Exigencias éticas de la práctica política
El Humanismo Político y/o Solidarismo de
Václav Havel
Por Bernardo López Ríos *
* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las
enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa
Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica
"Si eres modesto y no anhelas el poder, no sólo eres adecuado para la política, sino más bien debes estar absolutamente ahí".
Václav Havel, Presidente de Checoslovaquia
Introducción
Todavía ocho meses antes de llegar a
la presidencia de su país era un intelectual disidente encarcelado por el
régimen comunista. Durante más de veinte años, Václav Havel repitió que sólo
aspiraba a ser escritor y que no le interesa el poder, pero también afirmó que
el interés general está por encima del particular. Cuando se le sugirió
presentar su candidatura a la Presidencia de Checoslovaquia, Václav respondió: Si
Dios así lo quiere y si la situación evoluciona de tal manera que el único
favor que le pueda hacer a mi país sea éste, pues bien, lo haré.[i]
Anne Marie Mergier afirma que definir
el pensamiento político de Havel no es nada fácil, pues desafía las etiquetas y
rechaza las clasificaciones tradicionales. Para nosotros, en cambio, nos ha
sido muy fácil ubicarlo dentro del Humanismo Político o Solidarismo,[ii]
en virtud de su énfasis en que el hombre
sea la medida de todas las estructuras, inclusive de las económicas y no que
tenga que adaptarse a la medida de estas estructuras (coincidiendo con la
Doctrina Social de la Iglesia que afirma que el hombre es necesariamente
fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales),[iii]
por su convicción de que la práctica política debe estar subordinada a la ética
y por su lucha Noviolenta para defender los derechos humanos.[iv]
Además, en una reflexión sobre la democracia, afirma Havel: La experiencia
específica a la que me refiero me ha dado una gran certeza: la conciencia
precede al ser, y no lo contrario, como afirman los marxistas. Por esta razón, la
salvación de este mundo sólo radica en el corazón del hombre, en el poder
que tiene para reflexionar, en la humildad y la responsabilidad humanas.[v]
En el presente texto presentamos las
ideas fundamentales del pensamiento de Václav Havel, reseñando la colección de
escritos publicada bajo el sugestivo título de La responsabilidad como
destino,[vi]
obra que contiene análisis metafísicos del poder [vii]
que, de alguna manera, nos recuerdan el impresionante estilo de Nicolás
Berdiaev.[viii]
¿Qué es de hecho la responsabilidad humana y con qué se relaciona? – se
pregunta y responde Havel: Es una relación que asume la existencia de dos
polos: una persona que es responsable y alguien o algo por quién o por qué es
responsable. Todavía somos incapaces
de comprender que la única columna vertebral de todas nuestras acciones – para
que sean morales – es la responsabilidad. Responsabilidad que está por encima
de mi familia, de mi país, de mi compañía, de mi éxito. Responsabilidad con el
orden del ser, en el que todas nuestras acciones son registradas indeleblemente
y en donde, y sólo en donde, serán debidamente juzgadas. El intérprete o
mediador entre nosotros y esa autoridad superior es lo que tradicionalmente
llamamos la conciencia humana. Si yo subordino mi conducta política a este
imperativo que me transmite mi conciencia, no podré equivocarme mucho. Si, por
el contrario, esa voz no me guiase, ni siquiera diez escuelas presidenciales
con dos mil de los mejores expertos en ciencias políticas del mundo podrían
ayudarme.[ix]
A la pregunta acerca de si los
repetidos fracasos del “socialismo real” deben ser considerados como el triunfo
del capitalismo, Havel responde que este es un razonamiento simplista, en
virtud de que las causas de las crisis que se sufren en Oriente y en Occidente
al final del siglo XX, no deben buscarse en las falla de tal o cual sistema
político o económico, sino en el hecho de que nuestra época sufre la pérdida de
los valores metafísicos, del sentido trascendental y de toda autoridad moral
regida por un objetivo superior.[x]
Václav
Nacido en 1935, de familia rica,
Václav Havel vive su infancia en medio de campesinos pobres; en 1948 el Estado
confisca los bienes de la familia y en 1951 Václav se ve impedido para
continuar sus estudios; por cinco años trabaja en un laboratorio y toma cursos
nocturnos, derecho de los trabajadores en el régimen comunista, y concluye el
bachillerato. En 1954, luego de ser rechazado en una decena de universidades,
Václav es aceptado para estudiar economía en la Escuela Técnica Superior,
abandonando los estudios a los pocos meses por aburrimiento, pues su vocación
es de dramaturgo. En los cuarteles, durante su servicio militar crea un grupo
de teatro. En 1959, desempleado, Václav logra trabajar como maquinista en el
teatro ABC. Al año siguiente es contratado por el “Teatro sobre la Balustrada”,
en el que permanecerá hasta 1968, el año de la “Primavera de Praga”, en la cual
no tendrá un papel protagónico.
Con treinta y tres años de edad, Václav es miembro de la Unión de
Escritores pero, cosa rara, sin ser miembro del partido comunista checo; viaja
mucho y participa en debates y reuniones, en una de las cuales logra conversar
largamente con Alexandr Dubcek, defensor del “socialismo con rostro humano”.
Por denunciar la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, las obras de
Václav son prohibidas en el país; en 1977 Václav se convierte en cofundador de
la famosa Carta 77, constituyendo un movimiento pluralista muy activo en
defensa de los derechos humanos que progresivamente se convierte en conciencia
viva de los ciudadanos. Para Václav, uno de los voceros de la Carta, comienzan
los años de represión policiaca, clandestinidad y encarcelamiento; entre 1977 y
1989 pasa más de cinco años en prisión: en ocasiones, el y sus compañeros
tuvieron que quemar o comerse importantes documentos; algunos amigos
aconsejaron a Václav exiliarse en los Estados Unidos, pero él se negó; ya en la
prisión, Václav escribe cartas para Olga, su esposa desde 1964, hija de la
clase trabajadora, muy segura de sí misma, sobria, fría, incluso abrumadora y
ofensiva – en descripción de Václav – mientras que él es hijo de la clase media
y siempre un tímido e inseguro intelectual, aunque sobre esto último la gente
piense lo contrario, según Václav. Pronto se dio cuenta de que más abstractas e
incomprensibles fueran sus cartas
meditativas, más oportunidad tenían de ser enviadas, porque los censores no
permitían ningún comentario que ellos pudieran entender.
