miembros perdieron sus empleos. El movimiento mantuvo un acercamiento legal y no violento, desenmascarando la hipocresía del régimen y manteniendo informado a los medios de comunicación occidentales.

Quienes firmaron la Carta no se unieron sobre una base política, sino por razones más íntimas. Más bien humanas que políticas. Y su móvil común era también ante todo moral... Fue la auténtica respuesta del ciudadano al estado de la desmoralización general. (p. 158)

En este contexto, Havel responde a una importante pregunta: ¿Qué significa que algo tenga una base o un origen moral?

Significa, en principio, que una cosa no la hacemos por móviles que tienen “cierta finalidad”, es decir, con la certeza de poder esperar un éxito rápido, evidente, verificable (y por lo tanto más externo), sino simplemente porque la consideramos como buena. El motivo moral nos obliga a hacer las cosas buenas como tales, por ellas mismas y por principio... las cosas buenas tienen siempre un sentido. Y, a la vez, naturalmente, también en nuestra esperanza de que ese sentido se manifestará y confirmará – tarde o temprano – en su modo específico... La seguridad interior sobre el sentido de semejante cosa es, pues, la seguridad de que vale la pena correr el riesgo de su fracaso eventual. (p. 159)

En virtud de esta explicación es posible comprender mejor el sentido de la Carta 77:

La verdad es que los programas políticos pueden nacer, vivir y desaparecer, ganar y perder el apoyo y ejercer una influencia real sobre la situación, sólo en el terreno de la ciudadanía recuperada, es decir, exactamente en el terreno que la Carta está creando... sin los ciudadanos no existe la política... las metas de la política son finalistas, mientras que las metas de la Carta son “afinalistas”. Son “afinalistas”, puesto que son morales...

En el programa de la Carta 77 no figura el derrocamiento del Gobierno o la destrucción de la sociedad existente. Por esa razón no ataca tampoco el orden legal dado. Al contrario, intenta restituir la ciudadanía exigiendo que las leyes valgan realmente y que sean respetadas, llamando la atención sobre su interpretación arbitraria de parte del poder; queriendo que los derechos no aparezcan sólo formulados en el papel, sino que sean respetados y plasmados en la realidad... Reitero: contra el “finalismo” del problema político, de si vale la pena escribir o mandar algo justo a este Gobierno, oponemos el “afinalismo” del principio moral de que nuestros asuntos comunes han de ser realmente nuestros asuntos comunes. Es decir: comportarse como ciudadanos libres, conscientes de su derecho y de su deber de “inmiscuirse en ello”, tendrá sentido siempre en renovación continuamente y por principio. Prescindiendo, incluso, de la velocidad y de la realidad de la introducción de ese modelo de comportamiento en la conciencia general... La Carta, por el contrario, gracias a que su meta no es política ni de poder, puede bregar con libertad por la verdad realmente imparcial. (pp. 161-162-164)

La Carta no es una coalición y no es comunidad cerrada sino abierta: cada uno puede firmarla y sólo de él depende cómo cumplir el compromiso asumido; cada uno puede empezar consigo mismo e inmediatamente. La Carta constituye un horizonte moral, sobre cuyo fondo es posible definirse, incluso en contraste.

La sola idea de que hubo tiempos en que la Carta no existía, provoca hoy día la sensación de vacío y de relatividad total de todos los valores cívicos... La Carta 77 fue el primer sujeto social independiente ante el poder central que resurgió después de muchos años. Desde el momento de su nacimiento ha vuelto a iniciar ese juego de relaciones vivas entre el Estado y la Carta, la Sociedad y la Carta, el Estado y la Sociedad. El cuerpo que parecía muerto ha manifestado, súbitamente, signos de vida. La historia ha retornado hacia nosotros. El final ha vuelto a abrirse... espero que de todo lo dicho sea evidente que su sentido no está determinado por la lista de éxitos comprobados. Si dependiera de ello, posiblemente hubiese dejado de existir. (pp. 173-174-173) 

