Memorias del Cardenal Jószef Mindszenty
Mártir de Hungría
(1892-1975)
Por Bernardo López Ríos *
* Católico,
Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de
Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del
Magisterio de la Iglesia Católica
Gran Bretaña saluda
al Cardenal Mindszenty, cordialmente, como ilustre combatiente por la libertad
de Europa, que resistió sin temor la opresión nazi y comunista y sufrió por
ello cárcel y persecución
Declaración
pública de los parlamentarios ingleses en 1973
Preámbulo
El gran actor Alec
Guiness recibió la gracia de la fe al interpretar el papel del Cardenal
Mindszenty durante la filmación de la famosa película “El Prisionero”.
El Cardenal Mindszenty sufrió en carne propia
el terrible tormento del “lavado de cerebro” desarrollado por órdenes de Lenin:
Monseñor Fulton J. Sheen escribió
que el famoso fisiólogo Ivan Pavlov, quien recibió el Premio Nobel de Medicina
en 1904 y descubrió los reflejos condicionados experimentando con perros, fue
llamado al Kremlin por Lenin, quien dijo a Pavlov que a él no le interesaban
los perros; que sólo le interesaban los seres humanos.
Lenin deseaba
saber cómo el reflejo condicionado podía ser aplicado a los seres humanos:
Como el
individual yo podía ser sustituido por el colectivo nosotros;
Cómo la
facultad crítica de los hombres podía ser quebrada de forma que reaccionaran a
cualquier estímulo que les dieran los comunistas y cómo el aislamiento, la
separación, podrían apresurar ese proceso condicionador.
Lenin
ordenó a Pavlov que se quedara en el Kremlin hasta que descubriera cómo aplicar
su teoría a los seres humanos. Pavlov permaneció allí tres meses y escribió un
tratado de cuatrocientas páginas que aún no se ha dado a conocer al público.
Un
agente de policía que trabajó en la prisión de la calle Andrassy y luego escapó a Austria, declaró que al Cardenal se le
aplicaron, en primer lugar, drogas con el fin de llevar su mente a un estado de
sumisión servil.
Junto
con estos métodos de tortura se utilizó el impedirle dormir (lo que provoca
engaños, alucinaciones e ilusiones) intercambiándole interrogadores cada tres
horas y repitiéndole las mismas preguntas hasta doscientas veces, manteniéndole
fijamente sobre los ojos una luz muy brillante.
Luego
pasó por la “celda de goma” invento
bolchevique en la que el Cardenal fue golpeado por un policía con guantes
de goma inflados que le llegaban hasta los hombros y rebotando al preso contra
las paredes de la celda almohadilladas con goma inflada, de manera que no
dejaba señales exteriores de golpes, pero producía derrames sanguíneos internos
y un estado de atontamiento.
Después de un periodo de ochenta y dos horas durante el cual se le
mantuvo despierto, introdujeron a dos monjas con los rostros torturados y los
cuerpos deshechos por las palizas.
El
Cardenal trató inútilmente de juntar sus manos para rezar.[i]
El
Cardenal Mindszenty fue milagrosamente
visitado por el Padre Pío de
Pietrelcina, santo italiano que llevó los estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo en su cuerpo, tenía el don de leer las conciencias y el de bilocación, el cual consiste en hacerse
presente a grandes distancias sin moverse del sitio donde uno se encuentra. Es
decir, la presencia simultánea en dos lugares distintos.
Es una
manifestación del poder de Dios para que una persona pueda socorrer, hacer el
bien al prójimo.
Recordemos
que el Padre Pío, desde el año 1918 -año en el que recibió los estigmas-, hasta
1968 -año de su muerte-, no salió ninguna vez del pequeño pueblecito italiano de
San Giovanni Rotondo.
Sus
devotas le preguntaron un día al Padre Pío si el Cardenal Mindszenty, tan
duramente maltratado por los comunistas, había muerto.
- No, ¡pobre hombre! – respondió el Padre Pío.
- Usted, ¿fue a visitarlo? – insistieron preguntando.
- Sí, y le he llevado el Cáliz y todo lo
necesario para que celebrara la Misa, y le ayudé a celebrarla.[ii]
También Sor Rita del
Espíritu Santo (la monja estigmatizada en bilocación que impidió a Ali Agca
consumar el asesinato de Juan Pablo II), fue a Budapest a consolar y
sostener al Cardenal Mindszenty, y además “viajó” en bilocación a
Yugoslavia para estar junto al Cardenal Stepinac y a Polonia para infundir
fuerzas a las víctimas de las persecuciones comunistas.
Al Cardenal Mindszenty, Sor Rita le “visitó” en varias ocasiones, junto con
el Padre Pío, para llevarle todo lo necesario para celebrar la Santa Misa en su
celda. Véase:
Introducción
Al haber
rebasado los sesenta años de edad, el Cardenal Mindszenty se decidió a escribir
sus Memorias,[iii]
puntualizando que los sufrimientos y los años transcurridos en la inactividad
forzada, ocupan un espacio más amplio que aquellos otros en que estuvo activo.
El
Cardenal quiere “exponer la realidad.
Después de diez años de silencio, hablo aquí por primera vez…
“No hablo para cosechar los frutos de mis
sufrimientos o mis heridas...
“Aparte de que yo he perdonado a mis enemigos,
en mis “Memorias” relato sólo hechos reales carentes de tono provocador o
polémico - como el mismo Santo Padre pudo convencerse de ello -, que pueda dar
motivo para una venganza general contra mi persona o contra la Iglesia.
“La misión que aún hoy impregna mi vida
diaria es ésta: buscar las almas, consolarlas y ayudarlas”.[iv]
Su Familia
Agricultor
y viñador, el papá del Cardenal había sido juez de paz, director de la casa de
huérfanos, de la feligresía y de la escuela; su madre, movida por una profunda
religiosidad, le enseñaba a él y a otros chicos del pueblo el servicio del
altar.
Hubo
seis hermanos en su familia; a dos de ellos, gemelos, se los llevó el Señor en
los primeros años de vida y un tercer hermano murió a los ocho años de edad.
El Padre Mindszenty
En
tiempos de la primera guerra mundial, el Padre Mindszenty inició su trabajo
pastoral como vicario de Felsöpaty, ocupándose también en la dirección de una
cooperativa de crédito y de consumo.
“Me sentía particularmente feliz cuando con
la asistencia y la dirección espiritual, lograba despertar de nuevo la frescura
de la fe en personas que se habían separado totalmente de la Iglesia y de Dios,
sin esperanzas de retorno”.[v]
Por
entonces apareció también su primer libro intitulado La Madre.
“Hungría, - afirma el Dr. Szent-Gyoergyi - país pequeño por su territorio, pero
como nación muy grande por su pasado glorioso, tuvo que tomar parte en las dos
últimas guerras mundiales, contra su voluntad.
“Después de la primera, por el tratado
de paz del Trianón, le quitaron los aliados setenta y dos por ciento de su
territorio en la parte más rica, para premiar con él la ayuda de pueblos
eslavos: los checoslovacos, los yugoeslavos y los rumanos.
“Cuatro millones de húngaros pasaron a
vivir bajo el dominio de pueblos de civilización inferior... el pueblo húngaro
no es comunista; es demasiado inteligente”.[vi]
En octubre de 1918, Carlos IV, rey de
Hungría, abdicó.
“Pero
empezó a nacer la resistencia: nos reuníamos; en el periódico, del que era
redactor, criticábamos agudamente la conducta del nuevo régimen.
“Cuando
en 1919, el gobierno Károlyi convocó a nuevas elecciones, yo había asumido la
conducción del partido cristiano, recientemente fundado, respondiendo al pedido
de mis amigos y de muchos sacerdotes…
“Mis
adversarios me vigilaban constantemente”.[vii]
En febrero de 1919 el Padre Mindszenty fue detenido sorpresivamente e internado en el
palacio episcopal.
En marzo del mismo año “el conde Károlyi se dejó arrebatar el poder
por los comunistas, que proclamaron la dictadura del proletariado.