En 1989 Václav se convertiría en líder
del grupo de oposición denominado “Foro Cívico”, y en Presidente de
Checoslovaquia,[xi] después de contribuir a
inspirar las masivas protestas públicas que derribaron al régimen comunista;
Alexandr Dubcek, iniciador de las reformas de 1968 de la “Primavera de Praga”,
sería electo presidente de la Asamblea Federal. En 1990 Havel es confirmado en
su cargo.[xii] En 1992, al decidirse la
creación de dos repúblicas independientes, la República Checa y Eslovaquia,
Václav Havel dimite de su cargo. En 1993 Havel se convierte en Presidente de la
República Checa y Michael Kovac en Presidente de Eslovaquia. En 1998 Havel es
reelegido Presidente por el Parlamento checo para un nuevo mandato de cinco
años.
Carta a Alexandr Dubcek del 9 de agosto de1969
En esta carta, Havel (quien no está seguro
de que Dubcek lo recordará después de haber hablado con él en una sola ocasión)
le recuerda a Dubcek que siempre ha confiado en los hombres, en ocasiones más
de lo debido, y, por tanto, abriga la esperanza de que aceptará las reflexiones
de Havel sin el rechazo lleno de prejuicios con el que se reaccionaba entonces
frente a lo que no elogiara la política oficial.
La aprobación de la intervención
soviética en Checoslovaquia en 1968 y la aceptación incondicional por parte de
los órganos supremos del partido comunista de Checoslovaquia, y por tanto,
también del Estado, de la explicación soviética de estos acontecimientos fue
cuestión de pocas semanas; la propaganda oficial constituye una preparación
demagógica a favor de la intervención soviética que hará de la política
checoslovaca un acto de capitulación política ideológica y moral.
Cuando menos tengo
la esperanza de que bajo la presión del pueblo, los intelectuales o ciertas
fuerzas de la dirección política sabremos conjurar ese paso vergonzoso ocurra
lo que ocurra, tanto más cuando los ojos de todos los checos y eslovacos (y con
ellos los de toda la opinión pública) se fijan hoy día en Usted y en algunos de
sus compañeros, a la espera tensa y contenida de saber cómo – forzados a
adoptar una actitud ante el asunto – actuarán. (p. 16)
Havel le muestra a Dubcek las tres
posibilidades de acción que el régimen comunista ejercerá sobre este:
La primera posibilidad que tratarán de
imponerle a Dubcek, a juicio de Havel, se refiere a la necesidad de efectuar
una autocrítica amplia, aceptar completamente la interpretación soviética de la
evolución checoslovaca, reconociendo que Dubcek no había comprendido la esencia
de esta evolución, que ayudaba a fuerzas contrarrevolucionarias, culminando con
la condena de Dubcek a la intervención soviética. Más tarde, insistirán en que
Dubcek se ha dado cuenta de la inevitabilidad de la intervención soviética y de
que se debería agradecer la “ayuda fraternal” de los soviets, representada por
los tanques enviados a Checoslovaquia para salvar las conquistas socialistas.
Utilizando mayúsculas para referirse a
Dubcek, Václav Havel le hace ver que:
Emprender esa vía
significaría negarse a sí mismo ‘en interés del partido’; negar Su verdad, Su
convicción, Su labor y Sus ideales; escupir sobre Su propia obra y traicionar
todas las esperanzas relacionadas con Su nombre; humillarse a sí mismo y
ofender hondamente a la mayor parte de los checos y los eslovacos que conocen
la realidad; privar a los hombres de la última seguridad, el último ideal, los
últimos restos de la fe en el honor humano – entendido éste como un
comportamiento de principios para un futuro mejor, en el sentido de aceptar
cualquier sacrificio en pos del todo – arrastrándolos entonces a la más
profunda de las miserias morales, acompañada de la pérdida de todos los valores superiores y encaminada
al encumbramiento del egoísmo, la adaptabilidad, el arribismo y la indiferencia
ante el los destinos de los demás.
De proceder así,
Usted, evidentemente, ayudaría mucho a la dirección actual del partido, pero
sólo al precio de propinar un duro golpe a la consistencia moral de nuestras
naciones; el choque tras la caída del último ideal solamente podría desembocar
en una modorra y un marasmo moral tales que, posiblemente, no nos
recuperaríamos durante una generación entera... Es probable que a Usted le
permitieran – por un tiempo determinado – desempeñar funciones de aparente
importancia dentro del partido y del Estado (naturalmente sin una influencia
política real); mas nuestros pueblos le condenarían como un traidor sin par en
la historia de la política checa y eslovaca (por lo menos, yo no recuerdo un
solo caso en el que un representante de una política determinada de nuestro
país haya aprobado activamente una intervención militar en contra de la misma). (p. 21)
La segunda posibilidad ofrecida a
Dubcek será la de callar; no haría autocrítica ni entablaría polémicas;
simplemente se sometería a la decisión adoptada, esperando los próximos
acontecimientos.
No creo que sea una
alternativa real, pero admitamos que sí. ¿A qué conduciría? Usted sería
eliminado de las funciones dirigentes mucho más rápidamente que en el primer
caso y, posiblemente también, antes y sin miramientos, sería condenado como el
principal culpable. Pero Su situación no mejoraría a los ojos de la gente;
quizás Su ‘solución’ no provocase conmociones tan fuertes e inmediatas como en
el caso de una aprobación activa de la ocupación; no obstante, Usted no
conservaría la confianza del pueblo: el apurado intento precario de esconderse
en la multitud y salir regateando sin heridas, difícilmente despertaría otra
cosa que un desprecio general. Usted no ayudaría mucho a la dirección del
partido, ni le haría mucho daño, y Sus empeños por engañarse a sí mismo mediante
el acuerdo tácito y salir ileso de los reveses de la historia al estilo de
Shveik, podrían desembocar en una crisis moral idéntica a la descrita en la
primera alternativa. (pp. 21-22)
Havel
recomienda a Dubcek que asuma una tercera actitud, la más exigente y que parece
esperar la mayoría de la gente:
estriba en la
posibilidad de que, pese a todas las presiones, Usted volviera a explicar una
vez más, concreta, abierta y verídicamente Sus intenciones, Su política y Su
concepción del desarrollo de los acontecimientos posteriores al mes de enero, y
expresara con especial énfasis Su firme convencimiento de que el proceso de
democratización no significaba una amenaza para la existencia del socialismo,
sino, todo lo contrario, prometía su regeneración; y en cuanto a la
intervención soviética, Usted debiera exponer clara y verazmente su opinión al
respecto: desde el principio la comprendió, y seguirá comprendiéndola, como una
intervención injusta e inmotivada contra el proceso de democratización
(intervención que, además, estaba en brutal contradicción con los principios de
convivencia de los países socialistas y con el derecho internacional, según lo
señaló la declaración de agosto de la presidencia del Comité Central del
Partido Comunista de Checoslovaquia...