La historia y la totalidad

Es evidente - dice Havel – que el sistema totalitario está, por su misma esencia, orientado “contra toda aventura”. Con la destrucción de la aventura desaparece la sensación de la historia y en Checoslovaquia la historia fue sustituida por la seudohistoria: la pérdida del horizonte de la historia quitó el sentido de la vida, por lo tanto, el Gobierno estatizó el tiempo. La singularidad del ser humano se convirtió en un simple adorno de leyes históricas y la emoción de los actos concretos fue expulsada de la esfera de lo casual y no merece la atención de la ciencia, por lo que la historia se convirtió en aburrimiento.

Nuestro país es administrado por burócratas amorfos, que profesan verbalmente la ideología revolucionaria, mas en realidad se preocupan solamente por sí mismos y no creen en nada... Basta abrirse paso por el tejido de diversos lazos dialécticos para averiguar que el germen de la anulidad de la existencia dormita ya en el punto de salida de la ideología en que ese sistema se basa, o sea, en su convicción arrogante de haber comprendido al mundo completamente y de haber revelado su verdad... Empezó por la exposición de la historia desde su único y particular prisma, por la absolutización de ese aspecto y, finalmente, por la reducción de la historia entera a él: su carácter polifacético y apasionante fue sustituido por el juego fácil de orientación de “leyes históricas”, “formaciones sociales” y “relaciones de producción”, que tanto satisfacen el ojo amante del orden cientificista. Mas ese juego expulsó gradualmente de la historia justo lo que estructura la vida humana, es decir, el tiempo y por lo tanto también la historia misma, o sea, la aventura; y la aventura se llevó consigo al imperio de lo insignificante también sus dos polos: la singularidad y la esencia polifacética...

O sea, la historia encontró su sentido definitivo. ¿Pero tiene algún sentido la historia que ha encontrado su sentido? ¿Y sigue siendo historia en tal caso? La ideología, basada supuestamente en la autoridad de la historia, va convirtiéndose en el mayor enemigo de la historia. Es una enemistad bilateral: si la ideología destruye la historia explicándola completamente, la historia destruye la ideología transcurriendo de un modo diferente al prescrito por ella. (pp. 184-185-186-187)

Václav recuerda que en la cárcel encontró más presente a la aventura, en contraste con la vida de afuera. En una celda para 24 hombres había más historias únicas que en una aglomeración de miles de viviendas. Las cárceles de un régimen totalitario es más bien un lugar de hombres sobresalientes, originales, personas que sirven para algo, poco adaptables a los que el totalitarismo no puede convertir en “rebaño”. La singularidad necesita de la aventura y viceversa: son hermanas siamesas y comparten un hogar común que es la pluralidad.

Una hora entre el fracasado y el político

En octubre de 1989 Václav escribía que parecía haber finalizado el tiempo de la “disidencia clásica”, pero, a la vez, todavía no existía una cultura política en su país. Sin embargo, están apareciendo iniciativas independientes, en una nueva situación que ofrece una imagen de hermosa satisfacción, con la que no hay que embelesarse demasiado y evitar dejar de ser realistas; también es peligrosa la publicidad que acentúa lo superficial e inmediato y desdeña los objetivos de más largo plazo; tanto más visiblemente se entrará en el terreno de la política real, cuanto más enérgicamente se recuerden las raíces originales (morales) de la actuación de la sociedad.