“La
historia de esta sublevación de Béla-Kun y el terror que la acompañó es
conocida.
“El
terror consistió en tomar como rehenes a los opositores del régimen en todo el
país. Ese destino me alcanzó a mí también.
“A
media noche, un inspector de policía, acompañado de dos policías más, me
arrancó del lecho, gritándome en mal húngaro, pero con gestos y en tono
oficial:
“está
Usted detenido”…
“Aquellos
días los pasamos en la mayor nerviosidad. Sabíamos que había tribunales
secretos que decidían acerca de la vida y de la muerte de los prisioneros”.[viii]
En el mismo año, el Padre Mindszenty
fue nombrado párroco de Zalaegerszeg.
A lo largo de una década, con medios
limitados y con gran esfuerzo, el Padre Mindszenty contribuyó a levantar nueve
iglesias parroquiales, siete centros parroquiales, nueve capillas provisorias,
once centros parroquiales provisorios, y además doce nuevas escuelas.
“También
la actividad social y caritativa tomaron nuevo impulso en el ámbito de la
parroquia.
“La
conducción en este terreno estaba a cargo de las hermanas de las misiones
sociales.
“Ellas
organizaron cuidadosamente la asistencia a los pobres, la asistencia espiritual
en los hospitales, la misión en las estaciones y en las cárceles… Construimos
también un hogar de ancianos”.[ix]
En marzo de 1944 Hungría fue ocupada por los
nazis.
Con ello se impide a Hungría concluir la paz por separado con los aliados.
En el
mismo mes el Padre Mindszenty es
consagrado Obispo.
En
junio, “ordenó el gobierno de
Sztójay encerrar a los judíos en ghettos.
Los obispos húngaros reaccionaron con una enérgica protesta y además dieron a
conocer esta protesta en una carta pastoral a los fieles y al público en
general.
“Gracias a esta intervención pudo salvarse la
comunidad judía de Budapest de la muerte inhumana en las cámaras de gas”.[x]
En
octubre del mismo año, los Obispos de Hungría occidental dirigieron un
memorándum de protesta al primer ministro de los “pfeilkreuzler” (“cruz flechada”:
Se
llamaba así a los nazis de nacionalidad
húngara que como distintivo usaban un brazalete con una cruz terminada en
puntas de hacha, en lugar de la conocida cruz svástica),[xi]
llevado personalmente a Budapest por Monseñor Mindszenty:
“al entregar el Memorial yo contaba con mi
detención inmediata… Naturalmente no se atrevieron a dar publicidad al texto de
nuestro Memorial”.[xii]
En el memorándum se afirmaba:
“Los Obispos de Hungría occidental,
conscientes de su responsabilidad, se dirigen a usted, señor primer ministro y
por su intermedio a los miembros del actual gobierno, y ruegan que la todavía
intacta Hungría occidental no se convierta en campo de matanza de las fuerzas
en retirada.
“El último pedazo de la patria húngara y a la
vez la última esperanza de una futura reconstrucción serían así reducidas a la
nada…
“La vida y la muerte no se reducen hoy a un
problema político, sino que se trata fundamentalmente de una cuestión moral”.
Poco
tiempo después Monseñor Mindszenty fue detenido por los nazis. Gracias a
sus estudiantes de teología, los nazis no pudieron meterlo a su auto.
Estudiantes
y profesores acompañaron a pie a Monseñor Mindszenty a través de la calle
principal de la ciudad dando como resultado una imponente procesión “tan triste como grande que nos acompañó
hasta la dirección de policía...
“En la cárcel judicial la obligada orden del
día policial regía nuestras vidas; pero no nos reducía a la inactividad.
“Por la mañana teníamos misa, comunión y
meditación. Había lecciones de teología y el 7 de diciembre de 1944, en una
celda oscura como las catacumbas, consagré sacerdotes a nueve estudiantes de
teología”.[xiii]
Posteriormente, Monseñor Mindszenty fue
trasladado bajo rigurosas medidas de seguridad a Köhida.
“Había telarañas colgando de los puntales y
las vigas de madera, y ratas que corrían por el piso. Celebramos la Nochebuena
en ese triste lugar…
“Pero vinieron dos de las mujeres de los
guardias, las que en nombre de las restantes mujeres de los policías nos
obsequiaron una magnífica cena de Nochebuena…
“Las valientes mujeres arriesgaron
generosamente los puestos de sus maridos, y el pan de sus familias, para darnos
la alegría de la Navidad...
“estaban prisioneros tres primeros
ministros... además de otros diputados, altos oficiales, artistas, sacerdotes y
muchos otros héroes anónimos del pueblo.
“Entre ellos miembros de partidos de
izquierda, como Lászlo Rajk, e incluso ateos, cuyos rezos y cantos me
impresionaron profundamente. La proximidad de la muerte los había acercado a
todos ellos a Dios”.[xiv]
Los horrores de la “liberación” acarrearon la
muerte al Obispo Jànos Mikes, viejo amigo de Monseñor Mindszenty.
“Cuando los rusos llegaron al pueblo donde
vivía, los soldados, que muy pronto se embriagaron, buscaban a las muchachas y
a las mujeres en general para violarlas…
“Otra víctima de la soldadesca fue el Obispo
Apor, en Györ. Algunas aterrorizadas mujeres se habían refugiado en el sótano
de su residencia.
“El Obispo quiso impedir la entrada de los
intrusos. Entonces lo mataron a tiros: “El buen pastor da su vida por sus
ovejas”.[xv]
Cuando
los rusos llegaron a Hungría, los guardianes de Monseñor Mindszenty huyeron y
desaparecieron repentinamente, sin cumplir sus amenazas de fusilamiento.
Monseñor Mindszenty llegó a Sopron, la
primera ciudad de su diócesis, en abril de 1945.
“Baste mencionar el hecho de que desde la
entrada de los rusos habían ingresado en el hospital de los hermanos de la caridad
cerca de mil mujeres y muchachas de las cuales ochocientas estaban afectadas de
sífilis.
“En esos días muchas mujeres se suicidaron,
otras enloquecieron”.[xvi]
Mientras
el ejército comunista atravesaba Hungría en 1944, se fortalecieron los lazos
del pueblo pauperizado y amenazado de epidemias con la Iglesia que obtuvo,
gracias a Cáritas, víveres, ropas y combustible:
“Otra vez los fieles levantaron de nuevo las
iglesias, escuelas, conventos, centros culturales y casas parroquiales,
mediante su trabajo voluntario.
“Ascendió rápidamente en todo el país el
número de los que concurrían a la iglesia y de los que recibían los
sacramentos.
“Otros tantos hacían inscribir a sus hijos en
las escuelas católicas, en un número nunca antes alcanzado”.[xvii]
En
contraste, las reuniones convocadas por los comunistas resultaban
insignificantes.
En 1945 Monseñor Mindszenty escribió una
carta pastoral que, decía:
“La suerte nos ha golpeado en forma tan dura
precisamente porque los responsables de nuestro destino histórico pisotearon
nuestra tradición y quebrantaron la fe heredada…
“Ningún Estado puede subsistir si no se funda sobre la justicia y la moral.
Pero el pilar de la justicia es la Iglesia…
“Nosotros los católicos antes que nadie,
podemos vivir con ese derecho: nosotros abrevamos los principios de la
verdadera democracia en el Evangelio, y no usamos la democracia como barniz
para satisfacer apetitos egoístas”.[xviii]
Entretanto,
la policía política, organizada según el modelo ruso, procedió contra gente
inocente y en todas las grandes poblaciones amedrentaba a la gente y la
obligaba a la delación mutua.
Una
comisión gubernamental húngara firma en Moscú el armisticio; por la parte
aliada lo suscribe provisoriamente el comandante ruso, mariscal Woroschilow. Mátyás Rákosi, primer secretario
del partido comunista, llega a Hungría, país cuyo
“mayor infortunio llegó después de la segunda
guerra mundial. En Yalta, Churchill y Roosevelt regalaron a Stalin el Valle del
Danubio, y con éste Hungría. Por ello al terminar la guerra tuvo que ser
ocupado por los rusos".[xix]
El
Gobierno Provisional promulga la ley de Reforma Agraria. Muere el primado
Jusztinián Serédi en Esztergom.