O sea, en otras
palabras, hay que decir la verdad, insistir en ella y rechazar todo lo que
intente ponerla patas arriba.
¿Qué ocurrirá si
Usted procede de esta manera más exigente y, al mismo tiempo, también más
natural?
Si Su actuación no
lograse suscitar la retirada total del problema del orden del día – cosa muy
poco probable -, Usted, inmediatamente después de la aprobación de la ocupación
por el Comité Central, será excluido (junto con varios otros que lo
respaldarán) del mismo, y con toda probabilidad también del Partido Comunista;
y será condenado...
Pero Usted habrá
asestado un duro golpe a la dirección del partido y a su política, puesto que
habrá demostrado la tergiversación sin principios e imposible de ser perdonada
incluso a base de tácticas políticas; con todo ello agravará seriamente el
proceso de consolidación en la forma en que se entiende actualmente; es
probable que hasta provoque una nueva ‘crisis’, y puede ser que estallen
disturbios y se efectúen huelgas en Su apoyo. Mas, a fin de cuentas, todo
‘volverá a tranquilizarse’ de alguna forma; los disturbios se solventarán
mediante el uso de la fuerza (por ese motivo serán destituidos otros
funcionarios y varias decenas de personas encarceladas); y al cabo de algunas
semanas, toda la situación desembocará en las acostumbradas relaciones, que de
sobra conocemos hasta poderlas imaginar.
Vemos, pues, que
desde el punto de vista de la situación inmediata, Su acción no aportará
beneficios, antes al contrario, se abusará de ella para nuevas represiones. Y
sin embargo, todo es completamente despreciable en comparación con el inmenso
significado moral – y también desde una perspectiva también social y política –
de Su modo de proceder para el destino futuro de nuestras naciones: la gente se
daría cuenta de que siempre se pueden conservar los ideales y su núcleo
esencial; que es posible hacer frente a la mentira; que hay valores por los que
vale la pena luchar; que aún existen líderes en quienes confiar; que ninguna
pérdida política inmediata justifica un escepticismo histórico total, si los
afectados son capaces de soportar dignamente su derrota...
Usted no sería
olvidado, sino todo lo contrario, persistiría – aunque retirado – como una
esperanza viva y continua para todos los hombres honestos y, al mismo tiempo,
como un reproche, permanente e indestructible, contra todos los arribistas que
trataran de sacar provecho de la ocupación... Al cabo de varios años
(especialmente en el caso de cambios en el poder del Partido Comunista de la
URSS), Usted, casi con certeza, sería rehabilitado... tarde o temprano, el
tiempo le daría la razón. Y al abrirse un día de nuevo las posibilidades –
puede ser que más lentamente, pero tanto más de modo consecuente – para volver
a lo que fracasó en el año 1968, la sociedad podría aprovecharlas
productivamente gracias al enorme potencial moral y político que – merced a Su
firme postura – se conservaría, activaría y desarrollaría. (pp. 23-25)
Havel
reconoce que es fácil aconsejar sin estar en la situación de Dubcek, pero la mera circunstancia de no ser Usted, no
me libera – por lo menos no ante mi conciencia – del deber de adoptar una
posición y de hacérsela conocer... experimento ahora una necesidad natural de
tomar también en los malos tiempos mi modesta parte de responsabilidad por su
destino... Pero pese a que trato de ponerme en Su lugar... tengo que hablar tal
como estoy hablando y recomendarle como único camino sensato el que es para
Usted - desgraciadamente – el más difícil y el más peligroso: el camino de
la verdad.
Havel
concluye en esta importante, reflexiva y profunda carta, que la política
postula mayores exigencias a las calidades humanas y morales de quienes la
ejercen; cuanto mayor poder tiene el político, tanto superiores son, asimismo,
dichas exigencias como parte integral y consecuente de su profesión.
Carta
a Gustáv Husák
En
esta carta escrita en 1975 y dirigida al secretario general del Comité Central
del Partido Comunista de Checoslovaquia, hombre de la línea dura opositora al
espíritu de la “Primavera de Praga”, Havel analiza el significado de la
“consolidación” del país, criticando el uso reduccionista de estadísticas y de
informes oficiales, los cuales no podrían cuestionar la “consolidación” del
país. En cambio, si nos preguntamos por cosas más sofisticadas, no tan
fácilmente computables, incluyendo en el término “consolidación” el estado
interno real de la sociedad, ¿Qué
sucederá si nos preguntamos, por ejemplo, qué se ha hecho por el desarrollo de
dimensiones verdaderamente humanas de la vida, por elevar al hombre a un nivel
superior de dignidad, para que se pueda realizar de forma libre y auténtica en
el mundo?… ¿Acaso después de esto podremos considerar que nuestra sociedad está
consolidada?
Me atrevo a afirmar
que no. Me atrevo a afirmar que, pese a todos los hechos exteriores y
placenteros, en lo interior, nuestra sociedad no está consolidada, en cambio,
se está sumergiendo en una crisis cada día más profunda, en una crisis incluso
más peligrosa que todas las que podamos recordar en nuestra historia moderna. (p. 34)
La
demostración de esta afirmación comienza por una cuestión fundamental, al
preguntarse por qué la gente se comporta cómo lo hace, dando la imponente
impresión de que se trata de sociedad totalmente unida que respalda plenamente a su gobierno. Havel señala
que para cualquier observador imparcial la respuesta está en el miedo como
motivación.
Por
ejemplo, el miedo que siente el maestro a perder su puesto y enseña cosas en
las que no cree; por miedo a su futuro, el alumno las repite, etc. El sistema
de coerción existencial circunda perfectamente a toda la sociedad, envolviendo
a cada ciudadano y no podría funcionar con éxito si no fuera por la policía del
Estado, omnipresente y omnipotente, que Havel compara con una horrible araña que
tiene tejida su invisible telaraña sobre toda la sociedad; es el punto final
donde convergen todas las líneas del miedo y la prueba irrevocable de la
falta de esperanza (aquí no podemos menos que recordar el interesante y
profundo diálogo entre Atreyu y el Gumork, importantes personajes de la película La historia sin fin, obra de Michael Ende) en las
tentativas de los ciudadanos por enfrentarse al poder.