El gobierno ha vuelto a tus manos, pueblo... (Discurso de Año Nuevo)

Con tres días de haber asumido el poder como Presidente, Václav Havel habló con la acostumbrada franqueza con la que escribía desde sus tiempos de disidente y sin caer en pragmatismos:

Lo peor es que vivimos en un medio moral podrido. Estamos moralmente enfermos, porque nos hemos acostumbrado a decir algo diferente de lo que pensamos... Hasta hace poco, el régimen en el poder, fuerte en su ideología soberbia e intolerante, redujo al ser humano a una mera fuerza productiva, de la naturaleza de un instrumento de producción, con lo cual se pisoteaba su esencia y las relaciones mutuas... (p. 214)

Y es aquí en donde el título del libro que presentamos, “la responsabilidad como destino”, adquiere una especial significación:

Al hablar de un medio moral podrido, no me refiero solamente a los señores que comen verduras ecológicamente puras y no miran por las ventanas de sus aviones. Me refiero a todos nosotros, porque todos nos hemos acostumbrado al sistema totalitario y lo hemos aceptado como algo que no podía cambiar. Hemos contribuido a mantenerlo. En otras palabras: todos somos responsables, aunque cada cual en una medida diferente, de la marcha del engranaje totalitario, ninguno de nosotros es solamente víctima, sino que todos somos coautores... Si queremos, nuestro país podrá irradiar para siempre amor, aspiración al entendimiento, fuerza espiritual e intelectual. Esta irradiación se puede convertir en nuestra peculiar contribución a la política mundial... Aprendamos nosotros y enseñemos a los demás que la política no ha de ser forzosamente un arte de lo posible – tengo en mente, en primer lugar, las especulaciones, los cálculos, las intrigas, los acuerdos secretos y las maniobras pragmáticas – y que puede ser el arte de lo imposible, es decir, de hacer cambiar para bien a cada uno de nosotros y al mundo. (pp. 215-218-219)


NOTAS


[i] Mergier, Anne Marie. La solución, ni capitalismo ni socialismo tradicional: Václav Havel propone a Checoslovaquia crear un sistema con el hombre como centro, en Revista Proceso, 15/enero, México 1990, p. 42
[ii] Cf. González Uribe, Héctor. Hombre y Sociedad, El dilema de nuestro tiempo, Editorial JUS, México 1979
[iii] Cf. S.S. Juan XXIII. Encíclica Mater et Magistra (sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la Doctrina Cristiana), n 219, en Iribarren, Jesús y Gutiérrez García, José Luis (Coords.). Once Grandes Mensajes, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid 1993
[iv] Cf. Saviñón Diez de Sollano, Adalberto. Václav Havel: el disidente y la ética, en Artesanos de la Democracia, Editorial JUS, Centro Lindavista, México 1997, pp. 145-168
[v] Cartas desde el Tata Vasco. Václav Havel y la Democracia, Centro Tata Vasco, A.C., 22/agosto, México 1990, p. 1
[vi] Las citas están tomadas del libro del mismo título, publicado por el Fondo de Cultura Económica, México 1991, con prólogo de Juan María Alponte
[vii] Cf. Avilés, Alejandro. Frente al sistema postotalitario, en La Nación, Órgano Oficial del Partido Acción Nacional, Año LVII, No. 2053, 21/septiembre, México 1998, pp. 24-25
[viii] Cf. Berdiaev, Nicolás. Una Nueva Edad Media, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires 1979
[ix] Václav Havel y la Democracia, op. cit. p. 2
[x] Cf. González Morfín, S.J., Luis. Ética y Valores en la Práctica Política, Dirección Nacional de Formación y Capacitación, Ediciones del Partido Acción Nacional, México 1997
[xi] Cf. Dos textos de Václav Havel: Soy parte de un milagro, y El carácter inhumano del sistema totalitario, Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 4, No. 13, julio-septiembre, México 1990, pp. 110-114
[xii] Cf. Havel, Václav. Ser Presidente, en Revista Vuelta, Año XV, No. 178, septiembre, México 1991, pp. 15-17
[xiii] Cf. López Ríos, Bernardo. Alexandr Soljenitsin: Precursor del triunfo de la Noviolencia sobre el totalitarismo, en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 11, No. 46, octubre-diciembre, México 1998, pp. 129-142
[xiv] - Cf. Un camino de esperanza: Lech Walesa y la lucha Noviolenta en Polonia, en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 12, No. 50, octubre-diciembre, México 2000, pp. 127-175

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