El
Nuncio Apostólico, Mons. Rotta debe abandonar el país. En abril, las últimas
tropas alemanas dejan el país, que en adelante estará bajo la ocupación
soviética.
El
gobierno traslada su sede a Budapest. Las dificultades económicas desembocan en
la inflación.
En
septiembre, en lugar de los distintos tipos de escuela elemental existentes se
instaura una escuela elemental unificada de ocho grados en la que se forma a
los niños de hasta catorce años.
El Papa Pío XII nombra a József Mindszenty
Arzobispo de Esztergom y Primado de Hungría.
“Durante la semana posterior a mi decisión,
emprendí una gira de confirmación por la región de Pápa y visité las
parroquias…
“En la aldea de Csipkerek, cerca de la
carretera principal Budapest-Szent-Gotthárd, nos encontramos con soldados
soviéticos borrachos dedicados al pillaje.
“Justo en ese momento acababan de detener a
un camión de transporte y lo habían vaciado.
“Nos ordenaron detenernos también a nosotros.
Nuestro chofer frenó de golpe. Yo le hice señas para que continuase velozmente;
apretó el acelerador y pasamos de largo a los rusos.
“Desenfundaron inmediatamente sus pistolas e
hicieron algunas descargas, pero no dieron en el blanco.
“Cuando denuncié al día siguiente el incidente
en la comisión aliada de control, el presidente ruso de turno ni se dignó
contestar mi queja;
“yo no me quejaba por mí particularmente,
sino con la esperanza de llamar la atención sobre lo intolerable de la
situación y con ello poder evitársela a otros,
“pues si ni siquiera el Primado del país
podía circular con seguridad, cuáles no serían los peligros que amenazaban a
todos”.[xx]
Cuando el hambre cundía por Hungría, el
Primado pidió ayuda con el saco del mendigo:
“La nación se enfrenta con el hambre: no hay
carne, manteca, grasas. Según comprobaciones oficiales, cuatrocientos mil
lactantes están amenazados de raquitismo.
“Mi pedido de ayuda encontró amplia acogida
en el mundo… (pero) los partidos marxistas querían controlar la distribución de
las donaciones provenientes del exterior…
“el verdadero motivo era el hecho de que de
la zona soviética no llegaba ninguna ayuda…
“Por eso hice un llamado a los campesinos
antes de la Navidad: “Enviad un paquete para la hambrienta Budapest”. Pedí
también que se recogiesen niños de la capital.
“Esta campaña aportó en el invierno de 1946,
74,742,52 kilos de víveres y procuró a mil quinientos niños hambrientos la
posibilidad de pasar la temporada en hogares del campo”.[xxi]
Gracias
a la Acción Católica, lograron llegar los víveres de las congregaciones
estadunidenses desde Viena y proporcionaron comida caliente y sabrosa a catorce
mil hambrientos.
“Pudimos evitar las dificultades y los
peligros que amenazaban a Cáritas, en primer lugar porque debido a la
iniciativa de los cronistas del “Osservatore Romano” en Budapest, toda la
prensa católica del exterior condenó las manipulaciones comunistas con las
donaciones de Cáritas.
“Dos años más tarde los comunistas, a fin de
eliminar la acción de Cáritas, acusaron (falsamente) a los empleados
norteamericanos de las organizaciones de ayuda y a los empleados de nuestra
Cáritas, de espionaje y malversación y obligaron así a paralizar la acción de ayuda
de la NCWC”.[xxii]
En la
primera Conferencia de Obispos presidida por Monseñor Mindszenty, este dijo que:
“como protesta contra la actitud hostil de
los comunistas con la Iglesia, había rechazado mi sueldo como Obispo de Veszprém
y también el “sueldo oficial” como Arzobispo de Esztergom…
“Nos ocupamos también, en esa Conferencia, de
la organización de la asociación de padres.
“Las fundamos para apoyar a la juventud y a
las escuelas confesionales. Se les dió una dirección a nivel nacional y por
diócesis. Los grupos locales trabajaban en cada parroquia.
“A ellos hay que agradecerles que, a pesar de
los constantes ataques comunistas, las escuelas católicas se hayan mantenido en
pie todavía tres años más”.[xxiii]
En la
segunda jornada de la Conferencia Episcopal se abordó el importante tema de
las elecciones generales en Hungría, en particular porque la presión de los
soviéticos era muy fuerte y el comandante ruso, el mariscal Woroschilow, se
inmiscuía ostensiblemente en la política interna de Hungría en favor de los
comunistas.
Por
ello, recuerda el Cardenal Mindszenty, “encontré
absoluto acuerdo en cuanto a la necesidad de que apoyáramos abiertamente un
programa político con bases cristianas…
“Hice pues imprimir y leer la carta el
primero de noviembre en todas las iglesias del país.
“El llamado influyó decisivamente en las
elecciones. Hasta en la calvinista Debrecen el pueblo leía en las plazas y en
los mercados la carta pastoral de los Obispos católicos.
“En todo el país fue considerada esta carta
como la primera denuncia valiente de las irregularidades de nuestra vida
pública y de los intentos encubiertos de los comunistas para imponer la
dictadura”.[xxiv]
En febrero de 1946 Monseñor Mindszenty fue
creado Cardenal, quien recuerda al Papa Pío XII:
“Quizá fue la comprensión de nuestra
situación, que yo le había descrito, lo que lo movió a abrazarme en el
consistorio al tiempo que exclamaba en húngaro: “Viva Hungría”.
“Cuando me puso el capelo cardenalicio, me
dijo con acento emocionado: “Serás el primero de entre los treinta y dos, que
sufres el martirio cuyo símbolo es este color rojo”.[xxv]
Después
de regresar de Roma, el Cardenal Mindszenty fue invitado por los trabajadores
de Csepel, una típica ciudad fabril con cincuenta mil habitantes, considerada
por los comunistas como su fortaleza.
Allí
celebró la Santa Misa:
“Mi visita a la ciudad y el recibimiento
extraordinariamente entusiasta por parte de diez mil trabajadores fue pues para
los comunistas una desagradable sorpresa.
Los habitantes de Csepel habían expresado ya
con frecuencia su estrecho vínculo con el Cristianismo”.[xxvi]
También
por la Navidad, el Cardenal Mindszenty visitó dos grandes campos de
concentración en Buda y en Csepel:
“Los hombres, quebrantados en sus fuerzas,
sostenían alta la cabeza, en su mirada brillaba una luz de alegría y de
esperanza.
“En mi persona llegaba hasta ellos la
Iglesia, hasta su miseria y su postración… pero hasta las cárceles mismas, celda
por celda.
“Los prisioneros rompían en llanto y me
pedían la bendición, aun los que pertenecían a otras confesiones.
“En una de estas cárceles encontré también al
anciano Isztván Zadravecz, en otro tiempo capellán mayor del ejército, en un
estado lamentable.
“Durante esta visita al presidio, se anudaron
numerosas relaciones humanas.
“Los familiares de muchos prisioneros venían
a verme a Esztergom para agradecerme, y muchos prisioneros se convirtieron al
catolicismo, aunque en mis visitas no tenía en vista propósitos de conversión.
“Después de estas escribí al gobierno para
pedir para los prisioneros, según el grado de sus faltas, la amnistía, una
libertad condicional, o al menos un trato más humano.
“Como, naturalmente, también había como
prisioneros, partidarios del régimen recientemente depuesto, y
colaboracionistas con las fuerzas alemanas de ocupación, los “cruz-flechada”,
en mi carta incluía también a éstos.
“Mi carta se publicó enseguida en la prensa
para adjudicarle al escrito un propósito totalmente ajeno a mí”.[xxvii]
Para
contrarrestar eficazmente el influjo del comunismo materialista y ateo, el
cardenal Mindszenty [xxviii]
promovió, en el espíritu del Mensaje de la Virgen de Fátima, despertar
un sentimiento de penitencia.