Por lo general, no
vemos a nuestro alrededor gente temblando de miedo como hojas al viento, sino
ciudadanos que simulan alegría y autosuficiencia. Se trata del miedo en el
sentido más profundo de la palabra, yo diría en el sentido ético:
consiste en una penetración, más o menos consciente, en la conciencia colectiva
de la amenaza constante y omnipresente… La coacción actual reviste formas más
sofisticadas… pero representan tan sólo la amenaza máxima, mientras que, por el
contrario, el peso principal se ha trasladado al sector de la coacción
existencial… todos tienen algo que perder y el abanico de lo que se puede
perder es amplio… Cuando el miedo está detrás del instinto del hombre por
salvar lo que tiene, podemos observar con mayor frecuencia que el egoísmo y el
arribismo se convierten en fuerza motriz del afán humano por obtener lo que
todavía le falta…
Finalmente, tampoco
es casual que la corrupción de los funcionarios haya alcanzado el nivel
más elevado que se recuerda en los últimos decenios y que estén dispuestos a
recibir abiertamente y por cualquier motivo sobornos, aplicando descaradamente
en su toma de decisiones los criterios que les dictan sus más mezquinos
intereses personales.
Los
que más abundan son los hipócritas, y, en cierta medida, dice Havel, todos se
ven obligados a ser hipócritas; incluso, puede afirmarse que todos somos
abiertamente sobornados.
La
indiferencia es
el espacio entre la defensa ante el mundo provocada por el miedo y su conquista
agresiva motivada por el afán de ventajas personales. Parece como si la gente hubiera perdido la fe en el
futuro, en la rectificación de los asuntos comunitarios, en el sentido de la
lucha por la verdad y el derecho, después de las recientes conmociones
históricas y de la forma en que el sistema se estabilizó en el país. Se
resignan en todo lo que quede más allá del margen de la atención diaria a su
seguridad personal; buscan las más diversas formas de evasión; caen en la
apatía, el desinterés por los valores superiores, se desinteresan del
prójimo, se vuelven espiritualmente pasivos y les agobia la depresión. (p. 41) Quien trate de
resistir, es considerado por su entorno como un ser raro, un loco o un Don
Quijote.
En
este entorno, el poder social del totalitarismo emite un comunicado, un
“consejo realista”: no te
preocupes de la política en la medida de lo posible - es asunto nuestro; haz
sólo lo que te digamos, no filosofes, ni metas las narices en lo que no te
corresponde, calla, haz tu trabajo, ocúpate de ti mismo y serás feliz -. Y la gente, acata el
consejo; no se necesita mucha imaginación para comprender que esto sólo conduce
a la corrosión paulatina de todas las normas morales…
Sólo puede rebajar la existencia al nivel de vegetación biológica, es decir, a
esa desmoralización “de profundidad” que se deduce de la pérdida de la
esperanza y de la crisis perceptiva del sentido de la vida… a la pérdida
del horizonte absoluto y que podría calificarse de crisis de la identidad
humana. Se
llega incluso al entorpecimiento de la capacidad de darse cuenta de este
embrutecimiento. La sociedad es reprimida por el dominio totalitario en el
ámbito de la cultura: es un mundo en donde se entiende por política cultural
primordialmente policía cultural. (pp. 46-47)
Havel
concluye diciéndole a Husák la
dirección de hoy tiene la posibilidad de influir en la sociedad para fomentar
lo bueno que hay en nosotros y no lo malo, recurriendo para ello a su
política. Por el momento, han escogido el camino más cómodo para ustedes, pero
el más peligroso para la sociedad… En mi calidad de ciudadano de este país, con
esta carta le pido abierta y públicamente a usted y a los demás dirigentes
responsables del régimen actual, que presten atención a todas las
circunstancias que he tratado de presentarles, para sopesar a la luz de éstas
la magnitud de su responsabilidad histórica y actuar en conformidad con ella. (p 70)
La
Política y la Conciencia
Yo viví durante un
tiempo en el campo de pequeño, y recuerdo claramente una impresión de ese
entonces: mientras atravesaba los campos hasta una aldea cercana para ir a la
escuela, solía observar en el horizonte la gran chimenea de una fábrica
rápidamente construida y que, con toda probabilidad, servía para la guerra. De
la chimenea salía un humo pardusco, denso, que se dispersaba por el cielo azul.
Al verlo experimentaba siempre una sensación intensa de algo profundamente
inadecuado, que se concretaba en la pregunta de por qué la gente ensuciaba el
cielo. No sé si la ecología existía ya en ese entonces como una disciplina
científica, pero de existir yo no la conocía… creía que el hombre cometía un
delito con ello, que destruía algo importante, que arbitrariamente alteraba el
orden natural de las cosas y que
semejantes acciones tomarían su venganza en él… Si el hombre medieval hubiera
avistado de repente algo parecido en el horizonte - durante la caza, por
ejemplo -, lo hubiese considerado como una obra diabólica, se hubiese
arrodillado y hubiera rezado por la salvación de sí mismo y de sus prójimos.
¿Qué hay en común
entre el mundo del hombre medieval y el de un muchacho pequeño? Creo que es un
asunto sustancial: los dos están arraigados, más que la mayoría de los hombres
modernos, en lo que los filósofos llaman “el mundo natural” o “el mundo de la
vida”. No se han emancipado todavía del mundo de sus experiencias reales y
personales… en el que las nociones de hogar y extrañeza, el bien y el mal,
belleza y fealdad, cercanía y lejanía, el deber y el derecho, significan algo
muy vivo y claramente definido… Significa que el mundo natural entraña por su
misma esencia una premisa de lo absoluto, que lo crea y limita, espiritualiza y
dirige, sin lo que sería impensable, absurdo e inútil, y que debemos respetar;
todo intento de despreciar, subyugar o hasta reemplazar por algo diferente,
representa en las dimensiones de este mundo una manifestación de orgullo que el
hombre ha de pagar caro, como Don Juan Y Fausto.(pp. 71-73)
Un
torbellino llamado “colectivización”, que hace 30 años pasó por el campo
checoslovaco, barrió con la institución de la granja tradicional, no dejó
piedra sobre piedra y tuvo un saldo de decenas de miles de encarcelados
sacrificados en el altar de la utopía científica. Ahora, la ciencia, pasmada,
constata lo que hasta los semianalfabetas campesinos sabían en sus tiempos
(como diría el célebre Chesterton: “qué cultos eran esos analfabetas”): es insensato
tratar de tomar la naturaleza en su totalidad en las manos humanas y burlarse
de sus secretos.