“Puede afirmarse sin arrogancia que la voz
admonitoria de la Iglesia fue escuchada en todo el país.
“Muchos - también no católicos - se
adhirieron a nuestro movimiento de penitencia...
“Mi frase “Cuanto más duro el martillo, tanto
más resistente el yunque”, se transformó por eso en frase célebre en Hungría…
“Sólo una humanidad que reza podrá construir
un mundo mejor. No me refiero a las construcciones externas: casas, redes de
cables, etc., sino que pienso en la vida interior…
“Yo consideraba la profundización de la vida
religiosa en toda la nación como la defensa más eficaz contra el materialismo
ateo”.[xxix]
En abril
de 1946, el ministro del interior, Rajk, “ordenó
allanamientos, precisamente en las escuelas medias.
“La policía irrumpía durante las horas de
clase, examinaba los libros y cuadernos de los alumnos, revolvía en sus
carteras.
“Luego se llevaba a algunos de los alumnos y
los obligaban bajo amenazas a redactar un acta en la que se acusaba a
catequistas y profesores ordenados como enemigos del Estado.
“Durante esos allanamientos los policías
escondían armas y cartuchos en los edificios y luego las “descubrían” en
presencia de la dirección de la escuela.
“Naturalmente aparecieron artículos en los
diarios de izquierda acerca de esta “cuestión escolar” y acusaciones contra los
profesores. Las escuelas católicas eran señaladas como “focos de la reacción”.[xxx]
Por otra
parte, comenzó a hablarse de una educación unificada, la cual requería reformas
como cambios de textos, supresión de las clases obligatorias de religión y
estatización de las escuelas de la Iglesia.
En
virtud de lo anterior, “movilizamos
directamente a los padres. Organizamos exposiciones, conferencias, cursos para
los padres y los maestros de las escuelas a cargo de las Órdenes.
“En grandes reuniones populares respondimos a
las acusaciones de los partidos y de la prensa. Este movimiento de los padres
obligó a los marxistas a cambiar su táctica”.[xxxi]
La Liga
de Padres era muy activa. El 30 de mayo el Cardenal Mindszenty habló ante la
gran Asamblea de la Liga de Padres en Kalocsa, rechazando la acusación de que
las escuelas católicas excluían a las clases pobres de la población, presentando
lo siguientes datos:
a) En el
colegio de los jesuitas el 40 % de los alumnos proviene de las clases altas, en
las que se incluye a los hijos de empleados. El 60 % proviene de clases
humildes: obreros, pequeños campesinos, etc.
b) En la
Escuela Elemental Superior católico-romana la proporción es de 35 % a 65 %
c) En el
Instituto del Magisterio católico-romano es de 17.5 % a 82.5 %
d) A los
institutos para maestras jardineras asistieron en cinco años 233 alumnas de
familias en buena situación económica y 366 de clases pobres
e) En el
Instituto de Magisterio católico-romano y en el liceo de Señoritas se mantiene
esta proporción: 104 a 408
La
Asamblea de Kalocsa dirigió entonces, a nombre de 12 mil padres de familia,
un memorándum al primer ministro Ferenc Nagy en junio de 1946:
“… constatamos con inquietud, que las
escuelas confesionales - en primer lugar las católicas - y la enseñanza
religiosa está permanentemente expuesta a ataques, intencionados e indignos,
aunque la ley y las potencias aliadas garantizan la libertad de culto y los
derechos a la libertad de los ciudadanos.
“Debido a eso protestamos contra todo intento
de despojar a nuestras escuelas de su carácter de católicas y de suprimir la
obligatoriedad de la asistencia a clase de religión...
“La Liga de Padres logró así dirigir la
atención de la opinión pública hacia esos amenazantes peligros y solidarizar a
los padres en la defensa de las órdenes religiosas y de la educación cristiana.
“El resultado de esta abnegada actividad fue
un éxito ya que en el año escolar siguiente aumentó el número de padres
húngaros que inscribieron a sus hijos en las escuelas de las Órdenes.
“De ahí surgió también una mayor apetencia
popular por nuestros métodos pedagógicos, pretendidamente caducos, y por
nuestras ya sobrecargadas escuelas.
“Como consecuencia de esta actividad creció
también la oposición del partido de los pequeños propietarios… al tener el
apoyo de la Liga de Padres católicos los diputados del partido pudieron hacer
fracasar por el momento los planes comunistas”.[xxxii]
Con el
pretexto de una “conspiración”, la policía detuvo a los líderes y a los
miembros del partido de los pequeños propietarios.
A los
dos meses todo el mundo estaba paralizado por el miedo y se quebró toda
resistencia.
Bajo
estas tremendas presiones, en marzo de 1947 los líderes del partido de los
pequeños propietarios acordaron con los comunistas, entre otras cuestiones, la
supresión de la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas y la
introducción de nuevos libros de texto en todas las escuelas.
Por todo
el país se desataron olas de protestas.
“Imposible no oír las reclamaciones de que se
mantuviese la obligatoriedad de la enseñanza religiosa que se elevaban en todas
partes.
“Miles de telegramas de protesta llegaban a
la presidencia de la Acción Católica. Los firmaban católicos y protestantes,
sacerdotes y laicos, estudiantes y profesores, asociaciones religiosas y
distintas agrupaciones sociales.
“También en esta ocasión trabajamos en
estrecho contacto con la dirección de la Iglesia Evangélica y de la Reformada.
Ocurría incluso que ellos enviaban su protesta a mi dirección, con el ruego de
que se la hiciese llegar al gobierno”.[xxxiii]
El 12 de abril de 1947 el Cardenal Mindszenty
hizo pública una carta pastoral en nombre de la Conferencia de
Obispos en la que denunciaba la astuta táctica clásica de los comunistas:
“Nosotros pensamos que en la cuestión de la
enseñanza religiosa lo que se trata de alcanzar es lo siguiente:
“Primero la enseñanza optativa, después la
supresión, y por último la enseñanza obligatoria de la concepción materialista
del mundo”.[xxxiv]
Gracias
a esta tenaz resistencia, se echó para atrás la reducción de la enseñanza
religiosa a materia meramente optativa y la imposición del libro de texto
único.
“La resistencia de la Iglesia había mostrado
que la Fe está profundamente enraizada en las almas del pueblo húngaro. Rákosi
comprendió que en esta primera etapa de la lucha, la Iglesia había ganado”.[xxxv]
La última fase de la batalla por la
estatización de las escuelas fue iniciada por un ataque general y premeditado
de la prensa, con las mismas viejas acusaciones y otras calumnias.
En abril de 1948 el ministro de
Instrucción y Culto dio a conocer públicamente el proyecto de estatización de
las escuelas confesionales, quien hipócritamente declaraba que tanto en las
escuelas ya administradas por el Estado, cono en las que ahora administraría se
mantendría la enseñanza de la religión como materia obligatoria,
pero el Cardenal Mindszenty denunció
oportunamente que se obligaba a los fieles a ingresar al partido comunista y
que eran internados los estudiantes que trabajaban en la campaña en favor de la
enseñanza religiosa obligatoria.
A pesar
de que millones de húngaros protestaron contra la estatización, el parlamento,
que había sido elegido en 1947 mediante procedimientos ilegítimos, aprobó la
nueva ley en una sola sesión.
“La nueva ley estatizó cuatro mil ochocientas
ochenta y cinco escuelas, de las cuales tres mil ciento cuarenta y ocho
pertenecían a la Iglesia Católica. Los Obispos protestamos, sin éxito, como era
de esperar”.[xxxvi]
En
efecto, después de haber diezmado al partido de los pequeños propietarios, los
comunistas dominaron el parlamento y aprobaron una nueva ley electoral el 25 de
junio de 1947.
En ella
estaban ya decididos los resultados de las elecciones que se celebrarían el 31
de agosto.
En la
legalización de los padrones electorales se excluyeron en masa los nombres de
quienes no simpatizaban con el partido comunista y así fueron borrados de las
listas los nombres de cerca de un millón de personas, entre ellas los nombres
de muchos sacerdotes, religiosos y monjas.
Por otra
parte, para inducir en error a los fieles, se registraba a sacerdotes en las
listas de los partidos comunistas como candidatos, sin que ellos lo supieran ni
dieran su consentimiento.
Además,
la nueva ley electoral disponía que se pudiera votar fuera de los lugares de
residencia, lo cual fue aprovechado por los comunistas votando varias veces al
día en diferentes centros de votación.
“Estos manejos y la utilización de cédulas
electorales que habían sido adulteradas proporcionaron a los comunistas varios
cientos de miles de votos falsos”.[xxxvii]
También
fue disuelto un partido de mucho auge y de reciente creación, al que los
analistas le auguraban por lo menos un 65 % en el parlamento: el Partido de la
Libertad.
Por otra
parte, “los comunistas, con refinada
táctica, procuraron que otros seis partidos participaran como opositores en las
elecciones, en lugar del Partido de la Libertad…
“Sé de personas a las que incluso se presionó
para fundaran un partido contra su voluntad. De ese modo los comunistas
organizaron la desintegración de una oposición aplastante en número.
“Al mismo tiempo los partidos marxistas - por
presión de los comunistas - formaron un frente electoral”.[xxxviii]
El 14 de
agosto de 1947 el Cardenal Mindszenty escribió una carta de protesta dirigida
al primer ministro, en nombre de los Obispos húngaros y del pueblo exasperado
en la que se quejaba por la exclusión de una importante parte de los
ciudadanos, del ejercicio del derecho al voto.
En ese
año, resume La Nación: “un
grupo de comunistas húngaros adiestrados en Moscú dio un golpe de Estado en
Budapest. Ese fue el comienzo de Hungría como satélite soviético”.[xxxix]
Arresto,
interrogatorios, proceso
Por
fortuna, la “cortina de hierro” no estaba totalmente cerrada y en el exterior
se pudo conocer la situación real de la Iglesia en Hungría.
“Naturalmente nos preocupamos de que ante
todo la prensa católica de Occidente dispusiese de la documentación necesaria.
Pude todavía recibir a muchos periodistas occidentales e informarlos
exhaustivamente…
“Estas informaciones y el asombro ante el
golpe de Estado que alcanzara sus objetivos en Checoeslovaquia, en esa época,
proporcionaron un poderoso impulso al movimiento anticomunista del mundo libre.
“Como yo denunciaba permanentemente las
empresas hostiles a la Iglesia, era considerado por los comunistas húngaros y
extranjeros como el enemigo principal, al que debía sacarse del camino…
Inmediatamente después de la estatización de las escuelas se forjaron planes
que buscaban mi alejamiento de la conducción de la Iglesia…
“Ahora se multiplicaban los ataques contra mi
persona”.[xl]
En
efecto, por todas partes y casi a todas las horas del día los megáfonos en las
plazas y en las empresas, los oradores en los mitines populares, los cronistas
difundían calumnias contra el Cardenal.
Además, los Obispos de Hungría conocían
muy bien la terrible suerte de la Iglesia Ortodoxa Rusa y de la Iglesia
Católica bajo el comunismo en la Unión
Soviética, por lo cual, los
“Obispos
húngaros no podíamos entregar el futuro del catolicismo húngaro a un acuerdo
llevado a término siguiendo el modelo soviético. A pesar de ello enviamos a
nuestros delegados - a instancias de los comunistas - en febrero de 1948, a las
conversaciones que debían preparar el terreno de las tratativas propiamente
dichas. Nosotros, a fin de asegurarnos de la seriedad y la sinceridad de las
conversaciones, exigíamos el cumplimiento de las siguientes condiciones:
1) Restauración de las relaciones
diplomáticas entre la Santa Sede y Hungría
2) Autorización para editar un diario
cristiano y adjudicación de la cantidad necesaria de papel
3) Restauración de los centros y
asociaciones disueltas y devolución de sus casas y bienes confiscados
4) Suspensión de los ataques de los
partidos marxistas contra la Iglesia y la religión”.[xli]
“Tomé entonces mis últimas disposiciones.
Dispuse el orden en que debían suceder al vicario general, las tres personas
nombradas por el capítulo catedralicio, después de mi detención.
“Dije que tampoco en la cárcel abdicaría
jamás por mi propia voluntad, y que no haría tampoco una “confesión” de delito
alguno.
“Si en lo sucesivo se exhibía algo semejante,
debía considerarse como falso, o consecuencia de la tortura y la destrucción de
mi persona.
“Con esa advertencia, que hice constar ya en
noviembre de 1948 pensaba reducir el efecto de un proceso montado y poner en
evidencia a sus organizadores.
“Dispuse también que esa declaración mía
fuese entregada después de mi detención tanto a los Obispos como al capítulo
catedralicio”.[xlii]
El 26 de diciembre de 1948 el Cardenal
Mindszenty es detenido, acusado de alta traición:
“Cuando
les pedí que exhibieran la orden de detención. Gritaron con insolencia: “No
necesitamos tal cosa”… Oponer resistencia no tenía sentido…
“La
columna de autos de la policía se detuvo delante del edificio de la calle
Andrássy 60…
“Húngaros
que se habían formado en la escuela de la Gestapo hitleriana, habían organizado
aquí, ya en la época de la ocupación alemana, una morada de crueldad, un
verdadero centro del horror...
“Los verdugos eran
húngaros, los soviéticos idearon el sistema e iniciaron a torturadores húngaros
en su ciencia diabólica. No tengo duda de que, los que en el fondo manejaban la
cuestión, eran los rusos”.[xliii]
En efecto, el Cardenal Mindszenty sufrió en
carne propia el terrible tormento del “lavado de cerebro” desarrollado por
órdenes de Lenin:
El
famoso fisiólogo Ivan Pavlov, quien recibió el Premio Nobel de Medicina en 1904
y descubrió los reflejos condicionados experimentando con perros, fue llamado
al Kremlin por Lenin, quien dijo a Pavlov que “a él no le interesaban los
perros; que sólo le interesaban los seres humanos.
“Deseaba
saber cómo el reflejo condicionado podía ser aplicado a los seres humanos; como
el individual yo podía ser sustituido por el colectivo nosotros;
cómo la facultad crítica de los hombres podía ser quebrada de forma que
reaccionaran a cualquier estímulo que les dieran los comunistas y cómo el
aislamiento, la separación, podrían apresurar ese proceso condicionador.
“Lenin
ordenó a Pavlov que se quedara en el Kremlin hasta que descubriera cómo aplicar
su teoría a los seres humanos. Pavlov permaneció allí tres meses y escribió un
tratado de cuatrocientas páginas que aún no se ha dado a conocer al público”.[xliv]
“Entretanto se había redactado un acta que yo
tendría que firmar. No contenía lo que yo realmente había dicho; por ello
rehusé mi firma.
“A raíz de esto dijo Gyula Décsi (el jefe de
policía) ‘Tome nota de esto: aquí los acusados tienen que confesar en la forma
en que nosotros deseamos”.
“Hizo una seña, que debía significar:
‘Enséñenle a confesar su culpa’”.[xlv]
Un
agente de policía que trabajó en la prisión de la calle Andrassy y luego escapó a Austria, declaró que al Cardenal se le
aplicaron, en primer lugar, drogas con el fin de llevar su mente a un estado de
sumisión servil.
Una de
las drogas le provocó un tremendo dolor de cabeza con mareo, luego pánico e
incapacidad para resistir sugestiones ajenas; otra droga le originó una mezcla
de imágenes contradictorias en las que se destruye la fuerza de voluntad y la
orientación:
“… no dudaba de que la comida se preparaba en
la calle Andrássy, y que se le mezclaban aletargantes que inhibían la voluntad.