La
ciencia moderna, al interpretar al mundo natural sólo como una cárcel de
prejuicios, rompe la esencia de aquel, prescinde de Dios y se sienta sola en su
“trono”; en pocas palabras, destituye a Dios y juega a él, pero todo intento
semejante se vengará del hombre. La
culpa no la tiene la ciencia como tal, sino el orgullo del hombre de la era
científica. En pocas palabras, el hombre no es Dios y el juego a serlo se venga
de él cruelmente.
(pp. 77-78)
Por
otra parte, los monarcas y los líderes eran todavía personalidades idénticas
consigo mismas y ellos en persona respondían por sus actos buenos o por sus
crímenes ante la gente. En los tiempos modernos han sido sustituidos por
empresarios, burócratas, funcionarios; los hombres se han ido convirtiendo en
conjuntos estadísticos de electores, de consumidores, de turistas, de soldados
y hasta el bien y el mal, como categorías del mundo natural, han llegado a
perder su sentido real en la práctica política.
Es
en los sistemas totalitarios en donde el poder impersonal encuentra su más
perfecta manifestación; en ellos se encuentra un poder impersonal, burocrático,
de represión, de miedo, que estatiza e inhumaniza el pensar, la moral y la vida
privada y que no tiene que recurrir a la verdad.
Es
indispensable reconstruir de
alguna forma el mundo natural como terreno propio de la política, rehabilitar
la experiencia personal del hombre como medida básica de las cosas, sobreponer
la moral a la política y la responsabilidad a la finalidad. (p. 87)
Soy partidario
de “una política antipolítica”.
Es decir, de una política que no equivalga a una tecnología del poder y la
manipulación con él como una forma de dirección cibernética de los hombres o
como un arte de finalidades concretas, prácticas o intrigas, sino de la
política como una de las formas de buscar y de conquistar el sentido de la
vida; cómo protegerlo y cómo servirle; una política como moralidad
practicada; como un servicio a la verdad; como preocupaciones por nuestros
prójimos, preocupaciones auténticamente humanas, que se rigen por medidas
humanas. Es una forma muy poco practicada en el mundo de hoy y difícilmente
aplicable en la vida cotidiana. No obstante, yo no conozco otra alternativa
mejor.
Cuando fui
condenado y luego cuando cumplía la pena, conocí en mi propia carne la importancia y la
fuerza benéfica de la solidaridad internacional. Jamás dejaré de estar
agradecido por todas sus manifestaciones… La experiencia fundamental es el
hecho de que lo que yo llamé “una política antipolítica” es posible
y puede tener su efecto, aunque por su misma esencia no se puede calcular de
antemano. Dicho efecto tiene, naturalmente, otro carácter distinto de lo que en
el Occidente entienden como un éxito político… vemos - y creo que se trata de
una experiencia de relevancia principal y general - que un solo hombre
aparentemente impotente, que se atreve a gritar en voz alta una palabra
verídica, y quien la defiende arriesgando toda su vida y está dispuesto a pagar
duramente por ella, tiene, increíblemente, un poder mayor, aunque formalmente
no tuviera más derechos, que miles de electores anónimos en otras condiciones. (pp. 94-95)
Havel
recuerda los notables ejemplos de Alexandr Soljenitsin,[xiii]
y de Lech Walesa:[xiv] Se demuestra que la verdad y la moralidad pueden
fundar un nuevo punto de salida para la política y tener una fuerza política
indudable hasta en nuestros días: la voz de alarma de un solo científico
valiente, situado en una provincia y aterrorizado por los instigados vecinos,
se oye por encima de las fronteras de los continentes; y se dirige a
la conciencia de los más poderosos de este orbe, más fuerte de lo que todas
las brigadas de propagandistas asalariados puedan convencerse a sí mismos… Se enseña que la política no tiene que ser para
siempre un asunto de expertos profesionales en la técnica del poder, y que un
simple electricista con un corazón valiente y puro, que sabe estimar algo
superior a sí mismo y no tiene miedo, puede cambiar la historia de su pueblo.
Sí, “la política
antipolítica” es posible. La política “desde abajo”. La política del hombre
y no del aparato. La política creciente desde el corazón y no de la tesis. (p. 95)
Anatomía
de una reserva
En
1985, en tiempos de la “guerra fría”, Václav Havel se preguntaba: Contra quien se lleva cabo en nuestro país esa
“lucha oficial por la paz”? Naturalmente, contra los imperialistas occidentales
y sus armas. Por consiguiente, la palabra “paz” no significa en nuestro país
otra cosa que un acuerdo incondicional con la política del bloque soviético y
la actitud unívocamente negativa ante Occidente. (p. 109)
En
el intento por resumir puntos comunes y característicos para todas las ideas
independientes de Europa del Este sobre la paz y el movimiento de paz, Havel
enumera los siguientes:
1.
Cierta simpatía elemental con la ética de las personas que, en medio de la
sociedad de consumo, dan prioridad a las preocupaciones por el destino del
mundo, antes que a las simples preocupaciones por su propio bienestar.
2.
Una convicción claramente política: la causa del peligro bélico no la
constituyen las armas como tales, sino las realidades políticas de la Europa y
del mundo dividido, que requieren la fabricación de esas armas. Es imposible
una paz duradera rechazando una u otra arma, ya que este rechazo está
relacionado sólo con las consecuencias y no con las causas.
3.
Las negociaciones sobre el desarme, por más exitosas que sean, no pueden
solucionar la crisis actual.
4.
El único camino sensato hacia una paz europea real (no sólo un estado de
armisticio armado o de la “no-guerra”), es la transformación de las realidades
políticas. Es decir, ambas partes deben renunciar radicalmente a la política de
defensa y a la división de Europa en bloques y buscar empeñosamente el ideal de
una Europa democrática como entidad amistosa de naciones libres e independientes.
5.
Sólo puede haber naciones libres e independientes con ciudadanos libres, dignos
y soberanos.