Ya antes me habían contado cómo se quebrantaban aquí las naturalezas fuertes…
“Naturalmente, más adelante, yo mismo sentí
la necesidad de comer algo, de modo que así les fue posible darme a tomar las
sustancias que mezclaban en la comida”.[xlvi]
Junto
con estos métodos de tortura se utilizó el impedirle dormir (lo que provoca
engaños, alucinaciones e ilusiones) intercambiándole interrogadores cada tres
horas y repitiéndole las mismas preguntas hasta doscientas veces, manteniéndole
fijamente sobre los ojos una luz muy brillante:
“Habían pasado setenta y dos horas sin
dormir, cuando fui llevado al próximo interrogatorio…
“De nuevo se me acusó de conspiración y
espionaje. Las acusaciones se introducen tan incisiva y machaconamente en el
prisionero, que éste llega lentamente al convencimiento de que realmente ha
estado urdiendo una conjura…
“en la admisión de crímenes tan insensatos
que ni siquiera en sueños, se había imaginado alguna vez..
“Entre mis torturadores y yo naturalmente se
abría un abismo; yo no los odiaba ciertamente, pero les tenía horror y deseaba
tenerlos lejos de mí.
“Yo estaba por encima de ellos y les hacía
sentir así la despreciable degeneración en que ellos habían caído al ejecutar
contra el pueblo húngaro los planes retorcidos y abominables urdidos desde
Moscú”.[xlvii]
Luego
pasó por la “celda de goma” invento
bolchevique en la que el Cardenal fue golpeado por un policía con guantes
de goma inflados que le llegaban hasta los hombros y rebotando al preso contra
las paredes de la celda almohadilladas con goma inflada, de manera que no
dejaba señales exteriores de golpes, pero producía derrames sanguíneos internos
y un estado de atontamiento:
“Los interrogatorios siguientes agotaron
también a los funcionarios de instrucción. Debido a ello se relevaban con
frecuencia… Mi enfermedad de Basedow, que se había detenido gracias a una
operación realizada diez años antes, se agudizó de nuevo…
“Me volvían a entregar al mayor, que me
arrastraba a la celda. Era desnudado, derribado y apaleado.
“A su vez los guardias trataban de impedirme
constantemente que me sumiera en un sueño completo…
“Mi capacidad de resistencia desfallecía. Los
límites entre lo verdadero y lo falso, la realidad y la irrealidad me parecían
cada vez más imprecisos. Mi capacidad de juicio se hacía insegura…
“Mi sistema nervioso destrozado debilitaba mi
capacidad de resistencia… me llegaban gritos de las otras celdas y direcciones.
Los oía a menudo antes, pero ahora en ese estado de apatía, apenas los
percibía.
“Apenas comía, pues temía a las drogas que
paralizaran mis facultades espirituales.
“Como siempre me seguían visitando los
médicos de la cárcel después de las comidas; aunque debían percatarse de mi
derrumbe, no ordenaron nunca, en los treinta y nueve días de mi detención
preventiva, un solo corto paseo o una corta permanencia al aire libre. Me
sobrevino una angustia desconocida hasta entonces:
“me angustiaba por la Iglesia y temblaba por
aquellos que por mi “caso” podían ser arrastrados a la desgracia.
“Este patológico sentimiento de angustia
debió haber sido provocado por efecto de alguna sustancia.
“Estos resultados les hacían intensificar los
medios médicos. Conseguían así un estado de temor próximo al pánico que
teñía cada vez más mis acciones y razonamientos”.[xlviii]
Después de un periodo de ochenta y dos
horas durante el cual se le mantuvo despierto, introdujeron a dos monjas con
los rostros torturados y los cuerpos deshechos por las palizas.
El
Cardenal trató inútilmente de juntar sus manos para rezar.
“En
esa situación yo pensaba en el destino y las experiencias de las innumerables
honradas muchachas húngaras, hermanas de las órdenes y madres que habían sido
violadas...
“A
un costado de la sala estaban, en actitud de pobres pecadores, decaídos y sin
afeitar, los empleados de la curia: el archivista, mi secretario, el contador.
“Era
fácil de adivinar todo lo que habían sufrido estos tres sacerdotes, que habían
sido tratados de modo semejante a mí o peor todavía”.[xlix]
Después
de días y más días de tortura, los comunistas dijeron que el Cardenal había
firmado una confesión, la que posteriormente se demostró que era falsa.
László
Sulner, experto calígrafo húngaro, utilizaba el aparato de Fischof inventado por su suegro para recomponer manuscritos, el
cual fue utilizado toscamente por la policía para confeccionar falsificaciones.
Sulner
confesó que se vio obligado a falsificar confesiones y documentos importantes
de los que se utilizaron en el juicio contra el Cardenal.
Los
esposos Sulner lograron huir al extranjero en 1949 y probaron sus revelaciones
con los microfilmes que llevaban consigo.
“Sulner se espantó de las consecuencias de su
arte, y se rehusó, pero cedió cuando lo amenazaron con liquidarlo... se dijo,
cuando László Sulner murió repentinamente en circunstancias oscuras, que había
sido víctima de una venganza secreta de la policía”.[l]
Acusado de traición, de malversación de
divisas extranjeras y de conspiración, sin la posiblidad de ser juzgado en un
juicio imparcial ni de contar con una auténtica defensa, el Cardenal fue
sometido a proceso, conociendo muy bien las farsas de los juicios y procesos
organizados por el régimen totalitario del socialismo real:
“Posiblemente
tenían la orden de impedir un colapso total. Tanto Rákosi como Stalin anhelaban
que yo representara el papel que me habían asignado en su “drama” hasta mi
total envilecimiento.
“Seguramente
debo a ese propósito el hecho de haber salido de la calle Andrássy vivo y sin
daños incurables en mi salud, si bien es cierto que todavía hoy - después de un
cuarto de siglo - experimento las secuelas de aquellos días llenos de torturas
en convulsiones dolorosas que a veces recorren todo mi cuerpo...
“Yo
estaba bien informado sobre la modalidad de la jurisprudencia totalitaria
comunista en gran parte debido a mis propias experiencias en mi primer periodo
de prisión en la cárcel comunista…
“Debí
ocuparme con frecuencia de los nuevos reglamentos y leyes sancionados por el
gobierno, porque con frecuencia había elevado mi voz para defender los valores
humanos de todos los perseguidos.
“Comprobé
bien pronto que habían sido hechas sólo para servir a un partido. Se llamaba a
esto: “legalidad socialista”.
“También
sabía por experiencia propia de qué modo se obtenían en la calle Andrássy las
actas y confesiones… el juez no tiene que esforzarse por la dilucidación de la
verdad, sino que debe sólo servir los intereses del partido.
“También
los tribunales supeditan la verdad al partido. El tribunal es un colaborador de
la policía, para sacar de en medio a una oposición peligrosa o molesta.
“Así
mi proceso tenía solamente esta finalidad: dejar la vía libre para el poder
absoluto de los comunistas”.[li]
El
Cardenal fue condenado a prisión perpetua, acusado de ser jefe
de una organización que se proponía el derrocamiento de la República.
Según la
interpretación del tribunal del pueblo era pasible de castigos el que se
propusiera cambiar el sistema de gobierno por medios pacíficos.
“Nosotros en verdad no tratamos de derrocar
la República ni por medios pacíficos ni violentos.
“Esto nos lo imputaron falazmente,
tergiversando así mi conducta y mis actos.
“Mis delitos reales consistían sólo en que
luché contra los abusos de los gobernantes bolcheviques, defendí la libertad de
religión garantizada solemnemente por las leyes,
“procuré conservar las escuelas, y quise
salvaguardar el derecho a la enseñanza de la religión para impedir el monopolio
materialista de la educación y de la enseñanza”.[lii]
Años más tarde, en 1956, en los días de la
lucha por la libertad, el gobierno de Nagy declararía:
“El gobierno de la nación húngara declara que
las acusaciones hechas contra el Primado Cardenal Mindszenty en 1948 carecían
de toda base legal.
“En consecuencia, declara nulas todas las
medidas tomadas contra el Primado, y el Primado puede asumir y ejercer
libremente todas sus funciones civiles y eclesiásticas”.[liii]
Prisión
Acerca
de sus ocho años de prisión en distintas cárceles, recuerda el Cardenal
que las celdas eran húmedas y cubiertas de moho y que sufría con frecuencia por
el frío.
La
habitación, especialmente la cama y la ropa blanca, era un paraíso de chinches;
el sol no llegaba a su celda, ni siquiera en verano e incluso caminó kilómetros
de un lado a otro de la celda.
Por
regla general el sólido par de zapatos le duraba a un condenado toda la vida.
Especialmente eran llevados a esas prisiones los presos políticos, por
centenares;
la
policía les había arruinado el sistema nervioso y sus facultades anímicas con
los tratamientos especiales.
Los
presos perecían, en general, en el transcurso de medio año. Exceptuando la
guerra y una vida licenciosa, los institutos penales son el lugar de origen de
la mayor cantidad de enfermedades mentales y suicidios.
Sin
embargo, ni siquiera un presidiario está continuamente triste. En 1954 el peso
del Cardenal descendió de ochenta y dos kilos a casi la mitad:
“… me preguntaba con frecuencia: ‘Dará lugar
el tribunal a la apelación del fiscal, y deberé morir, o podré seguir
viviendo?’
“Ciertamente deseaba seguir viviendo porque
no renunciaba a la esperanza de volver a tener oportunidad de trabajar para la
Iglesia y para la patria.
“Más adelante sin embargo llegué a pensar de
vez en cuando, que sería mejor morir y formulé ante Dios esa disposición a
morir en la Santa Misa de la festividad de San José, el 19 de marzo”.[liv]
Sobre
los continuos traslados de una prisión a otra el Cardenal refiere que supo “por un libro del Padre Walter
Csiszek, S.J.,[lv]
que este trasladar continuamente a los penados era un invento soviético.
“En el espacio de veintitrés años
trasladaron a este Padre de Moscú a Norilsk, a Krasnojarsk y a Abakan.
“En las localidades grandes debían cambiar
siempre de edificio carcelario, y dentro de cada uno de ellos, de celdas…
“Al prisionero debe hacérsele imposible
establecer contacto con su mundo circundante...
“Más aun, en el penal en que yo estaba, el
penado ni siquiera podía ver a otro condenado… a pesar de que de cada dos
húngaros uno era un penado”.[lvi]
A pesar
de lo anterior, aún en estas terribles condiciones aparecía la condición
natural de solidaridad de la persona humana:
“En el penal se apaleaba a los penados casi a
diario. Los gritos y quejas de dolor penetraban hasta mi celda.
“Yo no podía permanecer indiferente. El
sentimiento de solidaridad de los penados es muy fuerte. Comenzaba pues a
golpear con ambos puños en mi puerta.
“La protesta se reproducía en otras diez o
doce puertas. Los torturadores se detenían y corrían de un lado a otro para
encontrar al responsable de esa protesta “reaccionaria”.
“Lo descubrían en mí. Así yo esperaba que
continuasen conmigo lo que habían interrumpido.
“Pero en estas ocasiones ni siquiera me
tocaban, pues era seguro que los penados alzados comenzarían a redoblar los
golpes en señal de simpatía y de protesta.
“El que ha desfallecido y sufrido en las
cárceles comunistas tiene al menos la satisfacción de la justicia de su lucha.
“Mientras que, por el contrario, debe ser
espantoso el estado de espíritu de aquellos que lucharon durante décadas para
facilitar la victoria del “nuevo mundo” y luego caen ellos mismos bajo las
acusaciones; hay muchos casos de estos bajo Stalin”.[lvii]
En la
prisión el Cardenal profundizó en su vida espiritual con una ferviente práctica
de la oración:
“En mi celda me hinqué de rodillas y le di
gracias al Señor por haberme encontrado digno de compartir con él, nuestro
Salvador y Redentor, los ultrajes...
“No me preocupaba en absoluto de las
acusaciones; pero sí me oprimían abrumadoramente otros muchos cuidados: el
destino de la Iglesia, de la patria, de la arquidiócesis, de todos los
sacerdotes leales y...de los fieles.
“También yo pasaba revista a mi vida. Muchas
cosas se me aparecían bajo una nueva luz… Pensaba en las décadas de lucha y los
resultados ahora perdidos.
“Me interrogaba acerca de los pecados y las
faltas de nuestra patria. ¿Cómo pudo ocurrir todo esto? ¿Cómo podrá organizarse
- con la ayuda de Dios - una
reconstrucción? ¿Cómo podrán curarse las numerosas heridas? ¿Por dónde deberá
comenzar la tarea?
“Las largas noches en vela me procuraban
muchos pensamientos, que me llevaban finalmente a la oración… Sólo la luz de la
fe me auxiliaba en este purgatorio anticipado”.[lviii]
Su abnegada madre, quien lo visitaba con la
mayor frecuencia posible y le enviaba comida que no llegaba al Cardenal, lo
animaba diciéndole:
“Hijo mío, tienes una gran familia, que en
todas partes reza por tí”.
“La natural religiosidad del hombre con
frecuencia aparece en la prisión:
“Incluso
marxistas encontraron con frecuencia en la cárcel el camino del oficio divino… En la intimidad del hombre vive,
profundamente encarcelada, la nostalgia de Dios.
“Incluso
Rosa Luxemburgo ha atestiguado: “No sé por qué, pero debo susurrar el Avemaría
de Gounoud”. Y plantó un árbol de Navidad, con ocho velas”.[lix]
Liberación
En 1956
toda la nación húngara se levantó contra el comunismo, precisamente en la
conmemoración de varios centenarios: la batalla de Nándór-Alba (1456); el de la
muerte de San Pedro Nolasco (1256), fundador de la Orden de la Merced para la
redención de los Cautivos Cristianos; y el de la muerte de San Juan Capistrano
(1456).
“Exactamente
el mismo día – 21 de octubre – que los polacos festejaban la victoria política
que significaba la revalidación de Gomulka como jefe del Politburó polaco, en
la Universidad húngara de Szegad más de 3 mil estudiantes ultimaban los
detalles de la pública repulsa que, en multitud que sobrepasó a las 300 mil
gentes, estalló el día 23 en contra de los rusos.
“Fueron
primero los estudiantes; pero en muy pocos días los obreros se sumaron al
movimiento que no fue pasivo, como en Polonia, sino armado:
“muchachos
y muchachas de quince y diecisiete años no se conformaron con gritar “mueras” a
Rakosi, uno de los títeres, y al comunismo, stalinista o no, sino que, con las
armas en la mano, regaron las calles con cadáveres de rusos y
colaboracionistas”.[lx]
Los soldados húngaros llegarían a dar
armas a los insurgentes y en muchos casos se les unirían.
De
regreso a la ciudad de Buda, una vez liberado el Cardenal, “el pueblo afluía, para ver al Primado de la nación.
No podían creer que las unidades de tanques
rusos no lo hubieran llevado cautivo. Me tocaban incluso, besaban mi vestidura,
pedían a una mi bendición.
Conducidos por su pastor vinieron también los
evangélicos, las minorías católicas no romanas y los bautistas: muchachos,
muchachas, hombres ya ancianos”.[lxi]
Al
producirse la intervención de la URSS el Cardenal se asiló en la Embajada de
los Estados Unidos, en la cual permaneció hasta 1971:
“No es incorrecta la suposición de que fue
Moscú mismo el que instigó la rebelión abierta, en secreto, para empujar la
situación a una intervención armada y ahogar en sangre a la oposición. Los
húngaros no calcularon esa posibilidad”.[lxii]
Exilio
El Cardenal Mindszenty llegó a Roma en 1971:
“Al salir para el
destierro, sentía un débil consuelo pensando que, si Dios me daba vida y
fuerzas, podría en el extranjero servir a tres objetivos húngaros:
“como Primado húngaro
tomar bajo mi protección pastoral a los muchos cientos de miles de húngaros
católicos desterrados,
“con mis “Memorias”
dirigir la atención de la opinión pública mundial sobre el peligro del
bolchevismo, y quizás de vez en cuando poder interceder por el trágico destino
de mi pueblo...
“Por carecer de
Obispo auxiliar me dispuse a emprender personalmente giras pastorales para
visitar a los húngaros.