Sin la paz interior,
o sea, la paz recíproca entre los ciudadanos y entre los ciudadanos y el
Estado, no hay ni garantías de paz exterior: el Estado que no respeta la
voluntad y los derechos de sus ciudadanos no ofrece garantía alguna de estar de
estar dispuesto a respetar la voluntad y los derechos de otros hombres,
naciones y estados… El Estado que niega a sus ciudadanos los derechos humanos
fundamentales se hace peligroso incluso para sus vecinos… La supresión de los derechos
naturales de los ciudadanos y los pueblos no garantiza la paz, sino que la
amenaza… Por lo visto, la reflexión de las experiencias amargas de cada día del
ciudadano del Este totalitario tiende, siempre de nuevo y lógicamente, hacia un
solo punto de vista: una nueva comprensión del significado de los derechos
humanos, de la dignidad humana y de las libertades civiles… Nos parece
simplemente incomprensible que alguien pueda confiar en la posibilidad de un
desarme que eluda al hombre o incluso sea redimido por su avasallamiento. (pp. 132-133)
El
disidente
es un poco quijote; critica y publica sus análisis solo frente al poder gigante
del Estado, invocando la ley sabiendo que tarde o temprano será encarcelado; no
opera en la esfera del poder real, no sueña con el poder ni lucha por los
votos de los electores; no intenta embelesar al público ni promete algo, sólo
ofrece su propio pellejo porque no tiene otra posibilidad de corroborar la
verdad que respalda. Mediante sus
actividades está únicamente articulando su dignidad de ciudadano, sin tomar en
consideración lo que cosechará a cambio. El punto de salida propio de su
actuación “política” estriba, pues, en la esfera moral y existencial. Todo lo
que hace, lo hace en el primer plano sólo por sí mismo: algo se ha sublevado en
él y él no es capaz de “vivir más en la mentira”. Exclusivamente detrás
de este motivo totalmente existencial, y a la zaga de éste, va y puede ir el
punto de vista “político”. O sea la esperanza - confusa, poco clara y
difícilmente verificable en su justificación - de que semejante actitud
comienza para algo en general. Que incluso “la política fuera del poder”,
tenga su sentido; aunque sea por una vía más oculta y complicada,, que al menos
también ésa origine algo, alcance algo, impresione mediante algo… Ve su misión
más centrada en la defensa del hombre ante la presión del sistema que en la
invención de sistemas mejores. En cuanto al futuro, se trata más bien de los
valores morales y políticos en que debería estribar, que de las especulaciones
completamente anticipadas sobre cómo y por quién serán garantizados dichos
valores a los hombres… Puede ocurrir que sea un mundo de sueños e ideales, pero
jamás utópico.
Antecedentes
de la Carta 77
La
invasión soviética, la represión y la vuelta a la “vida normal” había traumado
a la sociedad checoeslovaca que como respuesta se repliega en sí misma; todas
las voces inconformes son silenciadas. Havel sobrevive gracias a los pagos por
derechos de autor enviados por sus editores extranjeros.
A
mediados de los años setenta –recuerda Havel – surgieron “minorías
significativas” como signos de un despertar social, pues muchos ya estaban
“cansados de su cansancio”. Los jóvenes no traumatizados con la experiencia de
la ocupación soviética entraban en la edad consciente.
En
efecto, en 1976 Václav conoce en un bar a Ivan Junius, director artístico del grupo
de música rock, los “Plastic People”, y fundador de un movimiento clandestino.
Aunque Václav no sabe nada de rock ni le gusta, escucha la música y las
explicaciones de Jirus, lo que se convierte para Václav en toda una revelación,
pues comprende que se trata de una expresión auténtica de jóvenes aplastados
por la miseria de este mundo, una expresión libre de una experiencia
existencial comprensible para todos los que aún no estaban totalmente
embrutecidos: esa música hablaba de angustia metafísica y de deseo de
salvación.
Dos
semanas después, Jirus con sus músicos y sus amigos son detenidos por la
policía “acusados”, prácticamente sin pruebas, de pandillerismo. Václav se
escandaliza y siente que el poder dejaba ver sus intenciones de “uniformizar la
vida”, como lo reflexiona en detalle:
En 1976 fueron
encarcelados los miembros de la banda de rock The Plastic People of the
Universe. Con ello, el poder no atacó a sus adversarios políticos
como a comienzos de los años setenta, sino a la vida misma, esto
es, a su voluntad de manifestarse con libertad, a su estilo, con autenticidad y
plenos derechos. El carácter peligroso de ese ataque fue reconocido rápida y
generalmente y la campaña de solidaridad, que nació en ese momento, fue un
espejo claro de esa transformación a que me refiero, y una prueba material de
todos sus rasgos, desde la voluntad de varias comunidades de cruzar su propia
sombra hasta la conciencia cada vez más honda acerca de la indivisibilidad de
la libertad. El movimiento de esas “minorías significativas” que surgió en ese
entonces no nació de la nada y de repente, sino que era una respuesta lógica de
la conciencia social que se iba despertando ante dicho acto del poder estatal.
Es obvio que el despertar se iba acelerando mediante la solidarización con los
afectados: las barreras fueron superadas y la atmósfera de una colectividad más
amplia nacía rápidamente. (p. 157)
En
efecto, a pesar de terribles dificultades, Václav crea un movimiento de
solidaridad con los jóvenes del “Plastic People”, en el que participan
intelectuales, juristas y exfuncionarios del partido; el asunto trasciende las
fronteras de Checoslovaquia y el gobierno se ve obligado a capitular, liberando
a los encarcelados. Para Václav es una gran victoria y de esta lucha nacerá la
Carta 77.
Sobre
el sentido de la Carta 77
La
Carta 77 constituyó un movimiento checoeslovaco en favor de los derechos
humanos y de mayores libertades civiles y políticas desde 1977 (año en que
aparece el Manifiesto que pedía al gobierno comunista de Checoslovaquia su
adhesión a los tres acuerdos internacionales sobre derechos humanos: el Acta
Final de Helsinki de 1975 y los dos convenios de la ONU) hasta 1990, periodo
conocido como “La Revolución de Terciopelo”. Sus partidarios propiciaron los
acontecimientos de 1989 que contribuyeron a terminar con el régimen totalitario
comunista que durante cuarenta años oprimió a los ciudadanos checoeslovacos.
La
Carta 77 es una respuesta a la invasión de la URSS a Checoslovaquia en 1968. En
protesta contra la línea dura de Gustáv Husák, quien había sucedido en el poder
a Alexander Dubcek en 1969, más de 200 intelectuales, académicos y miembros
de la Iglesia firmaron la Carta 77 (siendo Havel uno de los fundadores del
movimiento), con el objetivo de denunciar las violaciones a los derechos
humanos y de mantener un diálogo constructivo con el gobierno; en respuesta, el
grupo fue duramente golpeado por el gobierno y muchos de sus miembros perdieron
sus empleos. El movimiento mantuvo un acercamiento legal y no violento,
desenmascarando la hipocresía del régimen y manteniendo informado a los medios
de comunicación occidentales.
Quienes
firmaron la Carta no se unieron
sobre una base política, sino por razones más íntimas. Más bien humanas que
políticas. Y su móvil común era también ante todo moral... Fue la auténtica
respuesta del ciudadano al estado de la desmoralización general. (p. 158)
En
este contexto, Havel responde a una importante pregunta: ¿Qué significa que
algo tenga una base o un origen moral?
Significa, en principio,
que una cosa no la hacemos por móviles que tienen “cierta finalidad”, es decir,
con la certeza de poder esperar un éxito rápido, evidente, verificable (y por
lo tanto más externo), sino simplemente porque la consideramos como buena. El
motivo moral nos obliga a hacer las cosas buenas como tales, por ellas mismas y
por principio... las cosas buenas tienen siempre un sentido. Y, a la vez,
naturalmente, también en nuestra esperanza de que ese sentido se
manifestará y confirmará – tarde o temprano – en su modo específico... La
seguridad interior sobre el sentido de semejante cosa es, pues, la seguridad de
que vale la pena correr el riesgo de su fracaso eventual. (p. 159)
En
virtud de esta explicación es posible comprender mejor el sentido de la Carta
77:
La verdad es que
los programas políticos pueden nacer, vivir y desaparecer, ganar y perder el
apoyo y ejercer una influencia real sobre la situación, sólo en el terreno
de la ciudadanía recuperada, es decir, exactamente en el terreno que la
Carta está creando... sin los ciudadanos no existe la política... las metas
de la política son finalistas, mientras que las metas de la Carta son
“afinalistas”. Son “afinalistas”, puesto que son morales...
En el programa de
la Carta 77 no figura el derrocamiento del Gobierno o la destrucción de la
sociedad existente. Por esa razón no ataca tampoco el orden legal dado. Al
contrario, intenta restituir la ciudadanía exigiendo que las leyes valgan
realmente y que sean respetadas, llamando la atención sobre su interpretación
arbitraria de parte del poder; queriendo que los derechos no aparezcan sólo
formulados en el papel, sino que sean respetados y plasmados en la realidad...
Reitero: contra el “finalismo” del problema político, de si vale la pena
escribir o mandar algo justo a este Gobierno, oponemos el “afinalismo” del
principio moral de que nuestros asuntos comunes han de ser realmente nuestros
asuntos comunes. Es decir: comportarse como ciudadanos libres, conscientes de
su derecho y de su deber de “inmiscuirse en ello”, tendrá sentido siempre en
renovación continuamente y por principio. Prescindiendo, incluso, de la
velocidad y de la realidad de la introducción de ese modelo de comportamiento
en la conciencia general... La Carta, por el contrario, gracias a que su meta
no es política ni de poder, puede bregar con libertad por la verdad realmente
imparcial. (pp.
161-162-164)
La
Carta no es una coalición y no es comunidad cerrada sino abierta: cada uno
puede firmarla y sólo de él depende cómo cumplir el compromiso asumido; cada
uno puede empezar consigo mismo e inmediatamente. La Carta constituye un
horizonte moral, sobre cuyo fondo es posible definirse, incluso en contraste.
La sola idea de que
hubo tiempos en que la Carta no existía, provoca hoy día la sensación de vacío
y de relatividad total de todos los valores cívicos... La Carta 77 fue el
primer sujeto social independiente ante el poder central que resurgió después
de muchos años. Desde el momento de su nacimiento ha vuelto a iniciar ese juego
de relaciones vivas entre el Estado y la Carta, la Sociedad y la Carta, el
Estado y la Sociedad. El cuerpo que parecía muerto ha manifestado, súbitamente,
signos de vida. La historia ha retornado hacia nosotros. El final ha vuelto a
abrirse... espero que de todo lo dicho sea evidente que su sentido no está
determinado por la lista de éxitos comprobados. Si dependiera de ello,
posiblemente hubiese dejado de existir. (pp. 173-174-173)
La
historia y la totalidad
Es
evidente - dice Havel – que el sistema totalitario está, por su misma
esencia, orientado “contra toda aventura”. Con la destrucción de la aventura desaparece
la sensación de la historia y en Checoslovaquia la historia fue sustituida
por la seudohistoria: la pérdida del horizonte de la historia quitó el sentido
de la vida, por lo tanto, el Gobierno estatizó el tiempo. La singularidad del
ser humano se convirtió en un simple adorno de leyes históricas y la emoción de
los actos concretos fue expulsada de la esfera de lo casual y no merece la
atención de la ciencia, por lo que la historia se convirtió en aburrimiento.
Nuestro país es
administrado por burócratas amorfos, que profesan verbalmente la ideología
revolucionaria, mas en realidad se preocupan solamente por sí mismos y no creen
en nada... Basta abrirse paso por el tejido de diversos lazos dialécticos para
averiguar que el germen de la anulidad de la existencia dormita ya en el punto
de salida de la ideología en que ese sistema se basa, o sea, en su convicción
arrogante de haber comprendido al mundo completamente y de haber revelado su
verdad... Empezó por la exposición de la historia desde su único y particular
prisma, por la absolutización de ese aspecto y, finalmente, por la reducción de
la historia entera a él: su carácter polifacético y apasionante fue sustituido
por el juego fácil de orientación de “leyes históricas”, “formaciones sociales”
y “relaciones de producción”, que tanto satisfacen el ojo amante del orden
cientificista. Mas ese juego expulsó gradualmente de la historia justo lo que
estructura la vida humana, es decir, el tiempo y por lo tanto también la
historia misma, o sea, la aventura; y la aventura se llevó consigo al imperio
de lo insignificante también sus dos polos: la singularidad y la esencia
polifacética...