“Primero visité a los
húngaros católicos que residían en Europa, luego fui a Canadá, a los Estados
Unidos de América y a Sudáfrica.
“En ocasión de mis
viajes naturalmente me ponía en contacto en todas partes con los Obispos
competentes para tratar con ellos los problemas de los fieles húngaros y su
asistencia espiritual...
“En todas mis
alocuciones, en la radio y en la televisión, me ocupé de la grave situación de
la Iglesia húngara y del destino de nuestro pueblo sometido a tantos
sufrimientos.
“No me sorprendió
comprobar que el régimen comunista húngaro observase muy críticamente las
celebraciones, que protestase por mis expresiones y que reclamase medidas
contra mí...
“Visité
en Coimbra a una de las visionarias de Fátima, la hermana Lucía”.[lxiii]
Conclusión
En 1990 el Gobierno de Hungría celebraría durante tres
días la rehabilitación oficial del Cardenal Jószef Mindszenty y reestablecería
las relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Además, el Consejo Municipal de la Ciudad de Esztergom,
desde el siglo XII sede del Primado de Hungría, decidió que la Plaza Episcopal
lleve el nombre del Cardenal Mindszenty.
Alec Guiness recibió
la gracia de la fe al interpretar el papel del Cardenal Mindszenty durante la
filmación de la famosa película “El Prisionero”.
En 1978 desde un lejano país próximo a Hungría, de
Polonia, saldría la voz del Papa Juan Pablo II, quien detonaría el derrumbe de
la cortina de hierro:
“La Iglesia del Este no será más la Iglesia del silencio,
ya que el Papa habla en su nombre”.[lxiv]
El Cardenal Mindszenty falleció en Viena a los ochenta y
tres años de edad en 1975, pero aunque fue detenido por Béla-Kun, vivió para
enterarse de cómo los soviets de Moscú se volvieron contra él y destrozaron su
cuerpo arrancándole sus miembros.
Fue detenido por Hitler y vivió para ver la caída del
nazismo.
Fue arrestado por Stalin y vivió para enterarse de la
muerte de Stalin y del derribamiento de su infame estatua, colocada en el lugar
en donde estaba la iglesia de Regnum
Marianum que había sido destruida por los comunistas:
El 23 de octubre de 1956, el Cardenal vio a los
luchadores de la libertad derribar la estatua y rodar la cabeza de Stalin.
De los treinta y un comunistas involucrados en el
encarcelamiento, lavado de cerebro y condena del Cardenal, veintiséis murieron
violentamente y dos se arrepintieron.
Finalmente, es importante mencionar que la imagen de Cristo coronado de espinas y
con el epígrafe: devictus vincit (vencido, vence), a partir del proceso
contra el Cardenal Mindszenty, fue su perpetua compañía.
Notas
[i] Cf. Fulton J. Sheen, El
Mártir de Hungría: el Cardenal Mindszenty, en La vida merece vivirse (Quinta
serie), Colección “Razón y Fe”, editorial Planeta, Barcelona, 1970, pp. 77-94
[ii] Padre Tiberio
Munari, El Beato Padre Pío, Profeta de nuestro tiempo, ediciones
Xaverianas, Guadalajara, Jalisco, México, 2000, p. 67
[iii] Cardenal Mindszenty. Memorias,
Colección “Hechos Reales”, EMECÉ Editores, Buenos Aires 1975
[iv] Ibid., pp. 10, 346 y 349
[v] Ibid., pp. 14-15
[vi] Dr. Szent-Gyoergyi. Insurrección
Nacional de Hungría en 1956, en La Nación, Órgano oficial del
Partido Acción Nacional, Año XVI, Vol. XXXI, No. 789, 25 de noviembre, México,
1956, p. 20
[vii] Memorias, op.
cit., p. 16
[viii] Ibid., pp. 17-18
[ix] Ibid., p. 24
[x] Ibid., p. 28
[xi] “cruz flechada”: se
llamaba así a los nazis de nacionalidad húngara que como distintivo usaban un
brazalete con una cruz terminada en puntas de hacha, en lugar de la conocida
cruz svástica
[xii]
Ibid., p. 31
[xiii]
Ibid., p 33
[xiv]
Ibid., pp. 34-35
[xv]
Ibid., p. 37
[xvi]
Ibid., p. 38
[xvii]
Ibid., p. 49
[xviii]
Ibid., pp. 44-46
[xix]
Dr. Szent-Gyoergyi, op. cit., p. 20
[xx]
Ibid., pp. 52-53
[xxi] Ibid.,
pp. 60-61
[xxii]
Ibid., p. 64
[xxiii]
Ibid., pp. 66-67
[xxiv]
Ibid., p. 68
[xxv]
Ibid., pp. 75-76
[xxvi]
Ibid., pp. 77-78
[xxvii]
Ibid., p. 79
[xxviii] Cf. Guillermo
María Havers, Testigos
de Cristo en todo el mundo, ediciones Promesa, Guadalajara, Jalisco, México, 1986
[xxix] Memorias, op.
cit., pp. 83 y 108
[xxx]
Ibid., p. 85
[xxxi]
Ibid., p. 87
[xxxii]
Ibid., pp. 90-92
[xxxiii]
Ibid., p. 125
[xxxiv]
Ibid., p. 127
[xxxv]
Ibid., p 131
[xxxvi]
Ibid., p. 151
[xxxvii]
Ibid., p. 136
[xxxviii]
Ibid., pp. 132-133
[xxxix] Gumersindo Galván Jr., Hungría
da la batalla al comunismo internacional. El ejército rojo en una orgía de
sangre, en La Nación, Órgano oficial del Partido Acción Nacional,
Año XVI, Vol. XXXI, No. 786, 4/noviembre, México, 1956, p. 18
[xl] Memorias, op.
cit., p. 155
[xli] Ibid., p. 161
[xlii] Ibid., p. 169
[xliii] Ibid., pp. 172-174
[xliv] Fulton J. Sheen, El
Mártir de Hungría: el Cardenal Mindszenty, en La vida merece vivirse (Quinta
serie), Colección “Razón y Fe”, editorial Planeta, Barcelona, 1970, p. 87
[xlv] Memorias, op.
cit., p. 178
[xlvi] Ibid., pp. 180-181
[xlvii] Ibid., pp. 187 y 189
[xlviii] Ibid., pp. 192-193
[xlix] Ibid., pp. 178 y 193
[l]
Ibid., pp. 198-199
[li]
Ibid., pp. 200, 204-211
[lii]
Ibid., pp. 225
[liii]
Ibid., pp. 226
[liv]
Ibid., p. 234
[lv] Walter
Ciszek, S.J., With God in Russia, My twenty-three years as a Priest
in soviet prisons and siberian labor camps, Ignatius Press, San Francisco,
USA, 1997, 433 pp.
(Una amplia reseña de este libro fue publicada por
Bernardo López Ríos, Con Dios en la URSS,
Un Jesuita en los campos de trabajos
forzados, en Palabra, revista
doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 14,
abril-junio/julio-septiembre, nos. 56-57, México, 2001, pp. 133-173
Cf. Bernardo López Ríos, Alexandr
Soljenitsin: Precursor del triunfo de la Noviolencia sobre el totalitarismo,
en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional,
Año 11, No. 46, octubre-diciembre, México, 1998, pp. 129-142
[lvi] Ibid., pp. 240-245
[lvii] Ibid., p. 260
[lviii] Ibid., pp. 244 y 253
[lix] Ibid., p. 255
[lx] Gerardo Medina, La
“desestalinización” se convierte en “desatelización”. Polonia y Hungría luchan
por su autonomía definitiva, en La Nación, Órgano oficial del Partido
Acción Nacional, Año XVI, Vol. XXXI, No. 794, 30 de diciembre, México, 1956, p.
14
[lxi] Memorias, op.
cit., p. 289
[lxii] Ibid., p. 291
[lxiii] Ibid., pp. 341-344
[lxiv] Cristianos en la
Europa del Este, en Revista Imágenes de la Fe, No. 245, Promoción
Popular Cristiana (Edit.)., Madrid, 1990