O sea, la historia
encontró su sentido definitivo. ¿Pero tiene algún sentido la historia que ha
encontrado su sentido? ¿Y sigue siendo historia en tal caso? La ideología,
basada supuestamente en la autoridad de la historia, va convirtiéndose en el
mayor enemigo de la historia. Es una enemistad bilateral: si la ideología
destruye la historia explicándola completamente, la historia destruye la
ideología transcurriendo de un modo diferente al prescrito por ella. (pp. 184-185-186-187)
Václav
recuerda que en la cárcel encontró más presente a la aventura, en contraste con
la vida de afuera. En una celda para 24 hombres había más historias únicas que
en una aglomeración de miles de viviendas. Las cárceles de un régimen
totalitario es más bien un lugar de hombres sobresalientes, originales, personas
que sirven para algo, poco adaptables a los que el totalitarismo no puede
convertir en “rebaño”. La singularidad necesita de la aventura y viceversa: son
hermanas siamesas y comparten un hogar común que es la pluralidad.
Una
hora entre el fracasado y el político
En
octubre de 1989 Václav escribía que parecía haber finalizado el tiempo de la
“disidencia clásica”, pero, a la vez, todavía no existía una cultura política
en su país. Sin embargo, están apareciendo iniciativas independientes, en una
nueva situación que ofrece una imagen de hermosa satisfacción, con la que no
hay que embelesarse demasiado y evitar dejar de ser realistas; también es
peligrosa la publicidad que acentúa lo superficial e inmediato y desdeña los
objetivos de más largo plazo; tanto más visiblemente se entrará en el terreno
de la política real, cuanto más enérgicamente se recuerden las raíces
originales (morales) de la actuación de la sociedad.
El
gobierno ha vuelto a tus manos, pueblo... (Discurso de Año Nuevo)
Con
tres días de haber asumido el poder como Presidente, Václav Havel habló con la
acostumbrada franqueza con la que escribía desde sus tiempos de disidente y sin
caer en pragmatismos:
Lo peor es que
vivimos en un medio moral podrido. Estamos moralmente enfermos, porque nos
hemos acostumbrado a decir algo diferente de lo que pensamos... Hasta hace
poco, el régimen en el poder, fuerte en su ideología soberbia e intolerante,
redujo al ser humano a una mera fuerza productiva, de la naturaleza de un
instrumento de producción, con lo cual se pisoteaba su esencia y las relaciones
mutuas... (p.
214)
Y
es aquí en donde el título del libro que presentamos, “la responsabilidad como
destino”, adquiere una especial significación:
Al hablar de un
medio moral podrido, no me refiero solamente a los señores que comen verduras
ecológicamente puras y no miran por las ventanas de sus aviones. Me refiero
a todos nosotros, porque todos nos hemos acostumbrado al sistema
totalitario y lo hemos aceptado como algo que no podía cambiar. Hemos contribuido
a mantenerlo. En otras palabras: todos somos responsables, aunque cada cual
en una medida diferente, de la marcha del engranaje totalitario, ninguno de
nosotros es solamente víctima, sino que todos somos coautores... Si queremos,
nuestro país podrá irradiar para siempre amor, aspiración al entendimiento,
fuerza espiritual e intelectual. Esta irradiación se puede convertir en nuestra
peculiar contribución a la política mundial... Aprendamos nosotros y enseñemos
a los demás que la política no ha de ser forzosamente un arte de lo posible –
tengo en mente, en primer lugar, las especulaciones, los cálculos, las
intrigas, los acuerdos secretos y las maniobras pragmáticas – y que puede ser
el arte de lo imposible, es decir, de hacer cambiar para bien a cada uno de
nosotros y al mundo. (pp. 215-218-219)
NOTAS
[i] Mergier, Anne Marie. La solución, ni capitalismo ni socialismo
tradicional: Václav Havel propone a Checoslovaquia crear un sistema con el
hombre como centro, en Revista Proceso, 15/enero, México 1990, p. 42
[ii] Cf. González Uribe, Héctor. Hombre y Sociedad, El dilema de
nuestro tiempo, Editorial JUS, México 1979
[iii] Cf. S.S. Juan XXIII. Encíclica Mater et Magistra (sobre el
reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la Doctrina Cristiana), n
219, en Iribarren, Jesús y Gutiérrez García, José Luis (Coords.). Once
Grandes Mensajes, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid 1993
[iv] Cf. Saviñón Diez de Sollano, Adalberto. Václav Havel: el disidente
y la ética, en Artesanos de la Democracia, Editorial JUS, Centro
Lindavista, México 1997, pp. 145-168
[v] Cartas desde el Tata Vasco. Václav Havel y la Democracia,
Centro Tata Vasco, A.C., 22/agosto, México 1990, p. 1
[vi] Las citas están tomadas del libro del mismo título, publicado por el
Fondo de Cultura Económica, México 1991, con prólogo de Juan María Alponte
[vii] Cf. Avilés, Alejandro. Frente al sistema postotalitario, en La
Nación, Órgano Oficial del Partido Acción Nacional, Año LVII, No. 2053,
21/septiembre, México 1998, pp. 24-25
[viii] Cf. Berdiaev, Nicolás. Una Nueva Edad Media, Ediciones Carlos
Lohlé, Buenos Aires 1979
[ix] Václav Havel y la Democracia, op. cit. p. 2
[x] Cf. González Morfín, S.J., Luis. Ética y Valores en la Práctica
Política, Dirección Nacional de Formación y Capacitación, Ediciones del
Partido Acción Nacional, México 1997
[xi] Cf. Dos textos de Václav Havel: Soy parte de un milagro, y El
carácter inhumano del sistema totalitario, Palabra, Revista
doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 4, No. 13, julio-septiembre,
México 1990, pp. 110-114
[xii] Cf. Havel, Václav. Ser Presidente, en Revista Vuelta,
Año XV, No. 178, septiembre, México 1991, pp. 15-17
[xiii] Cf. López Ríos, Bernardo. Alexandr Soljenitsin: Precursor del
triunfo de la Noviolencia sobre el totalitarismo, en Palabra,
Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 11, No. 46,
octubre-diciembre, México 1998, pp. 129-142
[xiv] - Cf. Un camino de esperanza: Lech Walesa y la lucha Noviolenta en
Polonia, en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido
Acción Nacional, Año 12, No. 50, octubre-diciembre, México 2000, pp. 127-175
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